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El progresivo envejecimiento de la población se acompaña de una elevada prevalencia de personas, algunas de ellas frágiles, con dos o más enfermedades crónicas. Estos pacientes demandan una elevada utilización de recursos sanitarios. Para mejorar la calidad de su atención y la eficiencia en el manejo de los recursos sanitarios y sociales puestos a su disposición, requieren una gestión sistemática de su asistencia. Esta gestión debe realizarse por profesionales de enfermería geriátrica correctamente capacitados. Debido al crecimiento de los pacientes pluripatológicos, la cantidad de trabajadores en enfermería, ya no resulta suficiente.
La frecuentación hospitalaria se multiplica por más de 10 en los varones mayores de 85 años. Esto respecto al grupo de edad entre 15 y 34 años. Asimismo, la estancia media de cada ingreso hospitalario tiende a ser más prolongada en grupos de edad avanzada. La mayor frecuentación hospitalaria por las personas mayores se acompaña de una mayor utilización de los servicios de consulta. Esta puede ser médica, urgencias, hospitalización de día y consumo de medicamentos.
¿Como identificar al paciente pluripatológico?
Por comorbilidadse suele entender la asociación de cualquier patología a una entidad nosológica principal, tanto aguda como crónica, que modula el diagnóstico y tratamiento.
El paciente pluripatológico se define por la coexistencia de dos o más enfermedades crónicas. Estas conllevan la aparición de re-agudizaciones y patologías interrelacionadas que condicionan una especial fragilidad clínica. La misma agrava al paciente con un deterioro progresivo, y una disminución gradual de su autonomía y capacidad funcional. Todo esto genera una frecuente demanda de atención a diferentes ámbitos asistenciales (atención primaria, atención especializada, servicios sociales); demanda, además, que en la mayoría de las ocasiones será imposible programar.
Otros conceptos relevantes son la fragilidad y la discapacidad, deben definirse para diferenciarlos, entre ellos y de la comorbilidad. La fragilidad es un concepto fisiopatológico y clínico que intenta explicar la diferencia entre envejecimiento satisfactorio y patológico, definiéndose como un declinar generalizado de múltiples sistemas (principalmente osteomuscular, cardiovascular, metabólico e inmunológico) cuya repercusión final lleva a un agotamiento en la reserva funcional del individuo y a una mayor vulnerabilidad para el desarrollo de múltiples resultados adversos, como discapacidad, dependencia, hospitalización institucionalización y muerte.
No existen criterios definitorios universalmente aceptados para el término de la fragilidad. En general, se considera frágil aquel anciano que cumple 3 o más de los siguientes criterios. A mayor número de criterios, mayor grado de fragilidad.
- Más de 80 años
- Vivir solo o aislado
- Reciente alta hospitalaria
- Presentar ingresos hospitalarios en el último año
- Ser portador de enfermedades crónicas
- Cumplir criterios de deterioro funciona físico y/o mental
- Tomar más de 3-4 fármacos al día
- Tener trastornos en la marcha y/o caída de repetición en el último año
- Disponer de un soporte social deficitario
- Reunir criterios de desnutrición
Identificando factores de riesgo en el paciente
Evidentemente no todos los ancianos frágiles tienen comorbilidad. Así como esta traduce un agregado de enfermedades manifiestas en el individuo, la fragilidad realmente nos estaría hablando de un agregado de pérdidas sub clínicas.
La discapacidad, por su parte, se define como la incapacidad para realizar actividades esenciales de una vida independiente. Se trata de un término utilizado para referirse al déficit en la actividad de un individuo y las restricciones para su participación en el entorno real en el que vive.
No cabe duda de que en algunas ocasiones, máxime en las personas mayores, tal discapacidad lleva inexorablemente a la dependencia. Si no se actúa contra ella desde el entorno sanitario, mediante prevención secundaria y terciaria, diagnósticos precisos y tratamientos médicos y rehabilitadores adecuados. Es importante destacar que la dependencia se puede prevenir, minimizar y retrasar si se adoptan las medidas higiénicas, preventivas y asistenciales adecuadas.
Indudablemente, ni todos los individuos con fragilidad ni todos los sujetos con comorbilidad tendrán en un momento dado discapacidad, aunque sí sean claros factores predisponentes de la misma; y, a la inversa, ambas se puedan ver exacerbadas por ella.
La dependencia en el cuidado
Se debe subrayar el hecho de que, en muchas ocasiones, la dependencia es reversible y que puede ser consecuencia de actuaciones sanitarias inadecuadas, como ingresos prolongados, reposo en cama, fármacos sedantes, etc., que provocan atrofia por desuso, desorientación, etc.
Hay circunstancias frecuentes en la vejez (que no son acompañantes inevitables del envejecimiento) que, con un enfoque sanitario adecuado, pueden ser revertidas o al menos atenuadas. La inclusión de fisioterapeutas y rehabilitadores, en el grupo de profesionales que deben valorar y atender a estos pacientes, contribuye al logro de este objetivo. Una definición sobre la que se debe profundizar más dentro de este apartado, es la de pluripatología.
“Se define como paciente pluripatológico el que sufre enfermedades crónicas de dos o más de las categorías clínicas recogidas en CIE-9, a pesar de que asiduamente lo utilicemos también en aquellos usuarios considerados ancianos frágiles, enfermos polimedicados, pacientes hiperfrecuentadores o reingresados en los hospitales u otras situaciones.”
Valoración integral
La primera idea que se debe aclarar en este apartado sobre valoración es que no es lo mismo un paciente anciano que un paciente geriátrico. Un paciente anciano es cualquier persona de edad avanzada (el límite se suele establecer en los 65 o 70 años de edad) que padezca una enfermedad. Un paciente geriátrico es aquel que, además de tener una edad avanzada, presenta otras características asociadas a esta.
En el primer caso, la enfermedad correspondiente se puede atender, con igual posibilidad de éxito, por cualquier médico que conozca el proceso, bien sea un médico de familiar, un geriatra, un internista o el especialista en el órgano afecto. En estos casos, llevar a cabo una valoración integral no es tan importante como en el caso del paciente geriátrico propiamente dicho.
Sin embargo, en el caso del paciente geriátrico, para atender de forma correcta a este proceso agudo, será imprescindible una valoración geriátrica integral. En la práctica, es más habitual encontrar pacientes geriátricos cuanto mayor sea la edad del individuo. Así, entre los 65 y 75 años de edad, apenas un 10-15% de los ancianos que acuden a un servicio de urgencia hospitalario puede ser considerado paciente geriátrico, por encima de los 90 años, esta proporción supera el 80%.
Las especiales características del paciente geriátrico, en el que confluyen los aspectos intrínsecos del envejecimiento fisiológico y la especial forma de presentación de la enfermedad, hacen necesaria la aplicación de un sistema especial de valoración. La valoración geriátrica integral (VGI) surge, además, como respuesta a la alta prevalencia en el anciano de necesidades y problemas no diagnosticados, de disfunciones y dependencias reversibles no reconocidas, que se escapan a la valoración clínica tradicional (anamnesis y exploración física).
El profesional como cuidador del paciente pluripatológico
En definitiva, cada uno de los pacientes que pasa a ser valorado, tratado o de alguna manera tener contacto con algún profesional de la salud, es totalmente diferente, y por lo tanto conlleva una gran responsabilidad para el profesional. Más aún cuando se trata de un paciente pluripatológico Esta responsabilidad se soporta con los conocimientos y la capacidad que tenga el profesional en determinadas situaciones. TECH Universidad Tecnológica, oferta en este momento el portafolio educativo más completo del mercado.
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