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La Historia de la anestesia tiene una corta vida. Hay que ser consciente de la larga evolución hasta la actualidad de una especialidad que, en sus orígenes y hasta hace pocos siglos, se le confirió cierto carácter mágico y esotérico. Con épocas oscuras en las que no hubo prácticamente evolución científica, pero con un vertiginoso desarrollo desde el siglo XIX, siendo en definitiva la responsable de la evolución de la cirugía.

Si no existiera una anestesia avanzada, no habría una cirugía avanzada. La palabra anestesiología tiene un origen griego, significando literalmente “insensibilidad” (an que significa sin y aesthesis que significa sensibilidad). El uso de sustancias analgésicas ya se conocía desde la prehistoria.

Es posible que el consumo de hojas de coca (en Sudamérica) y opio (en Mesopotamia) hace más de 4000 años sean los primeros indicios documentados del uso de sustancias analgésicas como solución a los diferentes cuadros dolorosos de la época. Es posible que las primeras técnicas anestésicas se remonten a la época de egipcios y asirio. Estos conseguían la inconsciencia previa a las cirugías (circuncisiones, cataratas, etc.) por medio de la compresión de ambas carótidas.

Desde el punto de vista analgésico, ya usaban extractos de la amapola y el cáñamo con fines terapéuticos. Estas y otras técnicas y usos médicos de las plantas y aceites quedaron descritos en el papiro Eber, redactado en el antiguo Egipto por el año 1500 a.C y encontrado en una de las tumbas de Luxor.

Primeras referencias en la historia de la anestesia

La primera referencia escrita a la palabra anestesia muy posiblemente se deba a Platón en su obra Timeo. Esta aun no siendo claramente un tratado médico, es considerada por muchos como el texto más influyente en toda la filosofía y ciencias posteriores a Platón.

Uno de los primeros autores en dejar referencia escrita del uso de ciertas plantas para mitigar el dolor del hombre fue el griego Dioscórides. Fue médico, farmacólogo y botánico en Roma en la época de Nerón. También autor del libro De Materia Médica, obra que resulto ser el manual de farmacopea de referencia durante la Edad Media y gran parte del Renacimiento.

En su obra, Dioscórides describe el uso de más de 600 plantas, unos 90 minerales y cerca de 30 sustancias de origen animal. Una de las referencias destacadas en este libro es el uso de la mandrágora hervida combinada con vino. Esta era usada durante las cirugías de amputaciones y cura de amplias heridas como tratamiento analgésico. De la Edad Media datan las primeras referencias de la anestesia inhalatoria.

En el siglo VI, el monje benedictino Abbott Bertarius describió la primera formulación de lo que denominó “esponja soporífera”. Consistía en la impregnación en esponjas y telas de una preparación con mandrágora, amapola, cicuta y beleño (todas plantas con potentes alcaloides). Una vez secadas, se quemaban para que el enfermo inhalara sus vapores obteniéndose efectos de sedación, hipnosis, analgesia e incluso, cierto grado de parálisis muscular debido a la cicutoxina (alcaloide presente en la cicuta).

Anestesia en Europa

El uso de estas esponjas se difundió por Europa por la escuela de Salermo, concretamente por Ugo de Borgognoni. El principal problema surgió cuando la Inquisición empezó a perseguir a médicos y farmacéuticos por el uso de estas y otras técnicas anestésicas. Las mismas eran consideradas magia negra y prácticas demoniacas. Así, no fue hasta el siglo XIII cuando Teodorico Lucca redescubre las “esponjas soporíferas”. Finalmente, logra describir la técnica de preparación y su uso para el tratamiento del dolor o sedación durante las cirugías.

Durante los siglos posteriores, la evolución fue lenta hasta que en el siglo XVIII (1730 concretamente) se descubrió el éter. Aunque realmente fue únicamente la denominación que se dio al compuesto sintetizado por Valerius Cordus en el año 1540 y que denominó “aceite de vitriolo dulce” (aunque al parecer compuestos similares fueron sintetizados con anterioridad por el médico español Raymundo Llull en el año 1275).

Dos personajes de particular importancia para la evolución de la anestesia inhalatoria fueron Joseph Priestley y Carl W. Scheele, ya que fueron los primeros en hacer estudios científicos sobre esta. Como puntos clave, remarcar el descubrimiento del oxígeno por parte de Scheele y del óxido nitroso por parte de Priestley (simultáneamente con Joseph Black).

Siglo XIX

En el caso de este último gas, las primeras referencias lo hacían extremadamente peligroso y no fue hasta el inicio del siglo XIX, cuando aparecieron las primeras referencias acerca de su uso analgésico. El mismo quedo plasmado en el texto de Humphry Davy en el 1800 el cual, tras experimentar en sí mismo el gas escribió: “como el óxido nitroso en su uso extenso parece capaz de destruir el dolor físico, es probable que se pueda usar con ventaja durante las operaciones quirúrgicas en las cuales no tiene lugar una gran pérdida de sangre”.

Posiblemente fue su sucesor, Michael Faraday, quien estimulado por los estudios de Davy, quien hizo los primeros ensayos con la inhalación de éter. Observo entonces que “los efectos eran similares a los ocasionados por el óxido nitroso”. Fue así que se determinó el inicio de la anestesia inhalatoria.

Evolución en la historia de la anestesia

Uno de los momentos que marcó la evolución de la anestesia y que desencadenó posteriores avances fue la demostración que otro químico ambulante. Gardner Quincy Colton, lo realizó la noche del 10 de diciembre de 1844 en el salón del pueblo de Hartford. Allí, presentó el óxido nitroso y experimentó con él, demostrando su efecto analgésico y fue donde uno de los asistentes, el odontólogo Horace Wells tomó la idea de usarlo en sus procedimientos quirúrgicos. Esta idea que se materializó en Harvard 22 meses después en lo que sería la primera anestesia inhalatoria. Aunque no fue tan satisfactoria como se esperaba. El paciente, el cual era sometido a un procedimiento dental, se movió y quejó por lo que Wells fue desacreditado.

Uno de los asistentes a la fallida demostración de Harvard, William TG Morton, dentista afincado en Boston y conocedor de los trabajos de Wells, siguió investigando métodos que facilitaran su trabajo.

Éter sulfúrico

Asesorado por el profesor Jackson, químico en Harvard, y siguiendo con sus investigaciones, llegó hasta el éter sulfúrico como una alternativa más potente al óxido nitroso. Así, tras varias pruebas exitosas, fue el 16 de octubre de 1846 cuando Morton triunfó definitivamente. Procedió a la administración en una cirugía pública del éter a un paciente (George Abbott) que fue operado de un tumor en el cuello. Esto resulto en el gran éxito del uso del éter, ya que el paciente no respondió durante el procedimiento, salvo en la parte final.

Este es el motivo por el que se considera como la primera anestesia realizada con éxito. A pesar de que ya habían ocurrido muchas anteriormente, no existían sin registros que lo avalen. Henry Bigelow realizo la primera publicación al respecto, en el Boston Medical and Surgery Journal en noviembre del mismo año.

Historia de la anestesia como conocimiento

La anestesia, a pesar de no tener una historia demasiado extensa, ha logrado salvar infinidad de vidas: Hace parte básica de los procedimientos quirúrgicos más delicados en la salud. Por ello los profesionales de la salud buscan darle la relevancia que merece en este ámbito. Todo ello se transforma en conocimiento y dominio sobre el tema, permitiendo al profesional darle un uso adecuado a la misma.

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