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A lo largo de la vida, y siempre de forma evolutiva, se puede apreciar desde el examen psicológico un ramillete amplio de experiencias decisivas, generadoras de una futura situación de salud o enfermedad. Dichas experiencias son especialmente importantes en la etapa infantojuvenil, por lo que una adecuada distinción entre lo normal y patológico, y un buen acompañamiento psicopatológico resultan cruciales para su bienestar y desarrollo adecuados. 

La etapa infantojuvenil

Una de las claves para interpretar la historia de la cultura occidental del siglo XXI será, sin duda alguna, el papel privilegiado que paulatinamente se ha concedido al mundo de los niños. Como fruto de estas investigaciones que comenzaron en el siglo XIX, en las últimas décadas han proliferado numerosas publicaciones sobre el mundo de los niños. De esta época podemos realizar una diferenciación entre conductas trascendentes en la evolución natural de un niño y aquellas conductas que son expresiones de un trastorno o conflicto psicosocial. 

Es posible sentenciar que las relaciones personales defectuosas con los referentes, tales como la sobreprotección, la severidad, la indiferencia o la carencia afectiva, son experiencias decisivas que pueden desembocar en posibles trastornos posteriores. También son decisivas la carencia de aprendizajes favorables para las funciones corporales, como es la del control esfinteriano, alimentación y sueño. Dichas situaciones conllevan procesos de anomalía. 

Las experiencias personales traumatizantes tales como el abuso o el maltrato, los errores educativos, la educación ansiógena, el nacimiento de un hermano, la separación o el segundo casamiento de alguno de los padres, las enfermedades, las diferencias con otros niños por problemas sociales, psicológicos o estéticos, así como los factores socioeconómicos de la familia, tales como el desempleo, la emigración, o el cambio de residencia terminan son vivencias que dejan huella y que pueden determinar un trastorno futuro. 

Educación y socialización

La educación y la socialización son los dos procedimientos naturales que previenen o provocan muchos de los trastornos que posteriormente se evidenciarán en la consulta. Cualquier profesional que se dedique a la psicopatológica infantil y sobre todo a la adolescente, sabe que la genética, salvo trastornos como la esquizofrenia y algunas depresiones que han sido denominadas “endógenas”, son menos intrusivas en la psicopatológica humana que la herencia. De los padres se heredan sus genes y con la combinación de ambas genéticas se construye la genética propia. Pero sobre todo se heredan los entramados de emociones, ideas, comportamientos, formas de ver el mundo y en ocasiones conflictos que surgieron incluso varias generaciones atrás, denominadas “herencia del conflicto”. 

Por lo tanto, es cierto que hay una carga hereditaria en muchos de los trastornos mentales. Pero no todo está determinado por el código genético, hay otros códigos y otras estructuras más influyentes en la forma de proceder en la salud y en la enfermedad que el psicoterapeuta debe analizar y tener en cuenta. 

El papel de los padres

Cuando se habla de lo normal y patológico en el infante, debe hablarse también del papel de los padres. Las imperfecciones de los padres, se manejan en terapia como imperfecciones convertidas en factores patológicos, como por ejemplo los vínculos de la familia en la que se vive, el microcontexto, la indiferencia o la carencia afectiva en un extremo y la sobreprotección en el otro, y la severidad que mata recursos de autonomía. 

La patología aparece también en experiencias conforme a errores educativos basados en la ansiedad y la angustia, situaciones como la separación de los padres, el nacimiento de un hermano, la muerte de uno de los padres, aprendizajes que no capacitan para la función alimentaria, el control de esfínteres o el control del sueño, pueden ser la fuente de dichas patologías. Otros elementos patógenos propios del infante son las experiencias personales traumatizantes, secundarias al abuso o el maltrato, el padecimiento de enfermedades crónicas, ser emigrante o tener pérdidas afectivas a lo largo de su vida infantil o como adolescente. 

Cuestiones patógenas

Como se puede observar en este resumen de posibles patógenos, hay tres cuestiones principales que hacen que los niños enfermen: 

  • Las genéticas o biológicas. 
  • Las de contexto tóxico u hostil. 
  • Las intrapersonales carenciadas. 

La herencia del conflicto

Es posible diseccionar el concepto de herencia del conflicto en tres grandes elementos que forman una totalidad. Es un mosaico en el que se establecen los determinantes de la psicopatología evolutiva: 

  • El sujeto en su totalidad psicobiológica. 
  • El ambiente en el que este convive. 
  • El constante diálogo con su biografía. 

La totalidad psicobiológica que refiere el primer elemento de esta interacción implica toda la herencia genética, así como las características potenciales y de predisposición a una serie de patologías que se mantienen de generación en generación. Estas constantes varían poco en el proceso de desarrollo. 

En el constante diálogo que tiene el sujeto con sus experiencias, es posible entender el tránsito entre lo normal y patológico en el infante. Podemos resumir este diálogo en las dos funciones de los seres vivos, la adaptación y la interacción con su genética y sus contextos. El niño necesita cumplir en todo este entramado una serie de funciones como son la de querer y quererse. Si hay un déficit en el cariño, el niño entrará en una espiral de angustia o en una depresión ya que el cariño, como hemos dicho, es lo que certifica su seguridad y carga de sentido la vida en estas primeras etapas.  

El infante también necesita, como función esencial, poder descubrir su entorno e interpretarlo consolidando sus raíces al encontrar en el exterior conocimientos que le lleven a un grado suficiente de autonomía. La incorporación de su mundo y la asimilación de su entorno, podrán otorgarle la capacidad de pensar y de tomar conciencia de su realidad. Hay que tener en cuenta que la conciencia y el autodiálogo son el resultado de aquello que escuchó y percibió sobre sí en las primeras etapas en las que podía comprender el lenguaje, pero no usarlo, al no estar mielinizadas las estructuras que dan esa capacidad. 

El caso de la anorexia

En la psicopatológica infantil y adolescente es posible confirmar que la expresión de numerosos trastornos se ha visto modificada en elementos sustanciales: la anorexia, que siempre ha existido pero que había sido poco estudiada hasta finales del siglo XX, se desarrollaba sobre todo en adolescentes y difícilmente en personas mayores de 22 años. Sin embargo, en la actualidad la anorexia se representa en todos los epígrafes de diagnóstico: en niños de seis años y en mujeres que han formado una familia y han tenido hijos, por ejemplo. Por otra parte, ha proliferado en el varón de una forma atípica, ya que en 1990 el 99 % de los casos de anorexia diagnosticados se daban en mujeres, mientras que en la actualidad el grupo de población femenina afectada es de un 87 %.  

Estudios posteriores en psicopatología infantojuvenil

El tratamiento de los distintos trastornos psicopatológicos en esta población debe recaer en manos de profesionales altamente especializados que acompañen al crecimiento del individuo desde la edad infantil hasta la adolescencia, y que distingan claramente entre lo normal y patológico en el infante. Si deseas profundizar en este campo, y estar al tanto de las últimas teorías y herramientas terapéuticas de este sector, en TECH Universidad Tecnológica tenemos especialmente para ti el Máster en Psicopatología Infantojuvenil. Podrás cursar este programa desde casa, aprovechando la tecnología más avanzada en e-learning y una amplia variedad de contenidos multimedia. 

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