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El problema más grande que se encuentra un terapeuta durante una situación de urgencia es que, cuando una persona está muy nerviosa o tiene un ataque de pánico, los que están a su alrededor van a funcionar como una activación inconsciente. Y aunque los demás se muestren desbordados por la situación, el rol del psicólogo en emergencias debe, bajo cualquier circunstancia, mantener la estabilidad y la calma.

Objetivos específicos

Tener claros los objetivos de la intervención nos va a permitir mantenernos enfocados en lo que queremos conseguir. Así evitamos que la agitación de la persona que la que vamos a trabajar nos afecte. . Es fundamental resaltar que lo importante en una situación de alto estrés es comunicarnos con la parte del cerebro que decide. Es decir, con el sistema límbico.

Pero… ¿cómo se comunican los sistemas límbicos? Pues a través de una especie de wifi emocional; a través de las sensaciones que se manifiestan se produce un contagio emocional de los mamíferos que están cerca. Si una cebra percibe una leona, se pondrá en tensión y esa tensión se contagiará inmediatamente a todas las que tenga a su alrededor. Dos mamíferos juntos no pueden estar uno en tensión y otro relajado: antes o después uno contagiará al otro. En nuestra contra está que es más adaptativo para la supervivencia que el mamífero que está en peligro contagie al que se siente seguro porque, en una situación de peligro, es mejor ser negativo. Eso nos permite anticipar y prepararnos ante cualquier contingencia que se pueda producir.

Los objetivos en una situación de estrés agudo son:

  • Mantener la seguridad en la situación, contagiar de nuestra capacidad de afrontamiento a las personas con las que trabajamos.
  • Ayudar a la persona a recuperar la sensación de control sobre sus propias reacciones.
  • Prevenir que el estrés basado en el miedo se convierta en agresividad hacia uno mismo o hacia los demás.
  • Disminuir la alta activación del lugar de intervención.

El objetivo de nuestra intervención es que el lugar donde estamos interviniendo sea lo más tranquilo posible. Eso no significa que vayamos a evitar que las personas expresen lo que están sintiendo. Sin embargo, lo hacemos siempre generando seguridad y ayudando a la persona a mantenerse en los cauces de la autogestión, sin desbordarse.

Reacciones de las personas en estrés agudo y ansiedad

Las reacciones más frecuentes en una persona en estrés agudo y ansiedad es un exceso de agitación. La persona está respondiendo como si hubiese un gran peligro acechándola. Es frecuente que la persona que está reaccionando así entre en un ataque de pánico, una reacción exagerada de huida donde el sistema límbico bloquea la información que viene de la corteza. Por ende, la persona va a actuar sin pensar, focalizada en huir de un peligro que, la mayoría de las veces, es su propia reacción interna ante la mala noticia que acaba de recibir o ante el evento que acaba de sufrir.

El estrés agudo se manifiesta a dos niveles fundamentalmente:

Niveles

  • Respiratorio. Si el cerebro está detectando la necesidad inminente de huir, necesitará movilizar los músculos con toda la potencia que pueda. Como el combustible que utilizan los músculos es el oxígeno el cerebro, el núcleo parabránquial concretamente, manda la orden de captar oxígeno de manera activa. En este momento la persona entra en un programa automático en el que es más importante introducir oxígeno que expulsar dióxido de carbono y, al aumentar mucho su introducción, los pulmones pronto se llenan de aire. Cuando esto se produce la persona tiene la sensación de no poder respirar. Es obvio que si los pulmones están llenos no cabe nada más. Por tanto, es normal que tenga dificultad para inspirar más aire. La persona juzga que se ahoga porque no puede introducir cuando el problema es que tiene que soltar, vaciar los pulmones. Una vez que haga esto no tendrá dificultades para captar más aire. Paralelamente, al introducir mucho oxígeno sin expulsar dióxido de carbono se produce una alcalosis respiratoria. El nivel bajo de dióxido de carbono y el exceso de oxígeno afectan al ph del organismo, provocando síntomas mucho menos peligrosos de lo que parecen:
    • Mareo
    • Vértigo
    • Entumecimiento de manos y pies. Las manos se giran hacia dentro del cuerpo y la persona tiene dificultades para moverlas.
  • Ciruclatorio. Como el oxígeno es llevado a la sangre a través de los glóbulos rojos, el segundo síntoma que acompaña al pánico es la aceleración del ritmo cardíaco. Este aumento puede ser en potencia, palpitaciones, y en frecuencia, taquicardia. También produce que la persona se asuste porque “el corazón se me va a salir del pecho”. En ocasiones también puede sentir dolor y pensar que le va a dar un ataque al corazón. La evaluación que hace la persona de sus síntomas es mucho más peligrosa que los síntomas en sí.
  • En algunas ocasiones la persona también puede tener la sensación de que se va a volver loca. Las emociones son tan intensas y la velocidad de su pensamiento va tan rápido y está tan fuera de su control que tiene la sensación de perder el control sobre sí misma. Curiosamente, los estudios indican que la aparición de ataques de ansiedad cursa de manera inversamente proporcional con tener brotes psicóticos. Le puedes decir a la persona que quien sufre ataques de ansiedad tiene hasta diez veces menos posibilidades de tener un trastorno psicótico que alguien que nunca ha tenido un ataque de pánico.

Pautas de intervención

Acercamiento adecuado

Obviamente lo primero que hay que cuidar cuando atendemos a una persona en estrés agudo es cómo nos aproximamos a ella. Como el objetivo es transmitir seguridad, tenemos que acercarnos de manera que la persona pueda vernos. Es bueno acercarnos por delante de ella captando su atención. Nos presentamos, diciéndole nuestro nombre y la organización a la que representamos. Recomiendo no presentarnos como psicólogos a no ser que queramos transmitir que tenemos competencias para manejar la situación. La mayoría de las veces, alguien en una situación de estrés agudo puede reaccionar defensivamente ante un psicólogo negando que nos necesite. Luego le preguntamos su nombre para, por un lado, captar su atención al invitarle a contestarnos y poder referirnos a él de una forma más familiar, por otro.

Si la persona está tan fuera de sí que no puede escucharnos ni hablarnos, procederemos a actuar como vamos a describir a continuación. Pero pese a que no esté en condiciones de atendernos, siempre es recomendable presentarnos y decir nuestro nombre.

Acompañamiento y conducción

Una vez que nos hemos presentado el objetivo es conectar con su sistema límbico. Ya hemos dicho que la emoción decide y la razón justifica, así que más importante que lo que decimos será el cómo lo decimos. Nuestro tono de voz, volumen y velocidad tienen que aumentar para conectar emocionalmente con lo que la persona está sintiendo. Se debe mostrar seguridad y firmeza, pero en ningún caso que sea de reproche o crítica. Tenemos que transmitirle que entendemos lo que está pasando. Para eso podemos describir lo que le está pasando, manteniendo una situación de calma y seguridad y nuestra voz firme y contundente. El mensaje que queremos transmitir es “Yo sé lo que te está pasando (y no me asusto con ello porque lo entiendo y para mi es normal) y es el camino hasta volver a estar bien”. Describir o anticipar las reacciones de hiperventilación que acabamos de describir puede hacer entender a la persona que conocemos perfectamente lo que le está pasando. Si nosotros no nos asustamos frente a sus síntomas, ella tampoco tiene porqué hacerlo.

También podemos acompasar su ritmo a nivel físico. Podemos mover nuestra mano al ritmo al que está respirando o igualar nuestros movimientos corporales a los que la persona está mostrando. Si por ejemplo está moviendo el tronco adelante y atrás, podemos hacer el movimiento nosotros al mismo ritmo aunque de una manera menos evidente mientras utilizamos el tono de voz y la descripción de síntomas de la que hablábamos antes.

Una vez que hayamos conectado con la persona y tengamos su atención, llegará el momento de conducir. Empezaremos a hablar de la solución, de lo que vamos a hacer para que se le pase, mientras bajamos nuestro volumen y tono de voz y mostramos una creciente tranquilidad.

Contacto físico

En este caso, el contacto físico hay que valorarlo. En ocasiones, como acabamos de describir en las técnicas para eliminar la hiperventilación, puede resultar muy útil. Si la persona está en pánico sin reacciones agresivas, estará indicado el contacto físico para que nos sienta más cerca. Si hay alguna manifestación de agresividad, lo evitaremos. Para contener a una persona que está en un ataque de pánico moviéndose de un lado para otro de manera incontrolada podemos, por ejemplo, tomarla del brazo parando su movimiento, decirle que nos mire y… ¡hacerle una pregunta absurda! Como en el caso anterior, agarrarla del brazo y pararla haciendo que nos atienda para sorprenderla con una pregunta que la saque de las respuestas automáticas que pueda dar. Preguntas cómo “¿De qué color son tus calcetines?” o alguna otra que no tenga sentido puede darnos unos segundos de sorpresa donde hacer otra respuesta que si tenga sentido y que haga que la persona “vuelva” a ser consciente. Esta es una estrategia que puede sustituir de manera eficaz al famoso tortazo cuando una persona está “histérica”, es una manera de ayudarla a volver a pensar.

Proteger

La persona en estrés agudo puede hacer cosas que le pongan en peligro como correr descontroladamente hacia un acantilado o hacia la carretera por donde circulan los coches. Por eso es importante que le prestemos atención y garanticemos su seguridad:

  • Acompañarla a un lugar seguro donde esté libre de zonas de riesgo y donde pueda se vigilada.
  • Observar sus reacciones, especialmente las que tienen que ver con rumiaciones culposas, pensamientos agresivos o de auto agresión.
  • Explorar sus necesidades y ofrecer ayuda en lo que podamos. A veces dar información de lo que va a ocurrir o lo que se está haciendo para manejar la situación crítica puede dar mucha seguridad.

Respetar sus decisiones

Mientras no representen un peligro para ella o dificulten la intervención de los equipos de rescate o la nuestra. Es importante escuchar a la persona y normalizar sus emociones, incluso facilitar su manifestación. No podemos olvidar que, aunque tenemos que ayudar a recuperar el control de la persona que está en un ataque de ansiedad o pánico, nuestro objetivo no es tranquilizarla o que no sienta. Nuestro objetivo, en cambio, es que pueda manifestar y sentir lo que siente de una manera más adaptativa.

Pautas de respiración y relajación

Cuando la persona ya tiene gobierno sobre sus reacciones, podemos prevenir enseñándole técnicas de respiración o de relajación. La respiración diafragmática es una técnica sencilla y muy útil para gobernar el próximo pico de ansiedad. Podríamos darle las instrucciones de esta manera:

Al inspirar, el diafragma se aplana y empuja hacia abajo. Eso hace que en circunstancias normales el vientre se hinche hacia fuera con la inspiración provocando que el abdomen se redondee. Cuando estamos en una situación de estrés tensamos el abdomen. Esto es adaptativo. Nos prepara para proteger los órganos vitales en caso de un golpe o para hacer un movimiento rápido que lo evite, pero también impide que el diafragma haga su movimiento. Es importante tomar conciencia de las situaciones en las que tensamos nuestros músculos abdominales y contenemos la respiración, para poder cambiar estos procesos.

Ahora pon una mano sobre el pecho y otra sobre el ombligo, haz una inspiración y trata de mover la mano que tienes sobre el ombligo sin mover la del pecho. Concéntrate en llevar el aire que inspiras hacia la zona del ombligo. Una vez que seas capaz de hacer eso puedes empezar a respirar en cuatro tiempos:

  • Toma aire y llévalo a redondear el vientre.
  • Aguanta unos segundos con el aire dentro.
  • Suelta el aire muy poco a poco, como si respirases por una pajita.
  • Aguanta unos segundos sin aire.

Recuérdale a la persona que vacíe completamente los pulmones para que luego la inspiración sea más fácil. Cada vez que se sienta nerviosa y se descubra aumentando su respiración, puede utilizar esta sencilla técnica para mantener el control sobre su respiración y evitar que ésta se haga automática.

Algunas de las técnicas de relajación que existen también podrían ser muy adecuadas para este tipo de situaciones. Enseñarle alguna práctica cuando empiece a ponerse nerviosa o incluso para practicar una o dos veces al día pueden resultar de gran ayuda.

Realizar tareas

Una de las cosas que pueden hacer que la persona tenga más fácil manejar sus reacciones es tener algo que hacer. El riesgo de estar ociosa en una situación de alto estrés es que la mente se dedique a construir pensamientos que alimenten las reacciones de miedo y ansiedad. Asignar tareas, hacer que la persona nos ayude con algo o ayude a otros (si está en disposición de hacerlo), puede hacer que se concentre en algo sobre lo que si tiene control y eso facilite su sensación de seguridad. Si además lo que hace es útil para alguien, pues mucho mejor porque le dará un sentido a lo que está haciendo.

Manejo de los síntomas fisiológicos

En las reacciones típicas hay dos tipos de síntomas fisiológicos que tenemos que ayudar a la persona a manejar: los respiratorios (especialmente la hiperventilación) y los cardíacos.

Respiratorios

La respiración diafragmática que hemos descrito en un punto anterior es una buena técnica para mantener la respiración en sus niveles adecuados. Además, cuando intervengamos con una persona que está hiperventilando, tenemos que utilizar la técnica de acompasar y conducir que en una situación práctica podría seguir los siguientes pasos:

Empezamos en un tono alto que acompase la tensión de la persona a la que estamos atendiendo a la vez que muestra seguridad y que no nos asustamos por lo que le está pasando. Le podríamos decir: “Mario, mírame, estás respirando muy rápido y eso te está haciendo marearte y que tu cuerpo se ponga rígido, asusta mucho pero es una reacción normal. Vamos a respirar más despacio.” Aquí podemos acompañar el ritmo respiratorio que vamos a acompasar con un movimiento de nuestra mano o, si tenemos más confianza, cogiéndole de la barbilla y acompañando los movimientos de inspiración (sube la cabeza) y expiración (baja la cabeza). “Coge aire, suelta, coge, suelta”. Esto se hace al ritmo que lleva el paciente y entonces tenemos dos opciones:

  • Sorprenderle, tras repetir un par de veces su ciclo respiratorio le podemos decir “Stop” con un volumen alto y de manera seca, si le estamos tomando de la barbilla parando el movimiento. Eso producirá una reacción de sorpresa que le paralizará lo que facilitará que siga al pie de la letra la próxima instrucción que le demos. Que será volver a describirle el ritmo respiratorio, pero alargando la salida del aire y acortando la inspiración.
  • Evitar la sorpresa y solo aplicar la segunda parte del punto anterior. Ir poco a poco alargando la expiración y acortando la inspiración hasta que la persona recupere el ritmo por sí misma.

Otra técnica para manejar la alcalosis respiratoria y equilibrar los niveles de oxígeno y dióxido de carbono es hacer que la persona respire dentro de una bolsa. Al respirar dentro de la bolsa agotará el oxígeno que hay dentro con lo que los niveles bajarán mientras suben los de dióxido de carbono que es el aire que va a haber en la bolsa en un par de respiraciones. Si es posible utilizar una bolsa de papel, es más cómoda y no se pega a la cara del paciente. Si no tienes una bolsa le puedes pedir un guante de látex a los servicios sanitarios lo más grande que tengan.

Circulatorios

Para manejar los síntomas circulatorios, normalmente utilizamos el acompasamiento y la conducción a nivel verbal. Esto resignifica la evaluación que el paciente está haciendo del síntoma. Así, podemos hacer que la persona cierre los ojos y se centre en el latido de su corazón. Mientras mostramos seguridad tenemos un discurso que muestra la fuerza del corazón, su capacidad para llevar oxígeno a todos los músculos y lo útil que eso sería si lo necesitásemos (esto indica indirectamente que no lo necesitamos). Podemos decirle a la persona que agradezca a su corazón su capacidad, su fuerza, su salud, convirtiendo el juicio negativo sobre su taquicardia o palpitaciones en algo positivo y señal de fuerza y salud. Podemos hacer que la persona se coja el pulso y conecte con su corazón, que escuche a su corazón que siempre está ahí para ella o cualquier otra instrucción que sea apropiada a las creencias o conocimientos de la persona con la que estamos trabajando.

Otra técnica para bajar la tensión cardíaca es dar un suave masaje circular sobre las órbitas oculares. Podemos hacer que la persona se masajee a si misma o ayudarla nosotros, teniendo cuidado con no llevarla hacerlo mucho rato o muy fuerte para no provocar una bajada de tensión demasiado grande. Para tu propia tranquilidad recuerda que lo peor que puede pasar con estos síntomas es que llegados a un punto la persona se desmaye. En ese momento todos los valores del cuerpo volverán a la normalidad. Veremos qué hacer en esos momentos en la unidad dedicada a los primeros auxilios físicos para que sepas actuar y mantengas la seguridad en ti mismo.

Psicología en emergencias

La figura del profesional de la Psicología cobra una gran importancia en la actualidad, porque las personas han comenzado a reconocer la necesidad de un terapeuta capaz de acompañarlos en los momentos más difíciles de su vida. Para ello, el experto debe tener conocimientos específicos en las diferentes áreas de intervención que existen.

Desde TECH Universidad Tecnológica, esta capacitación de alta calidad puede obtenerse de diferentes maneras. Cada una de ellas se ve representada por posgrados académicos como el Máster en Hipnosis Clínica y Relajación o el Máster en Psicología Clínica Infantojuvenil. Entre estos ejemplos mencionados se evidencia una gran variedad en el manejo de temas a desarrollar.

Sin embargo, dentro de la institución existen muchas opciones más que hoy puedes elegir bajo tu propio criterio y tus metas. Entre ellos se destaca el Máster en Psicología de Urgencias y Emergencias, el cual ofrece habilidades en pro a las situaciones no previstas que afecten la salud mental de los individuos implicados.

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