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Se analizará cómo se pueden satisfacer las necesidades de los usuarios de la cultura a través de los medios de comunicación. Para ello, se tomará en cuenta las claves del marketing-mix, así como las tendencias actuales del consumo del arte, las disyuntivas creativas y morales que se pueden presentar en este mercado. Asimismo, se detallarán ejemplos de productos culturales de éxito y la relación de estos con el arte. Por otro lado, se especificará el funcionamiento del arte dentro de programas ideológicos y los métodos de mercadeo más eficaces para investigar y gestionarlos.

El arte dentro de programas ideológicos

Cuando se habla de arte e ideología es un concepto que actualmente no se tiene muy asociado. Esto porque se piensa que eso no puede ser posible o simplemente dentro de la concepción del arte no se encuentra el término de ideología. En un artículo publicado en Milenio por Gerardo Moscoso Camaño dice que el arte admite la ficción artística. La fantasía: no cambia obligatoriamente lo que es o lo que fue, sino siempre lo que podría ser. Esto en servicio y correspondencia a los rasgos característicos de determinada época y a las formas de su manifestación individual.

El arte verdadero, que ha resistido el cotejo y la confrontación del tiempo lleva en sí la verdad artística. El momento ideológico es también una particularidad indispensable y característica del arte como forma de la conciencia social. Con frecuencia se considera al arte solo como una manera de ideología, lo cual no es del todo correcto, porque el arte no se reduce exclusivamente a lo ideológico.

El arte se vincula con la ideología mediante dos maneras; por un lado, actúa como vehículo de las ideas políticas, morales, filosóficas, estéticas, etc., de una clase social determinada. Por otro, el arte es ideológico, filosófico e imaginativo, por su misma naturaleza. Esto ya que su desarrollo está indisolublemente unido a las relaciones sociales entre las personas y sirve, junto con las otras maneras de la conciencia social. Así, a la resolución de las tareas beneficiosas planteadas por la sociedad, razón por la cual no únicamente refleja la realidad, sino que también la evalúa y expresa una determinada actitud respecto a ella. Con ayuda de la creación artística, el artista siempre niega o afirma algo, es decir, que de una u otra forma, independientemente a veces de su voluntad, lucha por un ideal social determinado.

Arte, política y activismo

Considerar la articulación que existe entre arte y política supone procurar elucidar las relaciones que se establecen entre el hecho artístico. Además de los fenómenos sociales que determinan su producción, recepción y sus posibilidades de promover la conciencia crítica de la población. Esto implica recuperar la reflexión que caracterizó al pensamiento de vanguardia, su crítica a la institucionalización del arte y sus procesos de mediación.

El concepto de vanguardia entraña una cierta variabilidad semántica; aunque desde la perspectiva estrictamente sociológica implica un sentido reactivo que deriva de los efectos y modos de intervención. Mismos que propone y promueve en el medio en el cual se inserta.

Los movimientos de vanguardia reciben este nombre en la medida que provocan rupturas de la tradición, ya sea con relación a las formas artísticas dominantes, las instituciones o el gusto hegemónico en el campo estético; así mismo con la función que la sociedad burguesa le asigna al arte, es decir, la destrucción de la doctrina del arte por el arte que lo constituye en un simple artefacto decorativo para colocarlo al servicio del hombre mediante la construcción de un nuevo orden emancipador.

Las nuevas situaciones sociales y políticas habían contribuido para que los artistas reorientaran sus procesos de creación a través de la búsqueda de nuevas estrategias, convirtiendo la creación artística en instrumento de acción y penetración social e incidiendo en la organización de un discurso contra hegemónico que cuestionaba el sentido común. Sartre, aunque con algunas diferencias, sostiene un planteo similar; define el teatro a partir del acto y el actuar, atribuyéndole una función política (Hernández, 2004).

El arte dentro de programas ideológicos: antecedentes

Los años sesenta se caracterizaron por la incorporación de numerosos intelectuales, escritores y artistas en la lucha política contra el sistema, con la intención de constituirse, a través de su propio quehacer, en la vanguardia política de las masas, recuperando como antecedente la teoría de Brecht acerca del teatro. El valor político del arte no se encontraría en el contenido sino más bien en el proceso mismo, y en los modos en que se construyen formas de visibilidad y decidibilidad; lo políticamente relevante consistiría, en consecuencia, en la ampliación de capacidades para construir de otro modo el mundo sensible.

Esto va más allá de la idea de aproximar el arte al pueblo, transformar las obras en acciones o situaciones y colectivizar el trabajo del autor. Así mismo, la emancipación social debe pensarse como respuesta a la oposición. Esto entre dos modos de vida ligados a cada condición y la pretensión de romper con ella. Desde la perspectiva del arte, la emancipación pasaría por la posibilidad de reconocer que el efecto que produce una obra no pertenece a quien la crea. Es decir, de asumir el riesgo de la separación. Producir una obra no es lo mismo que producir su efecto.

La debilidad de las instalaciones con un signo político deriva de partir del efecto que se busca producir. Esta separación entre la voluntad que pretende realizar la obra y su efecto sobre los espectadores pasa por las condiciones de exposición o de la distribución. Desde la década de los sesenta cada vez más prácticas artísticas se plantearon intervenir estratégicamente en su entorno social inmediato.

Las formas del arte

Sin embargo, esta filiación entre ambas manifestaciones no las hace equiparables. Felshin (2001) afirma categóricamente que “arte político no es sinónimo de arte activista”; porque el trabajo del arte político se limita a idear representaciones que interpelen al poder, pero no llega a encararlo directamente como se propone el arte activista, porque (…) para los artistas activistas ya no se trata simplemente de adoptar un conjunto de estrategias estéticas más inclusivas (…) o de abordar los problemas sociales o políticos bajo la forma de una crítica de la representación dentro de los confines del mundo del arte.

En su lugar, los artistas activistas han creado una forma cultural que adapta y activa los elementos de cada una de estas prácticas estéticas críticas (…) con elementos de activismo y de los movimientos sociales (…) en un proceso activo de representación, intentando al menos “cambiar las reglas del juego”, dotar a individuos y comunidades y finalmente estimular el cambio social (Felshin, 2001, pág.: 89-90).

Para Felshin (2001), el arte activista es una práctica “con un pie en el mundo del arte y otro en el del activismo político”. Sus modos de trabajo mantienen cierta particularidad del arte conceptual pero radicalizada. Su dimensión procesual tanto en maneras como en métodos, su usual emplazamiento público, su intercepción de medios hegemónicos de comunicación y sus métodos colaborativos tanto en la ejecución como en la organización de las acciones son algunas de las características que complicarían ese legado conceptual en términos más comprometidamente políticos (Felshin, 2001).

Periodismo como forma de expresión

A través de los años, el ser humano ha tenido la constante necesidad de comunicarse de diversas maneras. Esto ha permitido que el mismo busque diferentes medios para lograrlo y así, emitir un mensaje a sus receptores. Este proceso ha evolucionado a pasos agigantados, permitiendo así que ciertos procesos requieran de un mayor nivel de conocimiento, como sucede en el ámbito periodístico.

Los profesionales modernos buscan más conocimientos día a día, ampliando sus campos de acción y convirtiéndose en expertos de una rama puntual. TECH Universidad Tecnológica actualmente se posiciona como la mayor universidad virtual del mundo. Este título se ha logrado mediante el desarrollo y diseño de un amplio portafolio educativo enfocado en la calidad y la excelencia educativa. En el caso de su Facultad de Comunicación y Periodismo destacan posgrados tales como el Máster en Periodismo Deportivo y el Máster en Periodismo Multimedia. Por otra parte, para aquellos profesionales que buscan dominar el campo de la comunicación a través del mundo no cabe duda que su mejor decisión será optar por el Máster en Periodismo Cultural.

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