El ictus es la manifestación aguda de las catalogadas como enfermedades cerebro-vasculares o alteraciones encefálicas secundarias a un trastorno vascular. El paciente con ictus en la fase aguda y crónica se caracteriza por sufrir el trastorno brusco del flujo sanguíneo cerebral que altera de forma transitoria o permanente la función de una determinada región del encéfalo, pudiendo ser debido a la interrupción del flujo sanguíneo a una parte del cerebro: Ictus Isquémico o Isquemia Cerebral (80-85%).

El ictus isquémico es una obstrucción que por lo general es el resultado de un coágulo de sangre, que puede ser de naturaleza trombótica o embólica. Al coágulo sanguíneo que se forma dentro de una de las venas o las arterias se denomina trombo y también se puede formar en el corazón. Un trombo que se desprende y viaja desde un lugar en el cuerpo a otro se llama émbolo.

La diferencia entre un trombo y un émbolo es que el trombo está siempre adherido a la pared del vaso sanguíneo, mientras que un émbolo, que puede ser de material diverso, masa sólida, líquida o gaseosa, tiene libertad de movimiento dentro del vaso. Ambos pueden bloquear parcial o totalmente el flujo de sangre en un vaso sanguíneo). También puede ocurrir debido a una oclusión de un vaso sanguíneo de forma progresiva debido a la ateroesclerosis. Si los síntomas revierten en menos de 24 horas se denomina Accidente Isquémico Transitorio (AIT).

Infarto cerebral

Según la causa subyacente, se distinguen varias categorías clínicas de infarto cerebral:

  • Infarto aterotrombótico: arteriosclerosis de arteria grande.
  • Infarto cardioembólico.
  • Enfermedad oclusiva de pequeño vaso arterial: infarto lacunar. Si el trombo isquémico, ya sea trombótico o embólico, deja lesiones de pequeño tamaño (menos de 15 mm) localizadas en el territorio profundo de encéfalo o del tronco cerebral. Su causa es la oclusión por diferentes patologías vasculares, de pequeñas ramas arteriales penetrantes de circulación terminal.
  • Infarto cerebral de causa inhabitual.
  • Ictus hemorrágico o hemorragia intracraneal (15-20%), causado por la rotura de un vaso sanguíneo.

Las hemorragias cerebrales o hematomas son extravasaciones de sangre hacia el parénquima cerebral. Cabe destacar la hemorragia subaracnoidea (HSA) primaria, considerada la extravasación de sangre primaria y directamente al espacio subaracnoideo siendo la causa más frecuente es la rotura de un aneurisma, y provoca: 1. Cefalea brusca e intensa. 2. Signos meníngeos. 3. Alteración del nivel de conciencia. Los factores de riesgo del Ictus influyen y cabe distinguir factores modificables, no modificables y factores probables: Los FRV no modificables son aquellos sobre los que no se puede actuar ni son susceptibles de modificación.

  • Edad: el riesgo de ictus aumenta con la edad, sobre todo a partir de los 60 años.
  • Sexo: la probabilidad de sufrir un ictus es mayor en varones.
  • Historia familiar de ictus: existen determinados factores genéticos que puede predisponer para sufrir ictus.
  • Raza: mayor riesgo de ictus en los individuos negros americanos.

Los FRV modificables

Son aquellos factores de riesgo sobre los que sí podemos actuar para corregir el riesgo de ictus. Destacamos:

  • Hipertensión arterial.
  • Tabaco/ Alcohol.
  • Vida sedentaria.
  • Obesidad.
  • Hipercolesterolemia.
  • Diabetes.
  • Enfermedades cardiacas.

Hipertensión arterial

Constituye el FRV modificable más importante de sufrir un ictus tanto isquémico como hemorrágico, ya que, su reducción es proporcional a la magnitud de la reducción de las cifras de tensión arterial. Se recomiendan:

  • No fumar.
  • Consumo moderado de alcohol.
  • Ejercicio físico.
  • Control de ingesta / peso corporal.

En algunos casos, es necesario utilizar además medicamentos antihipertensivos.

Tabaco/alcohol

Un fumador tiene el doble de riesgo de sufrir un ictus frente a un no fumador. Se recomienda no fumar o el uso de sustitutos de nicotina u otros fármacos para la deshabituación del hábito. Más de 60 gramos al día se considera consumo excesivo de alcohol, factor de riesgo para todos los tipos de ictus.

Vida sedentaria

La vida sedentaria se relaciona FRV como la hipertensión arterial, obesidad, diabetes e hipercolesterolemia. Se recomienda 30 minutos de ejercicio moderadamente intenso la mayoría de los días de la semana.

Obesidad

Se asocia a mayor riesgo de ictus debido a que se relaciona a hipertensión arterial, diabetes y cifras más elevadas de colesterol.

Hipercolesterolemia

Los niveles elevados de colesterol (hipercolesterolemia), y en especial de colesterol LDL aumentan el riesgo de ictus isquémico al acumularse en la pared de las arterias y producir una alteración llamada aterosclerosis que origina la formación de placas aterosclerótica. El tratamiento de elección son las estatinas, que disminuyen los niveles de colesterol LDL en sangre, reduciendo con ello el riesgo de aterosclerosis.

Diabetes

El riesgo de ictus en diabéticos es 2 a 6 veces mayor que en pacientes no diabéticos.

  • Enfermedades cardíacas. El ictus isquémico de causa cardioembólica está producido por cardiopatías embolígenas, tales como:
    • Estenosis de la válvula mitral.
    • Infarto de miocardio.
    • Fibrilación auricular, causa más frecuente de ictus cardioembólico.

Pueden emplearse como tratamiento preventivo del ictus cardioembólico los antiagregantes plaquetarios como la aspirina y el clopidogrel, siendo tratamiento de elección los anticoagulantes orales: acenocumarol (Sintrom).

Paciente con ictus en la fase aguda y crónica: epidemilogía

El ictus es una de las principales causas de mortalidad y morbilidad en todo el mundo. Según la OMS, supone la tercera causa de muerte y la primera de invalidez en la población adulta en el mundo. Se calcula una tasa de mortalidad de aproximadamente un 20% durante las cuatro primeras semanas. El 30% de los casos tiene una recuperación completa y el 50% restante puede padecer secuelas físicas (hemiplejía), trastornos de la comunicación o alteraciones neuropsicológicas (afectación cognitiva).

Lamentablemente, hay que enfatizar que el 40 y el 50% de los enfermos abandona el tratamiento tras dos o tres años de haber sufrido un infarto cerebral, condicionando la aparición de un segundo evento, cuya repercusión será peor que la del primero. En España los datos de incidencia oscilan alrededor de 175-200 casos/100.000/año Las tasas se multiplican por 10 en la población mayor de 75 años, siendo la incidencia acumulada hasta los 65 años del 3%, y aumentando hasta el 24% en los mayores de 85 años.

De los mismos, un tercio fallece y otro tercio queda discapacitado de manera permanente. La tasa cruda de mortalidad en España es de 95 por 100.000 habitantes/año. Esta mortalidad ha experimentado un descenso constante desde hace 30 años, probablemente gracias a los avances en la prevención primaria, diagnóstico y tratamiento en la fase aguda, pero aún sigue siendo la primera causa de muerte entre las mujeres y segunda en la población mundial (10% de la mortalidad global). En el varón constituye la tercera, tras la cardiopatía isquémica y el cáncer de pulmón y se encuentra en posiciones intermedias en comparación con el resto de países occidentales.

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