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La voz es el principal canal de comunicación del ser humano. A pesar de que un alto porcentaje del ser humano no presenta problemas a nivel del habla, existe una pequeña parte de la población que tiene dificultades en el lenguaje. Para solucionar estos inconvenientes existen diversos métodos y terapias que pueden ser una solución, que, a pesar de llevar un tiempo extenso de tiempo, tienen un buen resultado. Para aplicar estas terapias es necesario que el profesional conozca la fisiología de la voz, su funcionamiento y composición.
Generalidades del tejido muscular
En el cuerpo humano se encuentran tres tipos de tejido muscular: el esquelético, el cardíaco y el liso. Estos tres tipos de tejido, pese a compartir propiedades, difieren entre sí en su histología, localización y en la regulación que reciben por parte de los sistemas nervioso y endocrino. El tejido muscular esquelético recibe ese nombre debido a que la mayoría de estos músculos mueven los huesos del esqueleto.
Este tipo de músculo es estriado, lo que significa que se ven bandas oscuras y claras alternadas. Es un músculo de control voluntario y su actividad puede ser controlada en forma consciente por las neuronas que forman parte de la división somática del sistema nervioso. No obstante, la mayoría de músculos se controlan de forma subconsciente (por ejemplo el diafragma). El tejido muscular cardíaco solamente se encuentra en el corazón y forma las paredes de este órgano. La característica de este músculo es que pese a ser estriado, es de control involuntario.
Los ciclos de contracción y relajación de este músculo los controla un marcapaso que inicia los ciclos, el cual se ve ajustado por diferentes hormonas y neurotransmisores. El tejido muscular liso se encuentra en la pared de estructuras huecas internas como pueden ser los vasos sanguíneos, las vías aéreas y en las vísceras de la cavidad abdominopelviana. A nivel cutáneo se podría encontrar en los folículos pilosos. Por contra del tejido muscular esquelético y cardíaco, este no presenta estriaciones y de ahí viene su nombre.
Formación del tejido
Estos son músculos de acción involuntaria y con cierto automatismo. A través de contracciones sostenidas o alternadas, el tejido muscular posee cuatro funciones principales:
- Producir movimientos corporales.
- Estabilizar las posiciones corporales.
- Almacenar y movilizar sustancias en el organismo.
- Generar calor.
El tejido muscular posee también ciertas propiedades que le permiten funcionar y contribuir a la homeostasis:
- Excitabilidad eléctrica.
- Contractibilidad.
- Extensibilidad.
- Elasticidad.
El tejido muscular está rodeado y protegido por tejido conectivo. Una fascia es una capa o lámina de tejido conectivo que sostiene y rodea a los músculos y otros órganos del cuerpo. La fascia superficial (Tejido subcutáneo) separa el músculo de la piel. La fascia profunda es más densa e irregular y reviste las paredes del tronco y de los miembros, manteniendo juntos a los músculos con funciones similares.
Desde la fascia profunda se extienden tres capas de tejido conectivo para proteger y fortalecer el músculo. La más externa es el epimisio, el cual rodea al músculo en su totalidad. Más interno se encuentra el perimisio que rodea grupos de entre 10 y 100 fibras musculares, separándolas en haces llamados fascículos. En el interior de cada fascículo y separando las fibras musculares se encuentra el endomisio.
Estas tres se continúan con el tejido conectivo que adhiere al músculo esquelético a otras estructuras. Las tres fascias pueden extenderse más allá de las fibras musculares y formar un tendón, el cual es un cordón de tejido conectivo denso y regular compuesto por colágeno que fijan el músculo al periostio. En caso de que los elementos de tejido conectivo se extiendan como una lámina ancha y fina, el tendón se denomina aponeurosis.
Histología de la fibra muscular
Los componentes más importantes de un músculo esquelético son las fibras musculares. Las fibras musculares se crean de la fusión de cientos de células mesodérmicas denominadas mioblastos por lo que cada fibra posee cientos de núcleos. Los múltiples núcleos de una fibra muscular se localizan justo debajo del sarcolema, la membrana plasmática de la célula muscular. Miles de pequeñas invaginaciones del sarcolema, llamadas túbulos transversos (o Túbulos T), penetran desde la superficie hacia el centro de cada fibra.
Los túbulos T se abren al exterior llenándose de líquido intersticial. A través del sarcolema y de los túbulos T viajan los potenciales de acción musculares, extendiéndose así por toda la fibra. Dentro del sarcolema se encuentra el sarcoplasma, que es el citoplasma de la fibra. Este contiene una gran cantidad de glucógeno, el cual puede ser utilizado para la síntesis de ATP. También se encuentra mioglobina, una proteína que solo se está en el músculo y que se combina con las moléculas de oxígeno y lo libera cuando la mitocondria lo necesita para sintetizar el ATP.
A gran aumento, se puede observar que el sarcoplasma se presenta colmado de pequeños haces llamadas miofibrillas (los orgánulos contráctiles del músculo esquelético). Sus prominentes estriaciones le dan al músculo su aspecto estriado. Cada una de estas estructuras está rodeada por unos sacos membranosos llamados retículo sarcoplasmático. En las zonas terminales de estos retículos sarcoplasmáticos se encuentran unas dilataciones que coinciden con los túbulos T. Cuando la fibra muscular está en reposo, el retículo sarcoplasmático almacena iones calcio, la liberación de los cuales dispara la contracción muscular.
Estructuración de las fibras
Dentro de las miofibrillas se encuentran estructuras más pequeñas denominadas filamentos, entre los que se diferencian los filamentos finos y los gruesos, los cuales se organizan en compartimentos llamados sarcómeros, que son las unidades funcionales básicas de una miofibrilla. Los sarcómeros están separados por las líneas Z, que son unas regiones estrechas de material denso en forma de placa.
Los filamentos finos y gruesos se superponen en mayor o menor medida en función de si el músculo está contraído, relajado o distendido. Las miofibrillas se componen de tres tipos de proteínas, las contráctiles, las reguladoras y las estructurales. Las proteínas contráctiles son la miosina y la actina, principales componentes de los filamentos gruesos y finos. La miosina actúa como principal proteína motora, ya que es la encargada de traccionar diversas estructuras celulares para llevar a cabo el movimiento tras convertir la energía química en forma de ATP en energía mecánica.
Tienen una forma similar a unos palos de golf enrollados entre sí. La cola de la miosina está ubicada en el centro de sarcómero, y se ubican paralelamente formando el eje del filamento. Las dos proyecciones de cada molécula, denominadas cabezas de miosina, se dirigen hacia el exterior del eje siguiendo un patrón en espiral, extendiéndose hacia alguno de los seis filamentos finos que rodean al filamento grueso.
La actina por el contrario, forma parte de los filamentos finos, los cuales se anclan a las líneas Z. Las moléculas de esta proteína se combinan entre sí para formar los filamentos y se enrollan formando una hélice. No obstante, el filamento fino también presenta, en cantidades menores, proteínas reguladoras como la troponina y la tropomiosina. Estas contribuyen a activar y desactivar el proceso contráctil.
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