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La noción del ser humano según Platón se entiende a partir de los diálogos en los que aborda la naturaleza humana, principalmente los diálogos enfocados en explicar el carácter más importante de las personas, el alma, son los que nos permiten comprender diversos temas de estudio en la filosofía. Tal es el caso de las facultades del alma y su tripartición, la alegoría del carro alado y la concepción del hombre como ser dialógico.

Dificultades

El del ser humano es uno de los conceptos fundamentales que aborda Platón a lo largo de toda su obra. Sin embargo, lo hace esporádicamente y de manera tangencial. Es decir, no es un tema al que le haya dedicado uno de sus diálogos en específico. Este es uno de los motivos por lo cual su estudio se hace complicado, pues es necesario adentrarse en distintos diálogos. Muchos de ellos no están tan relacionados al tema como para poder tener una aproximación más o menos precisa de lo que Platón conceptualizó respecto a la noción del hombre. Además hay que agregar que mucha de esta información está contextualizada según el objetivo principal del diálogo en cuestión. En pocas palabras, se inspiran en otros temas que no siempre ayudan a comprender a cabalidad el concepto expuesto en esta investigación. Sin embargo, el problema del hombre es algo que no pasó inadvertido para Platón.

Otra dificultad importante consiste en saber seleccionar qué obras de Platón son fidedignas, pues algunos diálogos son considerados espurios y de otros tantos se duda de su autenticidad. Así pues, se le atribuyen más obras a nuestro autor: a lo largo de un período de cincuenta años Platón compuso diálogos, que se han conservado en su totalidad. En este caso, a diferencia de lo que ocurre con otros autores de la Antigüedad, el problema no es la pérdida de obras sino el hecho de que se le atribuyen algunos diálogos de dudosa autenticidad. Otros son claramente apócrifos.

No es de menor importancia resaltar que Platón tiene un diálogo que entra en la problemática ya descrita intitulado Alcibiades primero. El tema central es abordar precisamente cuál es la naturaleza del hombre y, aunque en la Antigüedad era un diálogo que gozó de mucha fama al considerarse incluso como el primer diálogo que tenía que ser leído, no lo abordaremos en este estudio. Vale decir lo mismo de las llamadas definiciones, un pequeño glosario filosófico espurio que también se llegó a considerar como platónico, en el que se definía al hombre como animal bípedo e implume.

Las principales fuentes

Platón explica la noción del ser humano en distintos diálogos, aunque de manera tangencial y no como problema principal. Uno de los más célebres es el diálogo Fedón, que consiste en narrar las últimas horas de vida del filósofo Sócrates. Otro diálogo es el Simposio o Banquete, que describe, como su nombre lo indica, un banquete para celebrar la premiación del poeta Agatón, por la cual los interlocutores se proponen hacer un encomio al dios del amor.

Fedro es otro diálogo en el que Platón aborda la noción del hombre. En el caso de este diálogo, es prácticamente imposible decir cuál es el tema principal por la gran cantidad de contenidos temáticos. Finalmente, otra de las obras en las que se puede encontrar la noción del hombre en Platón es la célebre República, una de las obras más estudiadas a lo largo de la Historia, en la cual podemos encontrar el pensamiento político del filósofo ateniense.

Cuerpo y alma

Algo que queda claro respecto a la noción de ser humano en Platón es que éste es un compuesto de cuerpo y alma. Cuando se expone la composición física del hombre según Platón, se menciona lo siguiente:

«El microcosmos refleja el macrocosmos. Nuestros cuerpos se componen de porciones pequeñas de las mismas cuatro masas elementales —fuego, aire, agua y tierra— que el universo y recurren al cuerpo del universo para su sustento y crecimiento. De un modo semejante, nosotros tenemos almas y no podemos suponer que la Inteligencia Suprema nos las haya proporcionado a nosotros y no haya conseguido proporcionar un alma al macrocosmos al igual que un cuerpo. Nuestras almas, qué duda cabe, del mismo modo que nuestros cuerpos, se derivan de su complemento universal.”

En el ya mencionado diálogo Fedón, el tema principal es demostrar la inmortalidad del alma, pues en la trama narrativa Sócrates trata de convencer a sus alumnos de que la muerte no le afecta en nada. En este diálogo se establece una noción dualista del hombre que estaría conformado de cuerpo y alma. De esta manera, en el cuerpo estarían lo sentidos mientras que en el alma radicarían las facultades más importantes, entre las que destaca el intelecto.

Esta primera definición es importante en la epistemología platónica, pues sienta las primeras bases de cómo y con qué órgano conoce el hombre: con los sentidos del cuerpo. Por su naturaleza sensible, el hombre es capaz de percibir los entes fenoménicos. Por el contrario, con el intelecto es capaz de conocer las realidades intelectuales. Fundamental en la filosofía de Platón es la radical dualidad alma-cuerpo lo que propicia una visión espiritual de la vida. Orienta la moral y una antropología dualista, así como una peculiar concepción del conocimiento coma anámnésis (recuerdo), que implica la existencia del alma separada.

La tripartición del alma

Un análisis más profundo del alma se encuentra en el diálogo Fedro. En este diálogo, Platón explica, mediante una analogía, que el alma está dividida en tres partes. El ejemplo que utiliza es un carro alado tirado por dos caballos, uno negro y otro blanco, conducido por un auriga. El caballo blanco representa el timós o coraje; el caballo negro, el apetito; mientras que el auriga representa a el intelecto. De esta manera, Platón reconoce una cierta naturaleza irracional en el alma, el principal componente del ser humano. La importancia de este diálogo radica en considerar que los apetitos o pasiones son una parte inherente a la naturaleza humana.

Al respecto de la analogía del alma como un carro alado, François Châtelet (1992) dice lo que reproducimos a continuación: “A la complejidad de la naturaleza del Alma nos habitúa la imagen que se propone en el Fedro: supongamos un carro tirado por dos caballos. Los dos son fogosos, más uno de ellos se muestra rebelde, prefiriendo seguir, casi sistemáticamente, los caprichosos deseos que le impulsan: se abandona a sus desordenes ímpetus y a cada momento peligra que dé al traste con el carro. Otro es igualmente brioso, pero quiere portarse bien. Aunque, la mayoría de las veces, no sabe cómo hacerlo: sigue adelante, procurando mantener la unidad del tronco y el desorden del carruaje. Hay también el conductor, el cochero: éste sabe –debe saber- adónde se va. Su función es moderadora: ha de dominar al primer corcel y dirigir al segundo; ha de imponer su dirección, aunque de ellos se siga alguna dificultad dolorosa. El Alma que se logra, que alcanza el éxito, es la que reconoce la preeminencia del cochero.” Es decir, aquella que se realiza a sí misma es la que logra seguir la parte más importante del alma: el intelecto.

La tripartición del alma también es una innovación de Platón, pero dicha noción va teniendo distintos matices a lo largo de los diálogos. David Melling (1997) dice al respecto lo siguiente: “El alma humana en el Banquete ya no es un puro intelecto, sino que es también la sede del amor y del deseo. En la República y el Fedro, Platón nos brinda una descripción de la estructura fundamental del alma que viene a añadir un nuevo grado de complejidad, al representar al alma con tres elementos fundamentales: el intelecto, el deseo, y el thymos (espíritu).”

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