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A través de la historia, el periodismo ha tenido cambios importantes que han hecho evolucionar la comunicación. Estos cambios se han visto resaltados en la forma de comunicarnos, pero también en la publicidad. Cuando se habla de política, la imagen juega un papel importante, los medios por lo tanto, resultan los voceros de estas figuras públicas. La propaganda y el periodismo político por lo tanto juegan un papel importante aquí, ya que de estas parte la imagen que se transmite de la política a nivel general.
De la Edad Media a Maquiavelo: primera propaganda y ciencia política
Tras la caída de Roma en el 476 d.C. se marca el final de la Edad Antigua y el paso a la Edad Media. Si bien esto supone un cambio radical en cuanto a la forma de entender la naturaleza humana en sociedad, realmente se va sucediendo como un flujo paulatino de transformación. Entre todos los factores que se modifican, el pensamiento político no es una excepción. Con los planteamientos griegos y romanos como base, en la Alta Edad Media comenzaron a proliferar autores con teorías muy arraigadas. Esto sucedió principalmente acerca de las formas de gobierno, la gestión de la ciudad y la justicia social; sin embargo, como contrapunto, muchos de ellos estarán ligados férreamente al control de la iglesia católica en Europa.
Plena Edad Media: nace la propaganda eclesiástica
Las primeras doctrinas de filosofía política desarrolladas intensamente en los núcleos urbanos de occidente. Estas surgirán de adentro de los círculos religiosos, dado que durante siglos este será de los pocos sectores en los que se permitía tener sabios y estudiosos entre sus miembros.
Agustín de Hipona y Tomás de Aquino como bases de la propaganda y periodismo político
Pese a que desarrolló toda su carrera durante los últimos años del imperio romano, el pensamiento de Agustín de Hipona (354-430) sería una de las bases más sólidas y fundamentales del desarrollo intelectual en los primeros siglos de la Edad Media. Como punto de partida, se tiene en cuenta que el filósofo y religioso comenzó su vida siendo autor laico. Siguiendo luego con diferentes doctrinas, por ejemplo, el maniqueísmo.
Además, en gran parte, estudió a los sabios griegos, aunque tras su conversión al cristianismo y su posterior nombramiento como obispo de Hipona, tuvo un cambio radical. Esto sucedió al pasar a investigar las líneas de pensamiento ligadas a este dogma. Por lo anterior, llegó a ser considerado uno de los padres de la iglesia católica. En su obra más conocida “La ciudad de Dios”, Agustín explica que la condición humana. Esta es normalmente encorsetada dentro de la relación en las ciudades, está inclinada hacia la concordia de manera natural; pero también la colectividad puede inducir a la discordia (Álvarez Turienzo, 2010).
Según su criterio, la sociedad urbana se dividiría en varios círculos. El primero: doméstico, civil: donde se engloba a aquellas personas relacionadas dentro de un mismo territorio; segundo, social y racional: allí abre el abanico hacia todo humano vivo. Sin embargo, tanto el círculo doméstico como el civil destacan como los más relevantes para los sistemas políticos. Son encarnados en dos instituciones tradicionales: la familia y el estado, siendo este último el máximo estamento político.
Imagen en la sociedad
Esta línea de pensamiento la extiende hacia los gobernantes y las instituciones políticas de las ciudades. Explica, entre otras cosas, que esos mandatarios son los que han de guiar a la urbe hacia la virtud y la concordancia con los valores cristianos. Más tarde se extrapolaría la idea de la duplicidad dicotómica de los conjuntos sociales, pasándolo a un ámbito espiritual, la ciudad de Dios: la virtuosa; la ciudad terrena: la impía.
Entonces, según Agustín, el propósito de los líderes sería intentar asemejar la ciudad terrena a la divina. Todo ello, siguiendo las enseñanzas de la iglesia, de esa forma se lograría una convivencia pacífica y de concordia. Varios siglos después del sabio de Hipona, Tomás de Aquino (1227-1274) recobraría esa base de la filosofía griega para sus postulados.
Pertenecía a la orden católica de los dominicos, pasó su vida y obra defendiendo la subordinación del poder de la tierra al de Dios. Mantuvo que la razón ha de quedar debajo de la fe. Pese a su posición radicalmente eucarística, Tomás se apoya frecuentemente tanto en Platón como en Aristóteles, defendiendo que el hombre necesita estar en sociedad y convivir dentro de ciudades, pues solo así es posible desarrollar relaciones tanto interpersonales como de poder.
Argumenta que el ser humano conforma estados para compensar las carencias naturales que tiene en solitario; mientras que el gobierno siempre ha de disponer sus doctrinas en busca del bien común (la virtud que defendían los pensadores clásicos, transformada en los valores cristianos, en este caso).
La iglesia y el control de las masas
Pese a que los viajes de Pablo de Tarso, aún durante la vigencia del Imperio romano, son considerados por muchos autores como los primeros indicios de propaganda cristiana, es con el fin del reinado de la urbe capitolina cuando comienza realmente a expandirse el control de la iglesia católica hacia la población. La entrada de la Edad Media fortalece la posición de poder de los jerarcas cristianos en Europa, por ello, se conforma como la fuerza ideológica más potente del momento.
Los principales símbolos de la cristiandad ven intensificado su uso en el siglo VI con el papado de Gregorio I, quien toma la decisión de extenderlo hacia las poblaciones más alejadas de los centros culturales, por ejemplo, las aldeas; logrando así una adhesión más sencilla por parte de los campesinos, a quienes, entre otras estrategias, adoctrinaban de manera directa. Esto atendía al uso de preceptos dicotómicos, el bien contra el mal y el temor al castigo eterno del infierno, presente para todos los que obrasen contra lo marcado por los líderes católicos (Candelas, 2016).
Lo anterior, ayudó a acrecentar el poder material y el patrimonio de la iglesia, pues se registraron incontables donaciones de campesinos pobres para evitar la “condenación eterna” (Porlan, 2019). Otro método propagandístico fundamental centrado en la necesidad de la iglesia por destacar como mayor actor económico del continente, es utilizar la impresión de monedas desde las primeras épocas.
Esto se ve reforzado conforme avanzan los siglos, pues con el enraizamiento de las alianzas del papado con diversos estados o imperios, se les considera la voz autorizada para legitimar a los gobiernos. Con ese poder, pasan a ejercer como organismo supranacional, llegando a acuñar una moneda con la efigie de los papas de Roma, la cual resultó válida en la práctica de los procesos mercantiles.
La propaganda y el periodista político en la actualidad
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