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Se debe adquirir una visión crítica y actualizada sobre la importancia de la alimentación en la mujer gestante. Las características en las que se debe basar la alimentación de una mujer embarazada deben conocerse teniendo en cuenta las necesidades nutricionales, el impacto de la alimentación en la microbiota intestinal y el patrón dietético.

El embarazo constituye una de las etapas de mayor vulnerabilidad. Esto se debe a que es la época en la que se programa una parte importante de la salud del futuro bebé. Desde la fecundación, acontecen multitud de procesos que logran aumentar el número y tamaño de nuevas células con el fin de conseguir una nueva vida intrauterina. Estos procesos se ven afectados no solo por factores genéticos, sino que los factores ambientales desempeñan un papel clave también: la alimentación, el estrés, los niveles de hormonas de la madre, la presencia de factores tóxicos (como el alcohol, el tabaco o fármacos) o las infecciones. Además, tal y como afirman las últimas investigaciones en la materia, la microbiota intestinal de la madre también juega un papel determinante en la salud del futuro bebé.

La placenta es un nuevo órgano que se forma durante el embarazo a partir de las mismas células que dan lugar al feto. Es el órgano encargado de proporcionar nutrición y oxígeno al feto durante su desarrollo, especialmente durante el segundo y tercer trimestre de gestación. También se encarga de eliminar deshechos, así como de sintetizar hormonas y otras sustancias de regulación. El mantenimiento de una placenta sana y el suministro de todos los nutrientes que requiere será crucial para el correcto desarrollo del futuro bebé.

La alimentación de la embarazada repercute de manera clave en la salud del recién nacido, y debe ir encaminada a buscar varios objetivos:

  • Asegurar el aporte de macro y micronutrientes.
  • Facilitar una microbiota intestinal adecuada.
  • Evitar ciertos tóxicos y microorganismos que puedan repercutir negativamente en la salud (no se desarrolla en este tema, aunque se proporcionará información sobre ello).
  • Conseguir un patrón dietético saludable.

¿Hay que comer por dos?

La gestación implica una gran cascada de cambios metabólicos y fisiológicos para asegurar el aporte adecuado de sustratos al feto. Por ejemplo, durante el primer trimestre de embarazo, se acumula más grasa en el tejido adiposo, dando lugar a un aumento de peso de la futura madre. Esto permite una mayor disponibilidad de grasa durante la gestación y también durante la lactancia. Otra adaptación ocurre para asegurar el aporte de glucosa al feto. Se trata de una ligera resistencia a la insulina en los tejidos de la embarazada.

Las adaptaciones también afectan al sistema digestivo. Durante este proceso, es evidente la reducción tanto del tono muscular del estómago como de la motilidad intestinal. Con ello se favorece una mayor absorción de nutrientes. Además, se modifica la liberación de péptidos y hormonas gastrointestinales, lo que produce cambios como el aumento de apetito o la somnolencia postprandial de la mujer. Todos estos cambios (que ocurren desde el inicio de la gestación), sumados a la expansión del crecimiento fetal, son responsables de algunos síntomas típicos del embarazo. Otros son náuseas, vómitos, estreñimiento o reflujo gastrointestinal.

Por lo tanto, los cambios hormonales y metabólicos que ocurren durante el embarazo preparan a la mujer para facilitar la llegada de nutrientes al interior de su organismo. El primer paso para asegurar una correcta nutrición es llevar a cabo una alimentación saludable. No hay que comer por dos; en tal caso, hay que comer dos veces mejor. En cuanto a la ingesta de nutrientes, durante el embarazo se debe de mantener especial atención a los siguientes:

Proteínas

En animales se ha observado que una dieta baja en proteínas reduce la secreción insulínica, mientras que una dieta alta en este nutriente induce cambios en genes asociados con el metabolismo energético en el hígado.

Cualquier mujer debería ingerir al menos 0,8g/kg de peso, o bien alrededor de unos 46 gramos de proteína al día, según las recomendaciones nutricionales para la población española propuestas por el FESNAD en 2010. Durante el embarazo, a partir de la segunda mitad del mismo, es necesario incrementar 25 gramos de proteína al día (alrededor de 1,1 g/kg de peso) para asegurar la síntesis de tejidos maternos y fetales. Buenas fuentes de proteína son: huevos, pescados, legumbres, carnes y frutos secos.

Folatos (Vitamina B)

La ingesta diaria recomendada de folatos para las mujeres no gestantes es de 300 microgramos, mientras que, durante la gestación, se deben ingerir 500 microgramos al día.

Hace décadas que se conoce la relación entre el déficit de folatos y malformaciones congénitas producidas por defectos del tubo neural del feto. Existe una evidencia sólida de que la suplementación periconcepcional de ácido fólico ayuda en la prevención de los defectos del tubo neural. No obstante, el tubo neural del embrión humano se cierra entre los días 25 y 27 después de la concepción. Por ello se recomienda la ingesta de un suplemento de 400 microgramos de ácido fólico al día a toda mujer que esté planeando un embarazo, y se aconseja mantener el aporte hasta los tres meses siguientes. En mujeres que ya hayan tenido un hijo con defectos del tubo neural, se aconseja una dosis de 4 miligramos al día de ácido fólico.

Calcio

La ingesta suficiente de calcio es, junto con otros factores, importante para mantener una correcta salud ósea. Además, la ingesta adecuada de calcio podría prevenir la preeclampsia del embarazo, especialmente en aquellas mujeres que tienen mayor riesgo de desarrollar hipertensión.

Ahora bien, ¿cuál es la ingesta adecuada de calcio? Es un dato que no está muy claro ya que las recomendaciones actuales están, seguramente, sobreestimadas. Además, para mantener un correcto metabolismo del calcio, no es suficiente con asegurar su aporte sino que también es necesario mantener un buen estatus de vitamina D, hacer actividad física, así como llevar una alimentación alejada de azúcares y sal refinada. Como fuentes alimentarias de calcio se encuentran los lácteos (leche, yogur, queso), pero también otros alimentos que contienen calcio de alta biodisponibilidad: crucíferas (col, brócoli, coliflor), pescados pequeños con su espina o semillas de sésamo tostadas.

Vitamina D

La vitamina D (en realidad, una prehormona) tiene múltiples funciones más allá de la regulación del metabolismo del calcio. Durante el embarazo existen adaptaciones por la que se aumenta la activación de esta vitamina: las mujeres embarazadas tienen aproximadamente el doble de 1,25-hidroxicolecalciferol en sangre que las mujeres no embarazadas. Se cree que esta adaptación tiene como objetivo la regulación inmunológica en la placenta y el endometrio.

Actualmente no hay suficientes datos como para dar una recomendación específica sobre vitamina D para mujeres embarazadas. Las fuentes dietéticas de esta vitamina más importantes son el pescado azul y el huevo. No obstante, la síntesis solar en la piel es clave para mantener un correcto estatus de vitamina D. También se debe valorar la necesidad de suplementar en algunos casos de forma individualizada.

Hierro

La futura madre necesita formar más sangre para la placenta y el bebé. Si no parte de unas buenas reservas de hierro y su alimentación es insuficiente, puede desarrollar anemia.

Según los estudios científicos actuales, no existe beneficio en la suplementación rutinaria a todas las mujeres embarazadas del mundo desarrollado. Por esto solo se recomienda suplementación de hierro si la mujer tiene déficit de hierro o riesgo de hemorragia severa. En cualquier caso se recomienda incluir alimentos ricos en hierro: semillas oleaginosas y frutos secos (preferiblemente tostados o remojados), legumbres (preferiblemente cocinadas previo remojo), marisco, carne roja y pescado azul.

Yodo

Las necesidades de yodo durante el embarazo son más altas debido al incremento (alrededor de un 50%) en la producción de tiroxina (T4) por parte de la madre. La hormona tiroidea es necesaria para la formación y desarrollo del sistema nervioso del feto. El déficit de yodo prolongado durante esta etapa puede llegar a causar retraso en el desarrollo cognitivo, hipotiroidismo fetal y cretinismo.

La ingesta diaria recomendada de yodo para las mujeres no gestantes es de 150 microgramos, mientras que durante la gestación se deben ingerir 175 microgramos al día. El yodo se encuentra en los productos del mar: pescados, mariscos y algas marinas. Además, se ha hecho muy común el uso de sal yodada para prevenir este déficit, aunque solo sería necesario si no se consumen los alimentos citados de forma habitual.

Ácidos grasos omega 3

Aunque existen datos heterogéneos, la evidencia científica muestra que los omega 3 de cadena larga (EPA y DHA) pueden reducir la tasa de parto prematuro. Su suplementación es especialmente interesante para prolongar la gestación en mujeres con embarazo de riesgo. También existen datos que muestran una posible relación entre la ingesta de estos omega 3 durante el embarazo y mejoras en el desarrollo cognitivo y en la visión en el bebé. Así mismo tienen un efecto protector frente a la obesidad y enfermedades como el asma; no obstante, se necesitan más estudios para corroborarlo.

Nutrición en casos especiales

El Máster en Diabetes y el Máster en Medicina y Salud Integrativa Avanzada de TECH Universidad Tecnológica intervienen en la evolución de las patologías, en unos casos como factor etiológico y en otros como complicación. Por ello existe un creciente interés en el estudio de la alimentación y nutrición de soporte en un gran número de patologías.

Este programa de Máster en Nutrición Clínica en Pediatría está orientado a actualizar al médico para que pueda incorporar los avances que se producen en nutrición clínica, con el fin de mejorar el pronóstico de sus pacientes.

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