La cuestión principal de una rehabilitación en fracturas se basa en la reducción articular de la zona afectada (abierta, cerrada o por tracción), inmovilización (fijación interna o externa) y más adelante, la recuperación de la función mediante rehabilitación y reeducación del dolor.
Todo este proceso, en el que se puede indicar una serie de pautas generales de la rehabilitación de las fracturas es porque cada una presenta unas características propias debido a la localización y la anatomía local.
Propósito rehabilitador
Instaurar la consolidación
Los aspectos que contribuyen al favorecimiento de la consolidación ósea en las fracturas son:
- Inmovilización de los fragmentos óseos para mantenerse en posición y alineación correctas hasta su correcta consolidación. La inmovilización puede lograrse por fijación externa (vendajes, enyesados, férulas, tracción continua o fijadores externos) o fijación interna.
- Irrigación de los vasos sanguíneos.
- Compresión para producir el efecto deplectivo que favorece el drenaje de los vasos linfáticos.
Trabajo sobre lesión de partes blandas
En la gran mayoría de las fracturas, existe una afectación de las partes blandas, en las que se puede encontrar hemorragia y edema . Esa afectación, juega un papel importante en el pronóstico y tratamiento de las fracturas.
Al producirse la rotura de los vasos sanguíneos durante el traumatismo, se puede encontrar la aparición inicial de hemorragia, presentando posteriormente equimosis, que puede llegar a ser significativa y edema.
Disminuir las consecuencias de la inmovilización
La exploración de fuerza muscular del miembro afectado o articulación dañada, darán atrofia muscular de mayor o menor grado.
Es preciso que, durante el período de inmovilización, sea necesario la realización de ejercicios de potenciación de manera isométrica (IL5) en la musculatura afectada, sobre todo en la primera y segunda semana postquirúrgica, y hacer ejercicios activos/asistidos del resto de la extremidad y de las otras partes del cuerpo.
Tratamiento farmacológico de las fracturas
Desde el punto de vista clínico, los tratamientos más conocidos de las fracturas son la inmovilización como tratamiento conservador y el tratamiento quirúrgico
en los casos más complejos, pero hay otras opciones que complementan el tratamiento de las fracturas y que incluso pueden ayudar a prevenirlas en casos
de deficiencia.
Existen herramientas que pueden ayudar a conocer el riesgo de fractura a 10 años vista, según la edad, el índice de masa corporal, las fracturas previas, lo niveles de vitamina d y otros factores de riesgo. Estas herramientas
están disponibles para su uso en las guías de práctica clínica de las principales asociaciones de enfermedades metabólicas y óseas, estas sirven para determinar la indicación o no de los diferentes fármacos disponibles en el mercado.
El tratamiento farmacológico pues puede estar enfocado a:
- Reducir los síntomas asociados
- Prevenir las refracturas y complicaciones
- Ayudar al remodelado óseo
Para reducir los síntomas asociados a las fracturas se puede centrar en aquellos que causan mayor incapacidad en el paciente, ya sea por la inflamación, en cuyo caso se utilizarán los antinflamatorios (AINES): diclofenaco, dexetoprofeno y ketorolaco principalmente, o ya sea por el dolor en cuyo caso se utilizarán: paracetamol, metamizol o derivados de la morfina, siempre siguiendo la escalera analgésica de la OMS (figura 1). Se tendrá en cuenta que los AINES no electivos y AINES selectivos de la COX2: inhiben la formación ósea, la consolidación de
la fractura y la osificación endocondral y membranosa de forma autolimitada y reversible, por lo que se recomienda su administración discontinua y limitada en el tiempo.
Este tema se centrará en los más utilizados para la prevención de las fracturas como son el calcio y la vitamina D, en los que evitan complicaciones como
son los inhibidores de la formación ósea: bifosfonatos, calcitonina y raloxifeno o los que ayudan al remodelado óseo como el ranelato de estroncio o la teriparatida.
En la prevención de las fracturas es primordial mejorar la calidad de la estructura ósea, pero a menudo, las fuentes alimenticias de calcio y vitamina D son esenciales para conseguirlo, son limitadas y se requiere un aporte
complementario. La guía europea para el diagnóstico y tratamiento de la osteoporosis recomienda el empleo de al menos 1 000 mg. de calcio y 800 UI de vitamina D diarias para mantener la salud ósea. Las fuentes de vitamina D son:
• La exposición solar, a través de la radiación ultravioleta B, induce la conversión en la piel del 7-dehydrocolesterol a provitamina D3, que rápidamente se convierte en vitamina D3 o colecalciferol.
• La dieta, aunque son escasos los alimentos que contienen cantidades significativas de esta vitamina, los alimentos fortificados con vitamina D y los
suplementos que contienen esta vitamina.
• La vitamina D procedente de la dieta o de la exposición solar se metaboliza en el hígado a 25-hidroxi-vitamina D (25 OH D), la cual se transforma a la forma activa, la 1,25-hidroxi-vitamina D (1,25 OH D) o calcitriol por acción de la 1-α-hidroxilasa renal. La producción renal de 1,25 OH D está estrechamente regulada a través de los niveles de parathormona, calcio y fósforo séricos.
Los suplementos de calcio y vitamina D están recomendados solo si es capaz de ingerir las 1000-1200 MG de calcio y los 600 – 800 MG de vitamina D, que según las principales sociedades científicas, necesitamos cada día. La variedad el equilibrio y la moderación en la cantidad (tamaño de la raciones) son principios básicos que favorecen una alimentación saludable. La causa más frecuente de hipovitaminosis es la falta de exposición solar, vive alejado del sol y cuando se expone a él lo hace con cremas de alta protección solar, pero, si los filtros solares reducen el riesgo de quemaduras y de cáncer, también, bloquean la capacidad del organismo para producir la vitamina D. Existen otras variables que se añaden al riesgo de no poder metabolizar esta vitamina y que pueden
inducir a una hipovitaminosis.
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