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La fragilidad en la vejez es un concepto relativamente nuevo y controversial en geriatría. Sin embargo, es un concepto que cada vez toma más relevancia a la hora de evaluar y tratar a un paciente geriátrico. Se vive en una sociedad cada vez más envejecida, formada por personas con mayor riesgo de dependencia y discapacidad. Los pacientes frágiles, a menudo se presentan con una mayor carga de síntomas, complejidad médica y tolerancia reducida para las intervenciones médicas. Por ello es importante conocer más en profundidad el concepto de fragilidad en la vejez.
La fragilidad en la vejez
El envejecimiento poblacional es ya una realidad instaurada desde la segunda mitad del siglo XX. Según los datos recogidos, el número de personas mayores de 60 años fue incrementándose, pasando de 400 millones en la década de los 50 a 700 millones en la década de los 90. Este crecimiento se ha mantenido, de manera que a principios del siglo XXI la proporción de personas mayores de 65 años representaba un 17 % de la población. El grupo de edad de mayores de 80 años está creciendo más rápidamente que cualquier otro segmento de la población. Entre el año 2045 y 2050, la tasa de crecimiento de los mayores de 80 años será casi el doble que la de los mayores de 60. Teniendo en cuenta estos datos, es cada vez más importante conocer los diferentes síndromes geriátricos y su forma de abordaje e intervención.
El conocimiento de la fragilidad, conforme a sus riesgos asociados y base biológica, pueden mejorar la atención médica en este subconjunto de pacientes más vulnerable. La fragilidad se define con mayor frecuencia como un síndrome de deterioro fisiológico en los últimos años de la vida, caracterizado por una marcada vulnerabilidad en el deterioro de la salud. Los adultos mayores y frágiles son menos capaces de adaptarse a factores estresantes, como enfermedades agudas o traumas, que los adultos mayores más jóvenes o no frágiles. Esta condición contribuye a un mayor riesgo de múltiples resultados adversos, incluidas complicaciones de procedimientos, caídas, institucionalización, discapacidad y muerte.
Diagnóstico de la fragilidad
Cada vez más, la fragilidad en pacientes mayores se considera un síndrome geriátrico distintivo y un precursor de muchos otros síndromes geriátricos. Estos síndromes complementarios incluyen caídas, fracturas, delirium e incontinencia. Es importante destacar que la vejez en sí misma no define la fragilidad. Algunos pacientes siguen siendo vigorosos a pesar de la edad avanzada, mientras que otros sufren un deterioro funcional gradual pero implacable en ausencia de estados de enfermedad aparentes, o la incapacidad para recuperarse después de la enfermedad o la hospitalización. Aunque no existe un estándar de oro para detectar la fragilidad en adultos mayores, se han desarrollado y utilizado herramientas múltiples de detección de fragilidad para la evaluación de riesgos y el estudio epidemiológico.
Estas herramientas se han utilizado principalmente para identificar a los adultos mayores con alto riesgo de resultados adversos en una variedad de entornos clínicos. Los médicos de distintas disciplinas utilizan el estado de fragilidad para identificar a los pacientes con mayor riesgo de resultados adversos relacionados con los procedimientos e intervenciones, y trabajar así para lograr intervenciones más seguras.
Conocer la existencia de la fragilidad, identificar los factores de riesgo que pueden desencadenarla y aquellas escalas e instrumentos de valoración que permitan detectar al anciano frágil, supone un paso adelante en la prevención y en la mejora de la calidad de vida del anciano. Con sencillas herramientas y la promoción de la salud, sería posible retrasar la dependencia y con ello reducir costes en el sistema sanitario. Es clave revisar la definición, fisiopatología y diagnóstico de la fragilidad, así como asumir un enfoque clínico que pueda atenuar la vulnerabilidad y aliviar los síntomas.
Definiciones de fragilidad
Aunque el término fragilidad se ha utilizado desde hace años y está asociado a las personas mayores, hasta hace poco no ha sido considerado síndrome clínico. Es decir, como un conjunto de síntomas o signos con diferentes etiologías. Este síndrome se presenta asociado al envejecimiento, pero es diferente a él; se trata de una entidad independiente. No todos los ancianos por el hecho de serlo serán frágiles. La fragilidad ha sido considerada como el paso entre el envejecimiento normal y saludable y un estado de discapacidad y muerte.
El concepto de fragilidad ha dado lugar a muchos estudios y discusiones teóricas, sin conseguir actualmente llegar a un acuerdo en cuanto a su definición operativa ni en materia de estrategias de asistencia al anciano frágil. Existen varias definiciones y la gran mayoría de ellas relaciona el término con una disminución de la reserva fisiológica del organismo (al descender paulatinamente la función de los órganos y sistemas). Lo anterior da lugar a un aumento del riesgo de incapacidad, una pérdida de la resistencia y una mayor vulnerabilidad. Es decir, la fragilidad supone una pérdida progresiva de la capacidad de adaptación del individuo a circunstancias internas y externas. El envejecimiento y la fragilidad están separados por una delgada línea.
Durante el envejecimiento, se acumulan alteraciones en los sistemas fisiológicos y éstos se vuelven cada vez más vulnerables frente a las circunstancias. Esta vulnerabilidad está ligada en gran parte al proceso de envejecimiento, ya que se ha demostrado que en edades muy avanzadas existe una pérdida de funcionalidad inevitable. Si el concepto de fragilidad permitiera de forma directa cuantificar la vulnerabilidad o incluyese una amplia gama de déficits, constituiría un gran predictor de la autonomía, institucionalización y mortalidad, más que la edad cronológica en sí.
Fragilidad definida como síndrome clínico
La fragilidad en la vejez es un síndrome clínico reconocido con múltiples manifestaciones, pero sin síntoma alguno que sea esencial en su presentación debido a su naturaleza sindrómica. A pesar de los esfuerzos realizados en la investigación, sigue faltando una definición operativa. A pesar de que la fragilidad ha sido definida hoy en día como síndrome clínico, en la década de los 90 aún se utilizaba este término. En este caso describía a las personas mayores que se encontraban en una situación de discapacidad, institucionalizada o cercana al final de su vida.
A finales de esta década se comenzó a definir la fragilidad de una forma más específica. Desde entonces la que continúa siendo la definición más aceptada y la que se mantiene actualmente es la de Fried et al. en 2001, quien, mediante un estudio de cohortes definían el síndrome de fragilidad como la presencia de tres o más de los siguientes criterios:
- Pérdida de peso no intencionada de más de 5 Kg o más del 5 % del peso corporal en un año.
- Debilidad muscular. Fuerza prensora de menos del 20 % del límite de la normalidad.
- Cansancio o baja resistencia a pequeños esfuerzos.
- Lentitud de la marcha.
- Nivel bajo de actividad física.
Tratamiento clínico de la fragilidad
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