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En el estudio psicológico de los pacientes, encontramos contextos de cómo se van transfiriendo los esquemas emocionales y sus referencias básicas en los primeros momentos de su existencia. En la infancia, la captación de toda información contextual va cimentando los pilares de la personalidad hasta más adelante, cuando el sujeto desarrolla la percepción de su personalidad y crea un autoconcepto.

Proceso cerebral

El cerebro emocional va integrando la relación con los distintos contextos. Poco a poco, a través del tiempo, va prescindiendo del entorno y se fía más de si mismo que del mundo que le rodea. Pero, para este momento, el mundo interior está condicionado por las primeras relaciones contextuales.

Es fácil darse cuenta de que cuando se ejercitan con el pensamiento y la imaginación movimientos o tareas, después se realizan mejor. Reprogramamos estos movimientos y después lo hacemos mejor. Esa programación está ya inculcada en las primeras relaciones con el microcontexto. Esto es así, ya que estructuras como el hipocampo recibe aferencias del interior del organismo y de los órganos de los sentidos antes de recibir información del neocortex. Por ende, numerosas ocasiones puede no diferenciar lo que es una información propia de una información externa. Es quizás en el hipocampo donde encontremos el sentido de la individualidad.

El conflicto deja una memoria y una forma de representar la vida y la realidad. Posteriormente, lo que se vive, incluso la forma de relacionarnos con las cosas, está ligada a estas representaciones. La familia, como contexto más cercano (microcontexto), la zona donde vivimos y la escuela (mesocontexto) y finalmente nuestro país, cultura y medio sociopolítico, económico, religioso (macrocontexto), ayudan a representar lo que se vive, tanto en nuestra relación con el exterior, como las vivencias internas.

Conflictos básicos

Es necesario para desenredar al sujeto de sus conflictos básicos poder mantener la lógica del síntoma. El síntoma es la expresión permitida del conflicto, en un canal y una forma que no transgrede la economía psíquica global.

Una vez que se consigue que el sujeto pueda permitir otro universo de realidad más acorde con su mundo emocional y perceptivo, se realizarán acciones que tengan como final la capacidad del sujeto para obtener un universo en el que pueda diferenciar sus espejismos de los que fueron impuestos. Esta será la única manera de conseguir que en algún momento el sujeto pueda imaginar realizar sus deseos. En este momento puede entrar en contacto con ellos y por lo tanto los vive como existente.

Posteriormente, al trasmitirle la confianza básica y permitirle una nueva vinculación con nuevos esquemas emocionales, se genera un dinamismo de cambios que culminan con la interacción recíproca entre su mundo interno y su forma de entender el mundo.

Creatividad e imaginación

Soñar despierto es algo más que una fantasía. En realidad, es una forma de crear futuro. El arte de construir imágenes mentales, acerca de lo que uno elige vivir, no sólo puede ser algo grato, sino que además es una “bomba de relojería” cargada de poder creador. El hecho de imaginar es poner los cimientos del logro. Toda esta imaginación de lo que somos o podemos ser ha sido de alguna forma reflejada o trasmitida por nuestros referentes. Ellos nos colocan los límites de nuestra imaginación y tapan aquello que no podemos imaginar según sus necesidades conscientes e inconscientes.

No obstante, el ser humano dispone de una capacidad extraordinaria de reinventarse a sí mismo. Y conforme conocemos mejor las potencialidades de nuestra mente, aprovechar la carga creadora de nuestros brotes de emoción. Este papel puede y debe desempeñarlo el psicoterapeuta, que tiene en sus manos la posibilidad de incidir en esta capacidad de aprovechamiento que tiene el ser humano de su mente. Así mismo, puede ayudar al paciente a utilizar como brújula sus emociones. Para ello, debe reinventarse un autoconcepto más favorable, donde sea posible descubrir territorios que antes también existían, pero no se podían imaginar.

Intuición

Conviene aprovechar la fuerza motriz de los chispazos intuitivos para, a continuación, elaborar inteligentemente nuestro destino. Las imágenes mentales alimentadas por el sentimiento y la intuición suponen el cliché visual de nuestra futura experiencia. Sin embargo, cuando uno imagina su vida futura, debe revisar sus creencias limitadoras secundarias a sus espejismos introyectados de su persona referencial básica, acerca de lo que cree poder y merecer. Recordemos que uno merece todo lo que sea capaz de imaginar y sentir.

Creación y refuerzo de objetivos

El éxito ocurre cuando logramos nuestros objetivos. Pero, ¿acaso solemos crearnos objetivos? En caso afirmativo, recordemos que si además ponemos por escrito los mismos, reforzaremos intensamente nuestro inconsciente en la dirección imaginada. Si de verdad deseamos algo es porque tal guión, de alguna forma, está en el camino. En el fondo, lo intuimos como posible sabiendo que las limitaciones tan sólo están en nuestra mente. Hay que tener coraje y eliminar el temor a la frustración que pareció acompañar algunos deseos del pasado. Confiemos en que tras conformar nuestros sueños, la propia mente profunda encontrará el camino para construir avenidas neuronales hacia la experiencia.

La mejor tinta para nuestra escritura mental se consigue en el estado hipnótico. Es en este estado donde podemos escribir nuestro guión, el cual seguramente también será un espejismo, pero esta vez en consenso con nuestra virtualidad inconsciente.

El hecho de ser capaces de crear al propio ego supone la obra de arte más importante de nuestra vida. Para ello es necesario que si no podemos solos, una persona referencial nos guíe en este proyecto. Construyamos nuestro ego con las cualidades y los valores más sabios que seamos capaces de visualizar. El límite no existe, tan sólo lo ponen nuestras creencias limitadoras. Primero soñémonos felices viviendo serenos y lúcidos, y tras el guión fundamental, vayamos poco a poco poniendo los detalles.

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