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Leer a autores que reflexionan sobre la metodología de la historia es leer a historiadores que, a su vez, opinan sobre historiadores. Así se muestra uno de los aspectos importantes para esta disciplina: la historia está viva, en constante evolución y necesidad de enseñanza. De modo que continúa la confrontación académica de opiniones sobre aspectos históricos que algunos creen ya superados. En este artículo confrontaremos algunas opiniones de expertos sobre la metodología de la historia.
Topolsky: metodología para la historia
Para un historiador es muy importante si una fuente concreta estaba destinada o no a influir sobre las opiniones de algunas personas incluidos los propios historiadores. En el primer caso, los destinatarios pueden ser personas contemporáneas a los autores respectivos (esto ocurre con las cartas, anuncios, etc.), la posteridad (inscripciones, etc.) y los historiadores (esto ocurre con las memorias, etc.), entre ambos tipos de fuentes se pueden encontrar fuentes directas e indirectas.
La segunda clasificación, que se podría llamar teoría de las fuentes, señala la gran importancia de las fuentes escritas (decisiva para los historiadores sensu strictiori). Esta clasificación toma como criterio de división la existencia de la escritura. No hace falta subrayar que las ciencias históricas auxiliares se ocupan en gran medida del estudio de la escritura (paleografía, etnografía). Las fuentes no escritas son las que transmiten información por medio de símbolos distintos de la escritura, y también las que son en sí mismas hechos históricos. La división en fuentes escritas y no escritas se encuentra en J. Lelewel, P. C. F. Daunou, M. Handelsman (segunda clasificación) y S. Koscialkowski. También se ve apoyada por la teoría de la información, que habla de signos registrados y no registrados.
El papel de la comunicación sígnica
Si la unidad de información sobre la que se pregunta en un código de pregunta debe ser descifrada, hay que satisfacer las siguientes condiciones: hay que tener una información, una persona preparada para recibir esa información, un canal a través del cual se pueda recibir esa información, un código que determine un modo en el que se esa información pasa a través del canal y que debe ser conocido por el receptor. El desciframiento de una información solo puede darse si coinciden el código del emisor y el código del receptor. En la práctica raramente coinciden de un modo pleno. De cualquier modo, cuanto mayor sea la coincidencia, mejores serán las condiciones de desciframiento. No hace falta explicar que el concepto de código definido en la teoría de la información es muy amplio.
Este concepto abarca los lenguajes étnicos, individuales y de otros tipos, sistema de escritura, dibujos, mapas, símbolos químicos, sistemas de gestos (por ejemplo, los de un director de orquesta), gestos fáciles, distintivos de un rango militar, togas académicas, modos de manifestación de los estados mentales por medio de lenguajes apropiados, modos de formular en terrenos específicos, etcétera; es decir, todo lo que permite asociar una unidad de información concreta con un mensaje concreto. Por ejemplo, si un niño comienza a hablar, solo puede ser entendido por su madre. Esto significa que ella conoce el código que utiliza él, es decir, su lengua individual. Los gestos de un director de orquesta no transmiten mucho a un hombre de leyes, porque este último no sabe sus significados.
Georges Duby: escribir la historia
En francés, la palabra historia designa dos nociones aparentemente, solo aparentemente, muy diferentes. Por un lado, el resultado de un ejercicio muy serio, de una tentativa de investigación. Aquellos que se entregaron a este ejercicio o a esta tentativa tuvieron incluso, a comienzos de este siglo, la pretensión excesiva, impertinente, de creerse sabios, hombres de ciencia, al afirmar que la historia, en ese sentido, era una ciencia. Por otro lado, la palabra historia, preferentemente en plural, designa relatos fantasiosos muy parecidos a los cuentos, que se cuentan con el fin de divertir. Este desdoblamiento semántico en realidad indica un hecho: toda investigación histórica, todo esfuerzo que se haga a partir de las huellas dejadas por los hombres del pasado con el propósito de revivir ese pasado, lleva necesariamente a un tipo de discurso.
Este discurso puede cumplir diferentes funciones. Durante siglos, los historiadores han sido animados por tres intenciones principales. Una intención que se llamaría mágica: devolver la vida a un muerto, traerlo a la sociedad de los vivos. Aquí se inscribe la literatura hagiográfica o la necrología, y el discurso en este caso se acerca al hechizo. Está la intención política: mantener un poder, legitimarlo, justificar su acción. Por ejemplo, una agresión nacionalista (se ha visto en los países que los rodean para qué ha servido la historia y para qué sirve aún). A menos que se trate, por el contrario, de destruir el poder actual para reemplazarlo por otro, aquí entra en juego la historia subversiva bajo todas sus formas, ya sean panfletos o tratados aparentemente objetivos. Y finalmente, el otro propósito era distraer.
La historia como género discursivo
La historia tendía entonces a asemejarse a los cuentos y el historiador se transformaba en narrador. En todos estos casos, las relaciones entre historia y creación literaria son estrechas. Resalta inmediatamente el hecho que la historia, entre las disciplinas que habitualmente se llaman ciencias humanas, es la única que es un género literario. La geografía y la etnografía están próximas a serlo, en la medida en que el discurso geográfico o etnográfico se acerca al relato de viajero. Pero ni la psicología, ni la sociología, ni la economía son géneros literarios. Tampoco la química. Toda investigación en historia conduce a su investigación dentro de las perspectivas abiertas por la llamada ‘Escuela de los Annales’.
El concepto de historiografía
Siguiendo los planteamientos de J. Aróstegui (1995) se pueden establecen dos acepciones para la palabra Historia. Por un lado, designa la realidad de lo histórico, es decir, la realidad en la que el hombre está inserto. Por otro lado, también se denomina Historia a la disciplina que la estudia, remitiéndose entonces al conocimiento y registro de las situaciones y los sucesos que señalan dicha inserción. Así, la misma palabra designa objeto y ciencia, de allí el problema epistemológico que se genera, por lo que se ensaya la denominación ‘investigación de la Historia’. A fin de establecer la diferencia, se comienza a utilizar el término de historiografía para referirse a los estudios históricos.
Topolsky la denominará como la ‘escritura de la Historia’. Para J. Fontana (2002), será la producción escrita acerca de temas históricos. Pierre Vilar (1982) considerará que la Historia es la actividad, el producto de la actividad de los historiadores y también la disciplina intelectual y académica constituida por ellos. Despejada así la confusión entre la historia vivida por los hombres y la Historia como producción escrita acerca de la vida de los hombres, utilizará esta última acepción para el presente trabajo. Es decir, la tarea del historiador implica una concepción de ciencia, una teoría explicativa y los modos de producción del conocimiento histórico.
Metodología de la historia en la enseñanza
Comprender la metodología histórica y las distintas perspectivas que sobre ella se han generado es una parte fundamental para el trabajo tanto del historiador como del profesor de Historia. Así como es importante profundizar en para qué y cómo debe hacerse la Historia, es importante saber cómo transmitirla al alumnado. Desde TECH Universidad Tecnológica hemos preparado el Máster en Enseñanza de la Historia de España, un programa especializado que te dará las herramientas pedagógicas, tecnológicas y teóricas para que puedas desempeñarte con altura y confianza en tu trabajo diario.
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