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Dentro del proceso de evaluación, prevención y tratamiento clínico de las adicciones se han buscado relaciones entre adicción y personalidad. Con los avances científicos y técnicos que en las últimas décadas ha tenido la psicometría, los estudios de la evaluación de la personalidad se han optimizado. Así, es importante dar un repaso a lo que se ha dicho sobre la relación que existe entre la personalidad y las adicciones, especialmente a las drogas.
Necesidad de la evaluación de la personalidad
Uno de los aspectos más estudiados en el área psicológica ha sido la asociación entre personalidad y adicción. Ya en los años 40 se teorizó sobre lo que se denominó como “personalidad alcohólica”, o “farmacotimia”. Este término se propuso desde orientaciones psicoanalíticas para designar a un rasgo de personalidad asociado a consumo de sustancias y que era causado por un trastorno narcisista. Desde esta misma orientación se razonaba el alcoholismo desde la concurrencia de dificultades psíquicas de origen sexual.
En general, desde esta corriente de la psiquiatría y psicología se justificaba el alcoholismo como una consecuencia de una estructura personalidad determinada. Otros enfoques de esta corriente relacionaron el alcoholismo con el resultado de dinámicas psíquicas inconscientes (teoría del drive de Wurmser, de las relaciones objetales de Krystal, la psicología del self de Khantzian o la teoría del trastorno psicosomático de McDougall).
Más adelante, comenzaron a tener más peso en el abordaje del alcoholismo otras corrientes y orientaciones que, desde la investigación sanitaria, propusieron la relación entre aspectos psicológicos del propio consumidor y su conducta. Sin embargo, se encontraron dificultades en el estudio de la relación personalidad-drogas debido a tres razones fundamentales, según Al-Halabí y Errasti (2011).
Dificultades en el estudio entre personalidad y drogas
La asociación entre rasgos de personalidad y consumo no prueba que exista una relación causal en la que dicho rasgo sea responsable de un trastorno adictivo. Es cierto que existe una covariación (la mayoría de estudios han sido de carácter correlacional) pero no se puede predecir al 100 % que un rasgo de personalidad cause el consumo de una droga de forma abusiva. Los rasgos de personalidad, un tanto difusos a juicio de estos autores, afectan a las investigaciones que tratan de relacionar ambos aspectos.
El consumo de drogas no es un fenómeno homogéneo. Las sustancias se consumen de forma patológica, como rito de paso de la adolescencia-juventud a la edad adulta o como forma de facilitar otras conductas (uso instrumental), por lo que es difícil encontrar rasgos de personalidad comunes a la tipología de los consumidores. Por esta razón, las investigaciones empiezan a especializarse en la búsqueda de la relación entre rasgos de personalidad y tipo de sustancia consumida. De este modo se presenta el ejemplo de Cloninger que distingue entre dos tipos de alcoholismo: alcoholismo tipo I y II.
Trastornos de la personalidad
En el interés por la asociación de la personalidad y la adicción, se ha atendido especialmente a los trastornos de personalidad. Existen autores que afirman que hasta dos terceras partes de las personas consumidoras de drogas presentan un trastorno de estas características, siendo el antisocial el más frecuente. Parece ser que la existencia de un trastorno de personalidad es un predictor de fracaso y abandono del tratamiento, problemas psiquiátricos y un funcionamiento social pobre. Los trastornos de personalidad que se encuentran más frecuentemente asociados al consumo de sustancias son el trastorno antisocial, el trastorno histriónico y el dependiente.
Personalidad y adicciones
A partir de los años 60 del siglo pasado, se iniciaron numerosas investigaciones cuyo objetivo era la búsqueda de relaciones entre consumos de sustancias y rasgos de personalidad. Se estudiaron, por ejemplo, la relación entre uso y dependencia de sustancias, droga de elección y algunos rasgos de personalidad como la emocionalidad negativa o positiva y la desinhibición. Se encontró que los adictos poseían marcados rasgos de desinhibición y emocionalidad negativa, aunque esta última era de menor intensidad que la primera.
En otros estudios se halló que los consumidores de heroína tenían un mayor nivel de externalización en sus comportamientos (problemas de conducta) que los consumidores de alcohol, marihuana o cocaína. También se encontró que los consumidores de heroína presentaban una mayor tendencia a la evitación del daño y menor nivel de agresividad directa que los consumidores de cocaína, lo que llevó a los autores afirmar que los adictos a la cocaína tenían mayores probabilidades de integrarse socialmente. Su mayor hipocondría y extraversión social actuarían como factores protectores de llevar a cabo conductas antisociales.
La relación entre rasgos de personalidad y consumo de drogas también ha sido estudiada desde el enfoque de la herencia genética, en concreto, entre neuroticismo, extraversión y búsqueda de novedades y consumo de diferentes sustancias. En este sentido el factor de búsqueda de novedades era el que se relacionaba de forma más clara con el consumo de drogas, constituyéndose en una variable predictora sobre todo en el caso del cannabis, mientras que el neuroticismo tenía relación más intensa con los sedantes. La importancia de la búsqueda de sensaciones y el desajuste social mediatizado por el carácter solitario es un predictor del consumo de alcohol y otras drogas de manera regular, según un estudio realizado en nuestro país.
Estudios recientes
En un trabajo presentado recientemente por Carou, Romero y Luengo (2017) se pretendía establecer perfiles personales diferenciados de drogodependientes. Las autoras encontraron dos grupos diferenciados en las variables de autocontrol, Trastorno de personalidad impulsivo, impulsividad total, TDAH y Trastorno de la personalidad disocial. Uno de los grupos puntúa significativamente más alto en todas las variables y trastornos estudiados y constituye un perfil con mayor desinhibición, por tanto, más tendente a implicarse en conductas de riesgo graves, menos autocontrol, alta impulsividad y búsqueda de sensaciones y puntuaciones más altas en los trastornos de personalidad y TDAH. Este grupo además incluye a pacientes que poseen indicadores de gravedad y criminológicos (más asistencias en servicios de urgencia y más procesos judiciales). El otro grupo presenta indicadores de menor gravedad.
Estos grupos son relacionados por las autoras con los perfiles de adicción al alcohol de Cloninger: Tipo I, con bajas puntuaciones en búsqueda de novedad, y tipo II, con elevadas puntuaciones de búsqueda de novedad, inicio temprano en el alcohol y consumo más continuado. Semejantes son los denominados por Babor et al (1992) tipo A y B. Muñoz et al (2006) determinan dos tipologías la funcional y crónica que corresponden también respecto al nivel de gravedad con los hallazgos de estas autoras. La impulsividad y la alta búsqueda de sensaciones son características fundamentales que marcan la diferencia entre ambas tipologías y su diferente gravedad.
Por otra parte, como afirman estas autoras, parece existir una relación entre trastornos que tienen en común la impulsividad (trastorno de control de impulsos, los de personalidad, lo que están en relación al consumo de sustancias y el TDAH), de tal forma que se ha acuñado un término al respecto: la “trimorbilidad” (Tiffon, 2008).
Evaluación de la personalidad en la medicina
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