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En estos momentos, la definición de la teología fundamental se encuentra en una situación de búsqueda. Es uno de los aspectos de las tendencias de las religiones para el siglo XXI. No es fácil encontrar un consenso entre los partidarios de los tres paradigmas (exclusivismo, inclusivismo y pluralismo) que parecen irreconciliables (Sequeiros, 2016, 29 de noviembre). Por otra parte, aparentemente estos tres son excesivamente occidentales, por lo que los teólogos intentan hallar su propia identidad sin dejarse absorber por occidente.

Aún falta un largo camino de búsqueda, reflexión, diálogo y estudio interdisciplinar e intercultural para llegar a posturas que respeten el pluralismo dentro de un modelo teológico común (Sequeiros, 2016, 29 de noviembre). Hace medio siglo, el Concilio Vaticano II abordó el problema de las relaciones de la Iglesia Católica con las religiones no cristianas. En su momento, supuso un paso de gigante en la postura de la Iglesia católica respecto a otras tradiciones religiosas.

Se puede afirmar que se abría una nueva era en las tendencias de las religiones (Sequeiros, 2016), pero el Concilio no pudo avanzar todo lo que se propuso. Llegó hasta la frontera que le imponían los teólogos de la época y se movió dentro de los parámetros definidos por la ortodoxia. Aun así, la teología es siempre una aventura abierta. En estos años, la reflexión teológica de las tradiciones religiosas ha llegado más lejos (Sequeiros, 2016).

Los padres conciliares tomaron conciencia de que era voluntad de la Iglesia promover la estima recíproca entre las tradiciones religiosas, y no solo eso, sino que veían necesario propender por la colaboración mutua. Dicha estima y comprensión deberían hacerse dentro de los límites impuestos por el reconocimiento de su identidad y de su concepción de la propia misión (Sequeiros, 2016).

Elementos de la fe

Dentro de los límites impuestos por estos elementos fundamentales de la fe tradicional, el espacio para negociar diferentes valoraciones teológicas de las religiones parecía bastante restringido. Para entonces, se había excluido de forma inequívoca la interpretación rígida del antiguo axioma “Fuera de la Iglesia no hay salvación” (Sequeiros, 2016, 29 de noviembre).

Pero si se quería avanzar, parecía que quedaban dos caminos: los caminos sugeridos por la teología tradicional católica del tiempo del concilio, y de los que se habla en el artículo “La teología del pluralismo religioso se adscribe a dos paradigmas”, publicado en el número 21 de la Revista Tendencias de las Religiones, el 7 de octubre de 2014. El Concilio Vaticano II no se adscribe a ninguno de los dos. Aunque, aparentemente, se inclinaba a la visión más positiva, dejó abierto el debate teológico (Sequeiros, 2016, 29 de noviembre).

En realidad, hacía mucho tiempo que tal debate había adquirido dimensiones más vastas que las que jamás el concilio hubiera podido o querido tomar en consideración. Esto resulta evidente si se considera, más allá de las posiciones más difundidas entre los teólogos católicos, todo el abanico de las opiniones sostenidas ya anteriormente por los teólogos de varias tradiciones cristianas.

Estas opiniones estaban comprendidas entre los dos extremos constituidos por la “teología dialéctica” de Karl Barth, por un lado, y las concepciones “liberales” con las que este entró en conflicto, por otro (Sequeiros, 2016, 29 de noviembre). En los últimos años, no se ha reducido la amplitud de tal abanico. Al contrario, ha aumentado con el desarrollo de la discusión. El debate sobre la teología de las religiones ocupa hoy un lugar destacado en la agenda teológica. Prueba de ello es la incesante producción de bibliografía al respecto.

Del eclesiocentrismo al cristocentrismo

La teología de Karl Barth es pesimista respecto al diálogo entre las religiones. Algunos de sus discípulos, como Hendrik Kraemer, aplicaron la “teología dialéctica” a las religiones con las que se encontraron en contextos misioneros. Para ellos, dado que la salvación se podía conseguir solo mediante la fe profesada en Jesucristo por la Iglesia, las religiones “no cristianas” constituían, en el mejor de los casos, vanos intentos humanos de autojustificación (Sequeiros, 2016, 29 de noviembre). Pero Barth no fue el único que reaccionó con vehemencia contra las concepciones liberales. Mismas que eran propuestas por los historiadores de la religión, como Ernst Troeltsch y Arnold Toynbee.

Esta postura exclusivista de la neo ortodoxia protestante no es una opción pasada de moda (Sequeiros, 2016, 29 de noviembre). En la actualidad sobrevive en ambientes de la Iglesia evangélica. Incluso está presente en algunos autores católicos, como Henri van Straelen, que ha publicado un libro sobre este tema, en el que afirma que “La Iglesia ha enseñado siempre que, para salvarse, el hombre tiene que aceptar el mensaje del Evangelio, rechazar a los falsos dioses y volverse hacia el Dios vivo de Abrahán, de Isaac y de Jacob, como se ha revelado en Jesucristo”.

Es decir, que para salvarse es necesaria la fe explícita en Jesucristo. Tales datos recuerdan el paradigma exclusivista, explícitamente repudiado por el magisterio de la Iglesia, como se deduce de la carta del Santo Oficio al Arzobispo de Boston, de 1949, bajo el papado de Pío XII. En efecto, el cambio de paradigma con el que se ha pasado del eclesiocentrismo al cristocentrismo representa un cambio importante. Está cargado de consecuencias no solo para una teología de las religiones (inclusivismo contra exclusivismo), sino para la teología en general (Sequeiros, 2016, 29 de noviembre).

Del cristocentrismo al teocentrismo

En el debate sobre la teología de las religiones en los inicios del siglo XXI, las tendencias apuntan hacia numerosos autores que han defendido. Además, que han promovido un cambio de paradigma aún más radical. Al cristocentrismo inclusivista se contrapone ahora una perspectiva teocéntrica, denominada también “pluralismo” (Sequeiros, 2016, 29 de noviembre). Los autores que lo defienden no se proponen solo abandonar la visión que sitúa a la Iglesia en el centro de la perspectiva teológica; sino que también la sitúan en el centro del misterio de Jesucristo. En la nueva perspectiva, en el centro está Dios y solamente Él.

El término “pluralismo” hace referencia a la sustitución de la única mediación universal y constitutiva de Jesucristo por varios “caminos” o figuras salvíficas. Mismas de igual valor que conducen al Dios-centro (Sequeiros, 2016). Desde este punto de vista, las diversas tradiciones religiosas, incluido el cristianismo, representan caminos que conducen a Dios. Cada uno de los cuales posee, a pesar de las diferencias, igual validez y valor. Esta es una postura que a algunos puede parecer desconcertante, pero los teólogos que la sugieren se apoyan en sólidas razones.

Para ellos, si el cristianismo busca sinceramente un diálogo con otras tradiciones religiosas. Solo puede buscarlo en un nivel de igualdad, debe renunciar, en primer lugar, a toda pretensión de unicidad para la persona; además la obra de Jesucristo como elementos “constitutivo” universal de la salvación (Sequeiros, 2016, 29 de noviembre). Ciertamente, esta afirmación se presta para varias interpretaciones, tal como matiza Jacques Dupuis.

Definición de la teología fundamental: educación religiosa como base histórica

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