La hematología es una de las áreas más importantes del sector médico. Como consecuencia, la exigencia es de una alta intensidad, por este motivo, es fundamental que los profesionales ahonden en las estructuras y mecanismo esenciales que actúan como defensa contra microorganismos y la inmunovigilancia contra la emergencia de tumores y de enfermedades autoinmunes y alérgicas.

A lo largo de este texto ahondaremos en las principales características del sistema inmune enfocado en el área hematológica, de modo que al finalizar este artículo cuenten con bases conceptuales robustas sobre el principio del desarrollo y regulación de los sistemas inmunes innato y adaptativo.

Desarrollo y regulación del sistema inmune innato

La inmunidad innata (natural) proporciona al huésped la capacidad para responder de inmediato a un desafío infeccioso, con independencia de la exposición previa del huésped al agente invasor específico, utilizando elementos de respuesta codificados en los genes de la línea germinal. 

En ella participan varios tipos de barreras: mecanismos como la fiebre y la tos, barreras anatómicas —que incluyen diversas estructuras y numerosas células como neutrófilos, macrófagos, natural killer (NK), dendríticas, endoteliales, epiteliales, etcétera— y barreras químicas y fisiológicas, que incluyen moléculas como lisozima, defensinas, complemento, proteína C reactiva.

La activación de estas células deriva en una cascada de procesos inflamatorios que ayudan a contener una infección y a promover la curación, recuperación y regreso al estado de homeostasis. 

Además, este sistema sensible para el reconocimiento de los elementos estructurales que son de modo inherente y singular microbianos, tiene análogos funcionales en los sistemas inmunitarios de una gran variedad de organismos multicelulares, entre ellos plantas e insectos. Como tales, los elementos inmunitarios innatos comprenden un sistema inmunitario innato antiguo que proporciona un mecanismo de vigilancia rápido y sensible para proteger al huésped cuando queda expuesto a cualquier microorganismo invasor. 

Desarrollo y regulación del sistema inmune adaptativo

El sistema inmunitario adaptativo se denomina así porque puede adaptarse a prácticamente cualquier patógeno o toxina que entra en el organismo. Aunque los invertebrados se defienden únicamente mediante la inmunidad innata, todos los vertebrados han desarrollado alguna forma de inmunidad adaptativa, es decir, de capacidad para la generación de nuevos receptores mediante mecanismos de recombinación genética que pueden ser seleccionados para reconocer diversas macromoléculas asociadas con patógenos que se desarrollan rápidamente. La molécula que puede ser reconocida por el sistema inmunitario adaptativo se conoce como «antígeno». 

 La inmunidad adquirida (adaptativa) es el producto de la reorganización de genes somáticos y tiene la notable capacidad para reconocer y responder de modo específico a una amplia diversidad de estructuras y para discriminarlas de manera precisa. Los linfocitos (B y T) y los anticuerpos representan los elementos celulares y las proteínas circulantes, respectivamente, de la inmunidad adaptativa.11 Tal precisión requiere. 

 Sin embargo, tiempo para procesar los antígenos y para generar anticuerpos específicos o respuestas celulares. Como consecuencia, el sistema adaptativo es más lento en su respuesta a los nuevos desafíos que el innato, aunque este último carece de especificidad. 

Por otra parte, En comparación con el sistema innato, la inmunidad adaptativa está restringida a los vertebrados y representa un medio finamente ajustado, en virtud del cual las células del huésped identifican de forma específica la naturaleza antigénica del patógeno invasor o de la célula tumoral y desarrollan una respuesta específica. 

Funciones del sistema inmune

Este es el sistema encargado de la respuesta protectora frente a diversos microorganismos, la cual está dotada de especificidad y memoria. También, el sistema inmune participa en el rechazo a trasplantes y en la protección frente a tumores. Hoy en día es conocido que, ante la exposición a un antígeno, el sistema inmune pude responder fundamentalmente de dos maneras: iniciar una respuesta inmune efectora la cual intentará eliminar la fuente antigénica cuando se trata de un antígeno foráneo, o responder con tolerancia cuando se trata de un antígeno propio. Ambas variantes son respuestas inmunes activas dotadas de especificidad y memoria, cuyo fin es garantizar la permanencia del antígeno en el organismo. 

La función del sistema inmunitario adaptativo está unida de forma estrecha con su anatomía. En algunos aspectos, los linfocitos T son células sin fronteras que pueden encontrarse en casi cualquier tejido y en cualquier momento. Sin embargo, la gran mayoría de los linfocitos T y B están localizados en tejidos linfoides secundarios, donde registran antígenos. Tres tipos de tejidos concentran linfocitos: los tejidos linfoides primarios, donde nacen estas células, los tejidos linfoides secundarios, donde registran antígenos e inician respuestas inmunitarias y los tejidos linfoides terciarios, que se forman en lugares de inflamación crónica. 

Además de su función en la eliminación de microorganismos patógenos y antígenos, los componentes del sistema del complemento, junto con los complejos antígeno-anticuerpo, actúan sobre las superficies de los leucocitos regulando funciones inmunitarias. 

Inmunosupresión

Muchas personas que reciben trasplantes de órganos toman medicamentos para suprimir el sistema inmunitario para que el cuerpo no rechace el órgano. Estos fármacos «inmunosupresores» hacen que el sistema inmunitario sea menos capaz de detectar y destruir las células cancerosas o de combatir las infecciones que causan cáncer. La infección por VIH también debilita el sistema inmunitario y aumenta el riesgo de ciertos cánceres.  

La terapia inmunosupresora es usada en varias enfermedades en las cuales la autoinmunidad puede contribuir en la patogénesis. Ejemplos de ellas incluyen enfermedades del tejido conectivo como las vasculitis y lupus eritematoso sistémico, artritis inflamatoria, polimialgia reumática, glomerulonefritis, hepatitis autoinmune, psoriasis, enfermedad inflamatoria intestinal y miastenia gravis. Los agentes inmunosupresores son efectivos en estas condiciones a través de la modulación del sistema inmune, en algunos casos, por sus propiedades antiinflamatorias. 

Por otra parte, Las inmunidades innata y adaptativa ejercen funciones parcialmente complementarias. Se ha sugerido que la inmunosupresión que acompaña al trasplante de órganos, al actuar de forma preferente sobre la respuesta adaptativa, permite poner de manifiesto deficiencias constitutivas en el sistema del complemento que carecen de impacto clínico aparente en el huésped inmunocompetente. 

Actualización profesional como necesidad en los avances en hematología

Como se pudo observar a lo largo del texto se ha demostrado que la respuesta innata constituye la primera línea de defensa del organismo ante la agresión del medio por agentes de naturaleza diversa, aunque carece de la capacidad de respuesta que ofrece la inmunidad adaptativa. Los mecanismos de inmunidad celular y humoral son específicos y demuestran la adaptación en la respuesta del organismo, siendo susceptible de modulación a partir de la influencia de procesos patogénicos o bajo el efecto de tratamientos inmunosupresores. Las funciones del sistema inmune son diversas y algunas se interrelacionan entre las respuestas innata y adaptativa.

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