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Las hormonas en el ejercicio se comportan de maneras particulares, que pueden ser aprovechadas para tratar distintas afecciones en el metabolismo y en la salud. Es importante comprender los principales tipos de hormonas en el ejercicio y sus características, ya que su efecto en el cuerpo incide en el desempeño de deportistas de poblaciones especiales, y puede ser controlado con el acompañamiento de especialistas de la nutrición.

Hormona de crecimiento (hGH)

La hGH es una hormona que aumenta el crecimiento del esqueleto, músculo, tejido conectivo, y promueve el mayor crecimiento de las vísceras. Para ello, estimula la división celular, la síntesis de ADN y de proteínas en aquellos tejidos en los que actúa. La hGH interactúa con receptores glucoproteicos específicos sobre las células hepáticas, estimulando la producción y la liberación de somatomedinas. Estas regulan el crecimiento lineal del esqueleto y promueven acciones de tipo insulínico sobre el músculo y el tejido adiposo. La hGH también tiene acción estimulante directa sobre el crecimiento y la división celular de otros tejidos, así como la capacidad para provocar la diferenciación celular de células preadiposas en adipositos, y de mioblastos en células musculares.

La concentración plasmática de la hormona del crecimiento aumenta durante el ejercicio en función de la potencia relativa del mismo. En ejercicios aeróbicos aumenta un 145-166 % sobre el valor basal, teniendo una relación directa con la intensidad del ejercicio. Con ejercicios de fuerza (70-85% del máximo) también aumenta la hGH, pero cuando se realizan muchas repeticiones con menos carga (fuerza resistencia) no parecen existir cambios.

La evolución puede invertirse cuando el ejercicio se efectúa a una potencia próxima o superior a la máxima. Para una intensidad dada, la concentración de hGH en el plasma se eleva progresivamente con la duración del ejercicio, pero menos en el sujeto entrenado que en el sedentario.

La respuesta en la fase de recuperación no está clara, y existen diversas publicaciones en sentidos diferentes: unos autores encuentran que permanecen elevados y otros indican una caída instantánea después del ejercicio. En general, tras el cese de un ejercicio submáximo, la concentración plasmática de la hormona del crecimiento disminuye regularmente para llegar al valor de su nivel basal después de una hora. Después de un ejercicio supramáximo puede manifestarse una disminución de la hGH plasmática en reposo entre la 1.ª y 3.ª horas, que es máxima después de 24 horas.

Hormona antidiurética (ADH)

La ADH, hormona neurohipofisaria, desempeña un papel fundamental en la regulación homeostática del volumen y osmolalidad de los líquidos corporales. La capacidad que tienen los riñones para concentrar la orina es determinante para el mantenimiento del balance hídrico, el cual está regulado mediante un sistema que regula la ingesta de agua (mediante la sed), y el control de la excreción de agua mediante la activación de la ADH.

La ADH incrementa la permeabilidad al agua del túbulo colector del riñón. En ausencia de vasopresina la permeabilidad del túnulo es muy baja y no se reabsorbe agua, por lo que se diluye la orina y aumenta su volumen. El aumento de la permeabilidad del túbulo renal se produce por el aumento de los canales de agua. En definitiva, la inhibición de la ADH conlleva un aumento en la eliminación urinaria.

La actividad de la renina plasmática aumenta con el ejercicio, con la potencia y la duración del mismo. En el ejercicio máximo, la concentración de renina puede ser 3 o 4 veces superior a su valor en reposo. La aldosterona también aumenta con el ejercicio, pero lo más frecuente es que su valor sea relativamente más bajo que el de la renina.

El plazo de vuelta a la normalidad de estas concentraciones hormonales es variable y además es dependiente de la intensidad y de la duración del ejercicio. Después de un ejercicio intenso de 30 minutos, la normalidad llega después de unas 24 horas para la renina y la aldosterona; por el contrario, la retención de sodio, cloro y potasio se prolonga más allá de los 3 días. Tras 2 horas de ejercicio a 60 % de potencia aeróbica máxima, la renina y la ADH vuelven a tener una concentración normal después de 24 horas.

Hormonas tiroideas

La acción más relevante de las hormonas tiroideas es aumentar el gasto metabólico, y el uso de sustratos, enzimas y la secreción de hormonas relacionadas. Además, incrementan el consumo de oxígeno cardíaco, en el músculo esquelético, el hígado, el riñón y el aparato gastrointestinal. Sobre el metabolismo de los carbohidratos existe una sinergia entre las acciones tiroidea y adrenérgica, pero también entre la tiroxina y la insulina para facilitar la síntesis de glucógeno y la utilización de glucosa en la célula muscular y el adipocito.

El ejercicio tiene un efecto muy variable sobre la concentración de tiroxina (T4), la hormona principal producida en el tiroides. En general se produce elevación de la concentración en el plasma después de 30 minutos del comienzo del ejercicio, pero no es proporcional a la intensidad, es decir, no sobrepasa aquella que cabría esperar por el hecho de la hemoconcentración originada por el ejercicio. Durante ejercicios de intensidad creciente, y en particular con una potencia correspondiente al 75 % del VO2 max que ha llevado incluso al agotamiento en algo más de una hora, no se ha observado ninguna modificación de las concentraciones de T3 y T4.

Para ejercicios de similar potencia, la concentración de T3 es más elevada después de un régimen hiperglucídico que después de un régimen hiperlipídico ya que no es suficiente para que las concentraciones plasmáticas de TSH y T4 varíen. Estas variaciones de T3 y T4 no reflejan las importantes modificaciones de la secreción tiroidea por el ejercicio. De hecho, existe un aumento de la concentración plasmática de TSH y de la tasa de renovación de las hormonas tiroideas. Estas últimas aumentan con el entrenamiento, pudiendo alcanzar para la tiroxina el 170 % de la normal. Así pues, para mantener una misma concentración de hormona se necesita un aumento de su secreción del mismo valor.

Hormonas pancreáticas

La porción endocrina del páncreas está compuesta por los llamados “islotes pancreáticos” en los que destacan cuatro tipos de células endocrinas: “células B” (β), que constituyen el mayor número (65%) y son las productoras de la insulina; “células A” (α) que son las productoras de glucagón; “células D” (δ), encargadas de secretar la somatostatina; y “células PP”; que segregan el llamado Polipéptido Pancreático.

Estas hormonas en el ejercicio llevan a que el consumo muscular de glucosa pueda ser más de 10 veces superior a su valor de reposo. La vasodilatación local permite, de hecho, asegurar un aprovisionamiento suficiente de insulina a pesar del descenso de la insulinemia. Esto, asociado al aumento de la concentración de glucagón, contrariamente ejercerá sus efectos a nivel del hígado, donde hay una vasoconstricción intensa, lo que favorece la glucogénesis, la cual se refuerza progresivamente durante el ejercicio y la glucogenolisis hepática.

Adaptaciones de las hormonas en el ejercicio

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