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Algunos autores prefieren hablar de uso religioso del lenguaje y no de lenguaje religioso para indicar que no se trata de uno distinto del que emplean otras personas en otros contextos, sino del uso que el hombre religioso realiza del lenguaje (Morado, 2011). En este uso religioso se puede distinguir el lenguaje religioso o lenguaje de la fe, que es el que usan los creyentes para referirse o expresar sus creencias, y el lenguaje teológico, que es el que utiliza el creyente en la reflexión intelectual.
Dentro del lenguaje religioso se puede distinguir también entre la invocación – el lenguaje que se emplea para hablar a Dios – y el testimonio – que se emplea para hablar de Dios y que revela el compromiso existencial de quien habla-. Las características del empleo religioso del lenguaje dependen de la peculiaridad del ser de Dios y de la naturaleza del acto de fe.
Entre Dios y el hombre hay una diferencia cualitativa, por ello el lenguaje humano se muestra parcialmente inadecuado para expresar la realidad divina (Morado, 2011) Gran parte del lenguaje religioso se sirve del simbolismo, que revela y oculta a la vez la realidad a la que se refiere, de la metáfora y de la analogía, que transfiere a Dios el lenguaje solo en cierto grado de proporcionalidad y semejanza. Partiendo de la realidad del mundo y del hombre se habla, por analogía, de Dios. El lenguaje cristiano suele ser principalmente narrativo, pues confiesa la actuación de Dios en la historia y en la vida del creyente.
Normas en el lenguaje religioso
El creyente no solo manifiesta actitudes, sentimientos o disposiciones a actuar, sino que realiza aserciones acerca de la realidad al hablar de su fe, usando expresiones de carácter explicativo, descriptivo o factual. Decir que “Dios creó el mundo” es algo más que expresar un sentimiento o un principio de acción; es una afirmación sobre la realidad susceptible de ser calificada como verdadera o falsa.
Igualmente, el lenguaje religioso es lógicamente consistente, no contradictorio. Los diversos artículos de la fe están relacionados entre sí y con la totalidad del contenido, sin que una sentencia contradiga a otras con las que forma un sistema (Morado, 2011). Además, las proposiciones del lenguaje religioso pueden ser negadas consistentemente. Si no fuera posible contradecir una proposición, daría lo mismo que fuese verdadera o falsa, por lo que “ha de haber alguna diferencia entre afirmar la verdad y afirmar la falsedad de una proposición”.
Por último, el lenguaje religioso tiene como sujeto último a Dios: “El sujeto lógico de las proposiciones de fe es Dios” (Morado, 2011). En definitiva, el lenguaje religioso se traduce en varias normas prácticas de conducta en las cuales el individuo puede realizar su propia humanidad y permitir la realización de los demás. Estas normas reflejan las creencias sobre el sentido último de la vida y de la tarea humana en el mundo. Reflejan la cultura a la cual corresponden, a su universo de valores, a su organización social, a la vez que contribuyen a la convivencia del grupo (Morado, 2011).
Acciones del lenguaje religioso
En conclusión, en la actualidad el lenguaje religioso está siendo objeto de estudio y análisis como nunca lo fue. Y es que el lenguaje también plantea en ocasiones problemas y malentendidos. El hombre crea formas de expresión nuevas cuando se encuentra en su vida ante realidades importantes; forja un lenguaje. Hay uno técnico, otro popular, otro religioso, etc. Se detallan a continuación algunas de esas acciones;
- Dentro del lenguaje religioso se distinguen dos grandes líneas: Hablar de Dios y hablar a Dios. En la primera entra el lenguaje denominado “doctrinal”. Al afirmar “Dios es creador”, se emplea una fórmula teológica que dice algo sobre Dios. Se está hablando de Dios. En la línea del hablar a Dios se encuentran el lenguaje de la liturgia (palabras y gestos cargados de simbolismo) y el de la oración (de alabanza, petición y acción de gracias).
- Las formas del lenguaje religioso son simbólicas, es decir, emplean símbolos para expresarse, ya que la realidad a la que hablan o de la que hablan no puede ser delimitada por ninguna palabra humana al superar completamente las posibilidades del lenguaje.
- Decir algo sobre Dios compromete al que habla y le exige vivir en consonancia con lo que está diciendo. La expresión “Dios es bueno”, pide al que lo dice de verdad que intente ser bueno como el mismo Dios lo es.
- Hay que tener en cuenta la influencia que el lenguaje religioso ejerce sobre el lenguaje ordinario. Exclamaciones, refranes, frases como “Dios mío”, “Si Dios quiere”, “adiós”, “¡Vaya con Dios!”, “A quien Dios se la dé”, etc., son tomadas del lenguaje religioso y demuestran la enorme influencia que, a lo largo de los siglos, ha tenido la religión y sus formas de expresión en la cultura popular.
El lenguaje simbólico de la experiencia religiosa: funciones del símbolo en las religiones
La religión no consiste en una serie de conocimientos asumidos como verdaderos, sino en las experiencias fundamentales que determinan lo que es la propia manera de vivir y el mismo comportamiento. Por eso, el lenguaje religioso debe ser necesariamente un “lenguaje simbólico”. En los evangelios, Jesús dice que es “el camino”, “la verdad”, “la vida”, “el pastor”, “la puerta”, “la luz”. Esas palabras, que se aplica a sí mismo, son metáforas. Pero una metáfora no es simplemente un adorno del lenguaje, como se pensaba antiguamente (Castillo J. M. S.F.).
Los sabios estudiosos del lenguaje demostraron, hace más medio siglo, que la metáfora es “una forma de decir algo que de otra manera no se puede decir”. Por ejemplo, si uno dice que ha escuchado un concierto de música, pero le ha parecido un “concierto gris”, con eso no pretende afirmar que la música tiene color. Lo que se quiere decir es que la música era mediocre, ni blanca ni negra, ni buena ni mala, sino una cosa intermedia, que lo dejó descontento. Por esto, para expresar, mediante palabras las experiencias simbólicas, se utilizan metáforas.
De ahí que los poetas, los místicos, las personas religiosas, echan mano de determinadas metáforas para poder comunicar sus experiencias simbólicas (Castillo J. M. S.F.). Las metáforas y los símbolos están más presentes en la convivencia de lo que cada uno puede darse cuenta. La consecuencia de lo dicho es que el lenguaje religioso debe ser necesariamente un lenguaje simbólico y, por eso mismo también, un lenguaje metafórico. Las personas que van a las iglesias o que leen un libro religioso lo hacen porque tienen algún tipo de experiencia. Esta solamente, puede encontrar la respuesta adecuada en los símbolos correspondientes con esa experiencia, o dan respuesta a lo que la experiencia demanda.
La educación en la religión
Más allá de las diversas creencias religiosas que tiene el ser humano hoy en día, la historia de la religión resulta un campo interesante y misterioso. Además de ello, no hay que olvidar que muchos de los puntos y etapas más importantes en la humanidad están fuertemente marcadas por las creencias. Es por ello que la educación en la religión se ha convertido en una base histórica, que necesariamente debe ser implementada en las aulas.
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