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Dado que la prevalencia de la alergia alimentaria se ha incrementado de forma exponencial en las últimas décadas, uno de los focos principales para su tratamiento desde la nutrición y gastroenterología pediátrica es la prevención de su aparición. Existen pocos estudios que indaguen en el momento de sensibilización a los alérgenos alimentarios, y los datos relativos a la influencia de la dieta materna durante el embarazo y la lactancia son, en muchos casos, contradictorios.
Prevención prenatal
De acuerdo con las Revisiones Sistemáticas de Cochrane, realizadas por Kakuma y Kramer en base a cinco ensayos clínicos, la alteración de la dieta materna durante la gestación y la lactancia para disminuir la incidencia de atopia en el neonato no tiene un efecto significativo.
Estudios posteriores en madres con dieta sin huevo o leche de vaca no han demostrado la disminución del riesgo de aparición de estas alergias alimentarias en el neonato. Resultados similares se han obtenido en relación con la alergia al cacahuete con el consumo de cacahuetes durante la gestación en mujeres estadounidenses en el estudio longitudinal Avon, pero sí en el estudio CoFAR llevado a cabo por Sicherer, que encontró una relación entre la ingestión de cacahuetes durante el embarazo y la aparición de sensibilidad al mismo, entre los 3 y 15 meses de vida.
Dado que antiguamente se recomendaba evitar durante la gestación los alimentos con mayor frecuencia de asociación alérgica, así como posteriormente durante la lactancia, en muchos casos esta recomendación se mantiene por parte de padres e incluso por los propios profesionales sanitarios. Dado que hoy en día no existe ninguna evidencia al respecto y las dietas restrictivas pueden dar lugar a problemas nutricionales relevantes, tanto en la madre como en propio feto, se debe recomendar en todos los casos una dieta saludable, completa y equilibrada, rica en fibra, verduras y fruta, que garantice la adecuada nutrición de la madre y del neonato, sin seguir dietas restrictivas.
Prevención en la lactancia materna
La lactancia materna es el alimento de elección en todo lactante, aunque la tasa de lactancia materna exclusiva y su duración varían en función de las regiones consideradas. En relación con la alergia alimentaria la lactancia materna proporciona elementos inmunomoduladores, así como anticuerpos que podrían inducir la tolerancia si se combinan con los alérgenos.
Por otra parte, sus beneficios son evidentes desde el punto de vista nutricional, gastrointestinal, infeccioso, neurológico y psicológico. El efecto inmunomodulador de la lactancia no implica únicamente el período de lactancia, sino que se prolonga durante etapas posteriores de la vida, limitando la aparición de enfermedades autoinmunes, inflamatorias y neoplasias.
Los elementos inmunomoduladores de la lactancia materna incluyen además de las inmunoglobulinas enzimas antimicrobianas, ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, IL-10 y PAF-acetilhidrolasa, así como factores moduladores de los receptores tipo Toll y CD-14, entre otros.
Los estudios que tratan de analizar la influencia de la lactancia materna en el desarrollo de alergia alimentaria tienen una serie de complicaciones, como es la propia definición de “alto riesgo de alergia”, que por consenso se aplica a aquellos neonatos que tienen al menos un familiar de primer grado con una patología alérgica.
Dado que esta definición es extraordinariamente ambigua se puede conceder la misma importancia a la rinitis como al asma y a las reacciones potencialmente letales tras la ingesta de alimentos, con lo que incurriría en un error al considerar riesgos equivalentes para situaciones tan variadas.
Impacto de la lactancia materna en las alergias alimentarias en neonatos
Una limitación potencial es la imposibilidad ética de realizar estudios aleatorizados con lactancia materna. En este contexto se deben realizar estudios observacionales, que no posibilitan la extracción de conclusiones sobre causalidad. Una alternativa posible es realizar la aleatorización en relación con una intervención de promoción de la lactancia materna, por lo que no se influye directamente en la decisión de optar por una forma u otra de lactancia. Posteriormente se realizaría el seguimiento de los pacientes, comparando la prevalencia de las diferentes entidades alérgicas consideradas en función de la duración de la lactancia o de la presencia de la misma, por ejemplo.
Finalmente, la elección de lactancia materna frente a artificial puede verse influida por el conocimiento de los antecedentes alérgicos familiares, por lo que la anticipación de la atopia podría jugar un papel determinante en dicha elección. A esto se suma que la aparición de los primeros signos / síntomas de atopia podrían dar lugar a lactancias más prolongadas. El destete, por otra parte, es un proceso lento y muy variable entre individuos.
Existen muy pocos estudios que analicen el impacto de la lactancia materna en la alergia alimentaria y sus resultados deben ser considerados en relación con otras variables, como la presencia de otras entidades alérgicas, como dermatitis atópica y asma, así como en relación con características propias de la lactancia materna, como son su duración e intensidad.
Se ha demostrado en revisiones sistemáticas una asociación entre lactancia materna exclusiva de al menos 4 meses de duración y una menor incidencia de alergia a la proteína de la vaca antes de los 18 meses de vida, aunque son necesarios más estudios analizando efectos a más largo plazo y sobre otros alérgenos alimentarios.
Sensibilización a través de la lactancia materna
Existen datos contradictorios en relación con la posible sensibilización a través de la lactancia materna. Así, hay estudios que indican una mayor presencia de anticuerpos IgE específicos frente a huevo en lactantes con dermatitis atópica amamantados que en aquellos alimentados con fórmula, si bien estos datos no se encuentran en lactantes con asma. De hecho, en relación con la dermatitis atópica, la lactancia materna durante al menos 3-4 meses no se asocia con una reducción de la incidencia de eccema en lactantes con alto o bajo grado de alergia. Se desconoce el mecanismo por el cual pudiese producirse esta sensibilización, aunque no se aprecia en todos los estudios. Al parecer la sensibilización a alérgenos alimentarios puede ser modificada en lactantes que reciben lactancia materna y que presentan determinados polimorfismos a nivel del receptor tipo Toll 9, de la linfopoyetina estromal tímica y del receptor beta-1 de la IL-12.
Una vez desarrollada la alergia alimentaria, el paso de alérgenos intactos por lactancia materna puede ser un desencadenante de sintomatología, como se ha demostrado en ensayos clínicos con provocación doble ciego controlada con placebo. La retirada en estos casos de los alérgenos culpables conduce a la resolución de los síntomas.
Necesidad de investigaciones futuras de las alergias alimentarias en neonatos
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