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Existe la crisis cuando no hay adaptación. Esta es la conclusión de los pocos estudios que se han encontrado sobre la supuesta crisis de los 70. Por supuesto que las enfermedades fisiológicas no ayudan a la estabilidad de autonomía, pero siguen siendo elementos psicogeriátricos los que afectan en mayor medida a las personas mayores.
Introducción
El R70i es un traje diseñado para sentir cómo se siente una persona a los 70 años. Quizás la pesadez, la rigidez corporal, la incapacidad de nuestros sentidos para ser nítidos y sobre todo sentirse más pesado son los elementos que este traje hace descubrir.
En la década de los veinte se inicia un período que lleva a apartarse gradualmente de la familia. Con ello, de la protección y seguridad que esta otorgaba en todos los sentidos. Y aunque tal momento varía en cada caso, el cambio hacia una vida más autónoma conlleva también la búsqueda de la propia identidad personal. Generalmente la búsqueda de la propia identidad personal se considera una crisis de la adolescencia, pero la plena consecución de la identidad no consiste, meramente, en resolver las cuestiones típicas de tal fase de la vida.
Los treintas
“Existe una dimensión de crecimiento más refinada, que solo se hace posible y adecuada después de que estamos en posesión del beneficio de años de experiencia vital”. Por eso, en los treinta, la persona suele tomar una serie de decisiones críticas para su vida futura. También acostumbra a tornarse más racional y ordenada. En los treinta, la persona “se instala” en el pleno sentido de la palabra. Esto es, se suelen echar raíces y lanzar nuevos brotes. Se tiende hacia la adquisición de bienes materiales que den seguridad y bienestar, como un lugar propio para vivir, un automóvil, ahorros. Se proyecta escalar posiciones en lo profesional y en lo laboral. En lo familiar se experimenta el crecimiento de los hijos y nuevos retos para la vida en pareja.
Aunque se suele no estar aún en la mitad de la vida, en esta década se alcanza a percibir que hay un momento en el que la vida concluye y el tiempo empieza a tensar. Porque los treinta marcan el puente que conduce hacia la segunda mitad de la vida. Es, por tanto, una etapa de riesgos y oportunidades. Las mujeres se encuentran conjuntando la armonía entre el trabajo y la familia. Los hombres buscan alcanzar el máximo desarrollo en el campo laboral. Piensan que lo que no logren en este período, se dificultará más cuando tengan que interactuar con una nueva generación que se ha integrado a su campo de trabajo.
Los cuarentas
Al acercarse a los cuarenta años de edad, muchos hombres y mujeres sufren una profunda crisis personal. Desde luego, influyen en ella los cambios fisiológicos y hormonales por los que pasan tanto el hombre como la mujer. La menopausia y la andropausia son momentos en la vida que suelen marcar, para bien o para mal, un punto y aparte en la línea vital. Sin detenerse en los detalles de ambos períodos de la vida, lo que se puede decir en general es que la famosa “mediana edad” se presenta como una edad que puede adoptar muchas formas y que afecta todas las esferas de la vida humana.
La pérdida de la juventud, la disminución de las capacidades físicas, experimentar las primeras pérdidas de padres, hermanos y amigos, el síndrome del “nido vacío”, no son sino causas de lo que subyace en el paso hacia la vejez: el miedo. Miedo a envejecer, miedo a perder autonomía, miedo a perder a los seres queridos, miedo a quedarse solo. Quizá visualizarse en esta década para muchos puede resultar un proceso especialmente doloroso.
Y cuando el sufrimiento llega, se tambalean seguridades y convicciones. El carácter y la experiencia de cada uno determinan la capacidad para salir adelante. En la crisis de los cuarenta parece que todo está muy vinculado con nuestro vigor sexual y nuestra capacidad para poder relacionarse con el otro sexo. Además, también pesa una percepción de si se ha conseguido realizar los deseos que se proponen a los 20. En los 70 parece que la crisis sucede con el enfrentarse a la dependencia, la monotonía y sobre todo a la muerte.
Los setentas
A los 70 se han ido los años de la juventud y la madurez, pero también se han ido los años de la responsabilidad que crea la edad anterior. Ahora no es el momento de demostrar que se sabe estar más en el trabajo que en casa. Se tiene todo el tiempo para poder vivir el aquí y el ahora, y sobre todo para vivirse a sí mismos.
Es importante que veas con claridad y aceptes tu realidad tal como es. Así mismo, que aprendas a descartar cualquier imposición de la sociedad en la que se le considere una persona minusválida que ya no es útil para los demás. Para ello, necesitas seguir trabajando en manejar tus propias emociones, de forma que éstas te ayuden a sentirte bien contigo mismo.
Lo importante en esta etapa es encontrar el sentido de evolución que es propio de la vida: a pesar de la mayor cercanía con la muerte, siempre podrás generar movimiento. Es decir seguir aprendiendo, ajustar emociones, disfrutar lo que siempre has disfrutado, continuar descubriendo, hacer cosas que tal vez no pudiste hacer antes por falta de tiempo y amar a tus seres queridos y lo que te rodea.
Tareas principales
Las tareas principales de esta etapa son:
- Adaptarte a tu vida como es. No hay vida humana que haya resultado tal como se pensó. Toda vida trae consigo cosas buenas.
- Reevaluarte como un ser integral que sigue en evolución.
- Mejorar y/o establecer relaciones sanas con todas las personas que amas.
- Cultivar en la memoria los éxitos y rememorar los fracasos como un aprendizaje de vida.
- Reconciliarte con tu cuerpo y tu realidad tal como es en esta etapa.
Pero sin lugar a duda, lo que indican los mayores de 70 años, es que a esta edad ahí que aceptar que se comienza a perder seres queridos. La aceptación de la muerte de los otros, de alguna manera, está recordando que la muerte puede suceder. Y es aquí donde esa frase tiene mayor significado: hay que vivir cada día como el ultimo. “La muerte esta tan segura, que da toda una vida de ventaja”, y el problema no es la muerte, sino estar muerto en vida.
Intervención
La ayuda en esta edad es una ayuda primera de tener la oportunidad psicofisiológica y social de estar en condiciones de autonomía. Pero posteriormente, es saber colocar la mente en una situación de presente continuo. La imaginación y el pensamiento es fundamental para dejar las responsabilidades propias de otras edades y avanzar en la vida en la responsabilidad de estrujar la vida. Es haciendo y realizando aquello que sea más propicio, y nunca entrar en el aburrimiento.
Por lo tanto, la psicoterapia a estas edades se cree que tiene que tener un motivo de consulta cada vez más incesante. Que no es otro que simplemente como poder acoplar la realidad a los 70 años, y no tanto como intervención de un trastorno sino como gestión y prevención de ellos.
La jubilación
Siguiendo a María José Díaz-Aguado, las actitudes hacia la jubilación suelen ser ambivalentes y cambian con la situación que se tiene en el trabajo. Se ha observado, por ejemplo, que el deseo de jubilarse suele ser superior entre las personas de 50 a 60 años que entre las de 64 a 65 años. Es decir, que se suele anhelar el abandono del trabajo cuando se ve lejano, pero sucede lo contrario cuando dicha separación es inminente. Cumpliéndose la tendencia reconocida por la psicología popular, según la cual se desea lo que no se tiene y no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde.
La jubilación origina en algunas personas una fuerte sensación de vacío, pérdida de intereses, ausencia de objetivos y una drástica reducción de la actividad. Superar estos problemas es uno de los principales requisitos para favorecer la calidad de la vida durante la etapa posterior. Y para conseguirlo, conviene tener en cuenta que estos problemas se producen, sobre todo, cuando la jubilación es obligatoria y el individuo no se había preparado para asumir los cambios que implica.
Las consecuencias de la jubilación dependen del nivel de satisfacción y de implicación personal que cada individuo tiene en su trabajo. En determinadas situaciones, la jubilación puede representar una liberación. El deseo de jubilarse aumenta, por ejemplo, cuando en el trabajo se experimentan frecuentes conflictos, necesidad de adaptarse a cambios importantes, bajos niveles de autonomía o exigencia de un gran esfuerzo físico. Existen también importantes diferencias en función del estatus ocupacional: cuanto mejor posición ocupa una persona en el trabajo, mayor es el rechazo a la jubilación.
Forzosa vs voluntaria
Cuando la jubilación no es forzosa, la transición se produce mejor. Quienes se jubilan voluntariamente suelen diferenciarse de los que lo hacen por obligación. Han planificado más activamente la nueva situación, tienen una actitud mucho más positiva hacia el incremento del tiempo libre que supone, viven con satisfacción los cambios sociales y económicos que con ella se relacionan y tienden a desarrollar otras actividades que antes no podían llevar a cabo.
Por otra parte, conviene aclarar que las personas que tienen expectativas excesivamente altas de las posibilidades que la jubilación les proporciona en áreas que no han podido desarrollar anteriormente experimentan, tras una fase inicial de euforia en la que tratan de poner en marcha todas esas actividades, otra fase de cierto desencanto. Finalmente, una reorientación más serena y realista a partir de la cual se estabilizan.
Significado
La etimología del término “jubilación” está en jubilarse, que proviene de iubilum, alegría que se manifiesta vivamente. La jubilación puede definirse de muchas maneras. Acaso en lo que todas coinciden es que implica un cambio significativo en la vida de aquel que se jubila. La jubilación presenta diversas formas en cada persona y en cada situación. Esto genera actitudes cambiantes.
Actividades
Las características observadas en las personas que superan la jubilación con eficacia pueden ayudar a prevenir las consecuencias negativas que se observan en otras. Para lograr este objetivo, pueden llevarse a cabo las siguientes actividades:
- Buscar información sobre las actividades que se podrán realizar al no tener que trabajar.
- Elaborar planes y proyectos personales para la nueva situación.
- Preparar condiciones que permitan llevar a la práctica dichos planes y mantengan a la persona jubilada en contacto con otras personas en diversos contextos.
Uno de los indicadores de afección negativa, después de la jubilación, es el comportamiento y la relación con la pareja. De tal manera que es un momento donde las crisis de pareja se producen con más asiduidad, siendo uno de los picos de separaciones y divorcios. En el caso del hombre como tres veces más que en el caso de la mujer. Siempre que la mujer mientras trabajaba continua con labores de ama de casa. Si estas labores no las tenía, la curva se acerca a los mismos datos que el varón. Esto indica que en la mujer la labor de ama de casa aún está muy presente en nuestra sociedad, tenga vida laboral o no fuera de esta.
Estilos de vida
Kalish, siguiendo a Lowenthal, enumera nueve estilos de vida posibles que se pueden presentar en la jubilación. Cinco de ellos los desarrolla con cierto detalle. Estos estilos son los siguientes:
- Obsesivamente instrumental. Las personas que siguen este estilo de vida son consideradas por un observador casual como altamente vinculadas. Parecen estar orientadas para las tareas, comprometidas, e incluso en sus horas de ocio son compulsivamente activas.
- Instrumental dirigido a los demás. Para estas personas, el trabajo le ofrece el acceso a la satisfacción por medio de la interacción con los demás, particularmente encontrándose con necesidades de dependencia. Cuando estas personas se jubilen tendrán que inventar algunas alternativas de satisfacción.
- Oral receptivo. Tales individuos han desarrollado “redes de relaciones personales”. La jubilación parece tener poco efecto sobre estas personas, excepto por lo que respecta a desarrollar redes sociales fuera de la situación laboral. La jubilación puede ser más destructiva para aquellas personas que consideran el trabajo como única fuente de satisfacción interpersonal.
- Autónomo. Las personas autónomas son, a menudo, creativas y necesariamente capaces de iniciar la acción. También de establecer relaciones cuando son necesarias. La implicación del término autónomo es que estas personas todavía disfrutan de su desarrollo personal. La pérdida de los roles laborales debería causarles menos interferencia en sus vidas que en las vidas de otros grupos, pues pueden generar nuevos roles y capacidades.
- Autoprotector. Estas personas se protegen a sí mismas para no expresar sus necesidades de dependencia. Pueden establecer pocas vinculaciones en la vida, a través de los años. Por tanto, la jubilación y la consiguiente desvinculación son objetivos deseados por ellas.
Pliego y Gutiérrez recuerdan que crisis viene del griego crinomai. A su vez, es raíz del término ‘criterio’: regla para distinguir entre dos alternativas. Este toque intelectual ayuda a aplicar nuestro entendimiento para no quedarse en el ‘problema’, sino aprovechar la ‘oportunidad’. Como todo análisis, el de la jubilación separa lo que de hecho se da unitariamente. Pero comprender que la crisis de la jubilación implica varias facetas y situaciones, facilita a nuestra inteligencia conocer con orden un fenómeno, esperando que la síntesis posterior logre un mayor acercamiento a la realidad.
Dependencia
Persona dependiente es, según su etimología señalada, quien depende de algo o de alguien. Ese algo, en el contexto en el que se ha situado, está circunscrito y relacionado con algún deterioro de salud. Ae traduce en dificultades o imposibilidad para realizar ciertas tareas cotidianas a las que la literatura gerontológica ha identificado como:
- Básicas: levantarse o acostarse en la cama, vestirse/desvestirse, caminar, alimentarse, asearse, mantener el control de esfínteres.
- Instrumentales: cocinar, limpiar la casa, lavar, hacer compras, manejar el dinero, controlar la medicación, desplazarse por la calle, utilizar transporte, realizar gestiones.
Cuando alguien se encuentra con dificultades para realizar alguna o algunas de estas actividades, debido a una pérdida o a una disminución de su capacidad funcional y precisa ayuda o suplencia (normalmente por parte de otra persona) para realizarlas, se encuentran ante un problema de dependencia.
Definición
Esta ha sido definida por un grupo de expertos del Consejo de Europa (1997), después de largas deliberaciones, como la situación en la que se encuentran «aquellas personas que, por razones ligadas a la falta o a la pérdida de capacidad física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de una asistencia y/o ayuda importante para la realización de las actividades de la vida diaria». El término autonomía proviene de los vocablos griegos auto y nomos (ley). Quiere significar la facultad humana para gobernar las propias acciones, la propia vida.
Se opone a heteronomía, que es la cualidad de aquellas personas que son regidas por un poder ajeno a ellas. La autonomía tiene que ver con la voluntad, en el sentido de gozar de volición independiente. Se trata de una propiedad mediante la cual la voluntad constituye una ley por sí misma. «Si un acto es determinado por algo ajeno a la voluntad, es atribuido a una coacción externa y no es concebido como moral».
Cifras de dependencia
Según las estimaciones realizadas en el Libro Blanco sobre la Atención a las personas en situación de dependencia en España (2005), basadas en la explotación de la Encuesta Nacional de Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud, en 2005 había 1.125.190 personas en situación de dependencia grave o muy grave, que podrían ser beneficiarias de un sistema de protección a la dependencia. De ellas, 826.551 serían mayores de 65 años.
Las sociedades modernas envejecidas deberían aspirar hoy, más que nunca, a disociar al máximo el binomio edad-dependencia y a conseguir que esta etapa de la vida se caracterice por la actividad, la consecución de proyectos nuevos, o todavía inacabados, y el desarrollo de iniciativas útiles al conjunto de la sociedad. Para ello, tanto desde las administraciones públicas como desde la iniciativa social, deben emprenderse políticas y programas que promocionen un envejecimiento satisfactorio desde un doble aspecto: la mejoría de la calidad de vida de quien ya ha alcanzado la edad de jubilación e incluso la avanzada vejez y el aprendizaje de conocimientos, habilidades y actitudes en las personas más jóvenes que garanticen, en lo posible, la prolongación de la vida activa e independiente, hasta su límite máximo.
Depresión
La depresión en los años 2030 será la primera causa de incapacidad clínica en el mundo. La incidencia de la depresión en la tercera edad es del 25% en los mayores de 65 años. Estos datos superan a la demencia. Es decir, actualmente se tiende a tener más depresión que demencia, aunque muchos de los comportamientos puedan confundirse respecto si lo que padece el sujeto es una depresión o una demencia senil.
Las causas de depresión en los mayores de 70 años están muy arraigada a la pérdida o el abandono. De hecho, la muerte del cónyuge, o de los hijos, el dolor crónico, la jubilación, o la pérdida de la autonomía parecen que son los elementos más causantes de este mal.
Síntomas
Los síntomas de la depresión en el anciano son iguales que en otras edades, aunque los signos cognitivos y sobre todo la relación social está muy menguada. Por esto el estado de confusión, los olvidos, la falta de cuidado, el aislamiento, la pérdida de peso o la apatía son elementos que también se encuentran en otras edades. Sin embargo, en la tercera edad se eleva en el repertorio de síntomas depresivos.
La estimulación ambiental a través de lazos de cariño y la medicación son importantes, pero en estas edades la relación de cariño es más importante para la mejoría que el propio fármaco. Los hábitos de sueño y alimentarios, tener conversaciones, hacer ejercicio propicio para esta edad y no consumir alcohol, son imprescindible para su mejoría, junto con la toma de antidepresivos.
Salud mental en la vejez
Cada vez se necesitarán más especialistas en la evaluación de enfermedades mentales. Su capacitación se puede lograr por medio del Máster en Investigación en Psicología, el Máster en Neuropsicología y Educación, o cualquier otra opción académica ofrecida por dicha institución.
Entre las otras opciones se encuentra el Máster en Psicogeriatría, el cual apela por conseguir que una persona mayor obtenga un apoyo profesional de alta calidad. Cuenta con la mejor tecnología educativa online, para que sus estudiantes logren capacitarse a través de métodos teórico-prácticos muy eficaces.