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El origen del universo a menudo ha sido considerado como uno de los temas fundamentales de las humanidades. No obstante, respecto a esta cuestión, se han encargado ramas específicas como la religión y la ciencia. No es erróneo afirmar que todas ellas son cosmogonías, pues la cosmogonía es la ciencia o el sistema que estudia el origen y la evolución del universo.

El discurso religioso y el discurso científico suelen basarse en modos de argumentación y métodos distintos que hacen difícil su compatibilidad. Sin embargo, algunos teóricos han afirmado que el límite de la explicación científica solo puede ser rebasado por la religión. Por lo tanto, ambas no serían incompatibles sino distintos niveles del discurso.

Por ejemplo, la actual teoría del Big Bang presupone el origen del universo a partir de una gran exposición surgida desde la nada o un vacío primigenio. Para muchos científicos tal presupuesto es inconcebible y algunos asumen el discurso de la creación y de la fe pues, del mismo modo que argumentó Aristóteles, no puede concebirse el ser desde el no-ser. Tal cosa sería caer en una contradicción. Siempre que algo exista debe ser concebido por alguien. Por ello, si el origen y la evolución del universo provino de una gran explosión, tal hipótesis no es necesariamente incompatible con la existencia de Dios.

Tres teorías acerca del origen del universo

Edad Antigua

Prevalecía una explicación mitológica del origen del universo. Aunque la tradición en la antigüedad era esencialmente oral, existe el escrito de Hesíodo donde se recopila la cosmogonía. En cierto modo, la hegemonía de esta concepción cambió con el denominado salto del mito al logos. Así, el origen del universo fue concebido por Platón por una inteligencia ordenadora denominada Demiurgo. En el caso de Aristóteles, el universo no pudo tener un origen porque es eterno, aunque la causa primera del movimiento sea el primer motor inmóvil. En cualquier caso, para la antigüedad el universo respondía a un modelo geocéntrico. Esto significa que todo el universo oscila alrededor de la Tierra.

Edad Media

Se encuentran explicaciones y argumentaciones de carácter teológico en el que se vincula eso que los antiguos llamaron Demiurgo o primer motor inmóvil con la naturaleza de Dios. El universo seguirá siendo geocéntrico, pero no será infinito, como pensaba Aristóteles, pues debe tener un principio (creación) y un final (apocalipsis). Esta etapa se la denomina también teocéntrica por ser Dios la causa eficiencia y final del universo. Las Sagradas Escrituras dan cuenta del origen del universo a partir de la creación ex nihilo (desde la nada) de Dios. La teología y la Iglesia son intermediarias entre los seres humanos y Dios, cuya verdad revelada acerca del origen del universo será explicada mediante el Génesis.

Edad Moderna

Aparece un cambio en la concepción del origen del universo y su representación, que será  heliocéntrica. Si bien el argumento teológico sigue siendo predominante, la autoridad y credibilidad de los antiguos remitirá a partir de ciertos descubrimientos: errores en el cálculo del movimiento de los cuerpos celestes; que no se trate de cuerpos perfectamente esféricos sino que posean irregularidades; pondrá de manifiesto las dudas acerca de los estudios de Aristóteles y Ptolomeo sobre el origen y la naturaleza del universo. Esta etapa va en consonancia con la denominada revolución científica, donde autores como Copérnico, Galileo, Kepler o Newton darán cuenta de un universo que se opone a las observaciones y cálculos de los antiguos. 

Geocentrismo y heliocentrismo

El geocentrismo fue el sistema predominante durante la Edad Antigua y la Edad Media que sitúa la Tierra como centro inmóvil del universo. La concepción predominante fue que la Tierra estaba rodeada de ocho esferas trazadas por diversos cuerpos celestes tal y como describió Platón por primera vez. De hecho, es posible afirmar que todas las descripciones acerca del universo tomarán como modelo la explicación platónica, pues se trata de una descripción donde la observación confluye con una explicación mitológica.

El modelo geocéntrico defendido por Platón afirma que la Tierra permanece inmóvil en el centro del universo. Está rodeada por ocho esferas concéntricas que transportan al Sol, la Luna, los cinco planetas conocidos hasta el momento (Saturno, Mercurio, Júpiter, Marte y Venus) y las estrellas fijas que se encuentran en la última esfera y mantienen siempre una distancia inalterable entre sí. Esta concepción del universo apenas se verá alterada a lo largo de la Edad Media.

De esta manera, el heliocentrismo será un modelo que aparecerá por primera vez en la Edad Antigua por medio de Aristarco e Samos. No obstante, este modelo no tuvo éxito debido a que se consideraron más acertadas las teorías geocéntricas de Platón y Aristóteles. El heliocentrismo cobrará importancia a través de las teorías de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton, aunque cuando fueron propuestas el modelo imperante seguía siendo el geocentrismo.

Doctrina bíblica de la creación

Frente a la doctrina del origen del movimiento según Aristóteles por medio del primer motor inmóvil, Santo Tomás de Aquino ofrecerá una revisión importante en torno al concepto de creación en donde pone de manifesto un hecho relevante: la importancia de la categoría de relación entre el ser humano y su creador, en lugar de otros atributos como causa eficiente.

La doctrina de la creación no es incompatible con el discurso científico, pues ambos corresponderían con diversos niveles donde el discurso científico encontraría un límite. Lo anterior a razón de que su marco es el de la evidencia demostrable y, evidentemente, puede presuponer, teorizar y especular acerca del origen del universo por medio de conjeturas, pero no puede demostrar taxativamente.

En cualquier caso, es posible subrayar algunos rasgos o características que diferencian las teorías acerca del origen del universo desde un punto de vista religioso y otro científico. La tradición judeo-cristiana defiende una concepción del origen del universo por medio del primer libro de la Biblia, el Génesis, donde narra la creación, de la mano de Dios, del mundo, las plantas, los animales y el ser humano. A esta teoría se la ha denominado creacionismo. En otras palabras, Dios creó todas las cosas y, luego, a su imagen y semejanza, a los primeros padres, Adán y Eva, De esta primera pareja desciende toda la humanidad. Como consecuencia de esta concepción se infieren aspectos como, por ejemplo, que todas las especies de seres vivos fueron creadas de una vez para siempre y, por tanto, que eran inmutables. A su vez, afirma la separación entre el ser humano y el resto de los seres vivos.

Definición de teodicea y teología

Teodicea

Se considera la rama de la metafísica tradicional que se encarga de la demostración de la existencia de Dios, así como su naturaleza y su justificación como creador y responsable del mundo. Aunque si bien algunos filósofos han denominado teología natural a la teodicea, esta se diferencia de aquella básicamente en el rechazo de los argumentos de fe. Otro de los temas esenciales de la teodicea es el estudio del mal en el mundo y cómo conciliar el dolor, el sufrimiento y las injusticias con la infinita bondad y omnipotencia de Dios. Tal y como ha señalado Sánchez Meca, muchos filósofos, como San Agustín o Leibniz, han argüido que el mal es consecuencia de la libertad humana.

Teología

Se refiere al estudio de los mitos, dogmas y ritos de una religión determinada, basándose generalmente en sus textos sagrados o revelaciones y guiándose en la fe. Este aspecto es esencial a la distinción de la teodicea que, si bien trata acerca de la naturaleza de Dios y la demostración de su existencia, no acepta el discurso de la fe, sino solamente el invocado por medio de la razón. En la teología cristiana se considera a San Pablo el primero que intentó extraer de la fe una doctrina sistemática. No obstante, y debido a la extensión y profundidad de su obra Suma Teológica, muchos consideran a Santo Tomás de Aquino como el teólogo sistemático por excelencia. 

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