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Los recientes cambios en la composición familiar han transformado el concepto de familia. Mientras que el hecho de tener hijos siempre fue una condición necesaria para hablar de familia, hoy dicha la institución de la familia incluye a parejas sin hijos o matrimonios del mismo sexo. Tener hermanos de diferentes padres o madres, así como hermanos de sangre o adoptados, es cada vez más normal. Muchas veces, esta heterogeneidad genera problemas entre los miembros en la familia que deben solucionarse desde la terapia familiar.

Efectos del cambio en la composición familiar

A medida que el marco de lo “normal” en la familia acoge más diversidad en sus estructuras, se exige un análisis más pormenorizado por parte del especialista en el análisis de los matices en las relaciones dentro de la familia. Se deben dejar atrás fórmulas generales de diagnóstico justificado al alejarse de lo que se consideraba tradicionalmente como familia estructurada. De este modo, la separación o segundas nupcias de los padres, ha dejado de ser el origen universal de cualquier trastorno afectivo del hijo. Han dejado de ser la explicación fácil y directa que justifica cualquier desorden posterior en la familia. Se vive en la era más polifacética del concepto de familia, donde el concepto de “normal”, parece inexistente.

A continuación, se hará un repaso general de los diferentes escenarios que se dan en las familias que tienen hijos.

Familia con un solo hijo

La familia con un solo hijo focaliza todas sus atenciones y recursos en dicho descendiente. Sin embargo, es una situación en la que ese hijo carecerá de la riqueza afectiva y emocional que proporciona la convivencia con hermanos, con iguales. Desarrollarse acompañado de otros hermanos, permite elaborar sentimientos básicos como la rivalidad, la envidia, los celos, la complicidad, la alianza, y todas esas herramientas que se derivan de la convivencia en fratría de un rango de edad generacional similar y, sobre todo, distinto al de los padres.

Paradójicamente, ser “el único” no permite a la persona sentirse “único” en nada. No permite diferenciarse en nada con sus iguales, quedando sujeto en ocasiones a un desarrollo cognitivo y afectivo enmarcado en un egocentrismo inconsciente en el que todo es blanco o negro, en el que falta la comprensión de los matices y de lo relativo.  El único no puede ser el primero, pues ese rango sólo se lo puede otorgar el segundo que, cuando no existe deja al hijo único en una especie de anhelo de tener un hermano con quien jugar, a quien enseñar, a quien proteger o con quien pelearse y, por qué no, a quien ganar.

Familia con dos hijos

La familia con dos hijos presenta la tendencia a las alianzas por pares. Padres que han tenido a “la parejita” conforman la familia “en parejas”, esto es, la de los padres y la de los hijos. De manera implícita se reparten a los hijos entre los padres, uno para el padre y otro para madre. Así mismo, cuando estos son niño y niña se tiende a reproducir una micro pareja conyugal: el padre con “la niña de sus ojos” y la madre con “su niño”. Se encuentran también en estas reparticiones los dúos por identificación de sexos: el padre y “el chico”; la madre y “la mujercita”.

Familia con tres hijos

La fratría triangular representa, desde el punto de vista psicológico, la estructura familiar que presenta más equilibrio y riqueza en la elaboración de necesidades afectivas, emocionales y cognitivas.

Ventajas e inconvenientes

Cada modelo en la composición de la fratría presenta sus ventajas e inconvenientes. No existe un número de hijos que garantice el éxito o fracaso en la salud familiar. Es de mayor importancia que el número de hijos sea coherente con las necesidades de la familia, de tal modo que cada grupo familiar sea consciente del número de componentes que puede tolerar evitando posteriores rechazos. Es importante una planificación familiar que contemple las necesidades de cada grupo más allá de fórmulas rígidas con ideas tópicas que apuntan a “lo bueno y lo malo” y no a lo “óptimo”.

La historia fraterna es, sin lugar a dudas, tan importante como la historia personal y el desarrollo edípico. Como se dice más arriba, con los hermanos se elaboran necesidades básicas. Un hermano mayor representa a menudo un modelo de identificación para el hermano de menos edad. Un modelo a veces más cercano y comprensible que el que ofrecen los padres en determinados asuntos. El hermano mayor puede llegar a ser víctima del síndrome del príncipe destronado con la llegada del que le sigue.

Se observa que, si el destronamiento ocurre en la corta edad del mayor, o con una distancia de aproximadamente menos de tres años entre este y el que nace, puede presentar una importante crisis de celos que se manifiestan en forma de síntomas típicos en los mecanismos regresivos: agresividad, carácter irascible, enuresis, encopresis, enlentecimiento en el desarrollo psicomotriz, problemas en el lenguaje ya adquirido, infantilismo, así como estados depresivos, trastornos del sueño, miedos, etc.

Manejo óptimo

La elaboración de la tolerancia a la frustración, de la postergación, de no ser el único, es parte de la vida. Es un trauma inevitable y necesario que el individuo superará sin mayor problema, si ha disfrutado de una relación privilegiada con los padres antes de la llegada del menor. Además, será preciso otorgarle atención y cuidado de mucha comprensión y cariño, aunque sin llegar a ser secuestrados por el miedo a dañarle, y postergando por ello al menor para evitar la crisis del mayor.

En cualquier caso, todo niño desea tener hermanos con los que identificarse y no sentirse inmerso constantemente en un mundo de adultos al que se siente que no pertenece, pero del que tampoco se sabe desprender. Los hermanos se alían a menudo estableciendo un mundo aparte de los padres, un mundo en el que poder experimentar “a escondidas” o en el que poder ayudarse “en contra” de los padres. Alianzas desde las cuales, en definitiva, poder satisfacer sus necesidades de pertenencia. A veces les es más fácil poder resolver entre ellos conflictos que tienen con los padres, sobre todo esos en los que hay ambivalencias entre el amor y el odio, la ternura y la agresividad, ya que se expresan con mayor libertad entre ellos pudiendo vivenciarlos mejor.

La fratría es también sede habitual del descubrimiento y elaboración en el desarrollo sexual mediante el juego. Cuando la edad entre ellos es próxima, estos juegos son inofensivos y están exentos de patología. Supone sin embargo una cuestión menos inofensiva cuando la edad entre ellos supera los cinco o seis años o cuando el mayor está en una etapa de crecimiento muy alejado del menor, como es la adolescencia.

Necesidad de terapia familiar

Muchos factores de la composición familiar influyen en el desarrollo psicoafectivo de los hijos. Cuando hay desbalances o factores externos que generan problemas intrafamiliares, se recomienda asistir a terapia familiar. En TECH Universidad Tecnológica hemos diseñado el Máster en Terapia Familiar y Estrés para Médicos. Con este programa, todo profesional en medicina podrá incorporar a su trabajo diario las herramientas terapéuticas de esta especialidad.

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