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La amígdala y los procesos emocionales juegan un papel importante en la vivencia emocional. Se profundiza en ella, seguidamente, siguiendo la línea de trabajo de Carlson, Casafont y Martínez-Selva. La amígdala, o si se es más preciso, el complejo amigdalino, se encuentra ubicado en los lóbulos temporales, existiendo una en cada uno de los dos hemisferios cerebrales. Es una estructura subcortical que forma parte del sistema límbico y está especializada fundamentalmente en emociones negativas, como la ira o el miedo.
Gracias a su exquisita sensibilidad se encarga de la identificación de los estímulos, del procesamiento su contenido emocional y de producir las respuestas vegetativas y motoras a través del hipotálamo y los núcleos del tronco cerebral, originando como resultado conductas de aproximación o ataque. También participa en el reconocimiento de expresiones faciales afectivas (principalmente de miedo) ante las que eleva su actividad, generando las respuestas vegetativas pertinentes ante ellas. De igual forma, interviene en los procesos de memoria, como la respuesta emocional condicionada que se aborda más adelante. Esta estructura se ha subdividido en doce regiones (y cada una de ellas incluye varias subregiones) siendo tres más relevantes:
- El núcleo lateral que recibe la información sensorial desde el neocórtex, el tálamo y el hipocampo. Este núcleo de forma posterior envía proyecciones a los núcleos basal, basal accesorio y central de la amígdala.
- El núcleo basal que recoge la información desde el núcleo lateral y es el encargado de enviar proyecciones a la corteza prefrontal ventromedial y al núcleo central.
- El núcleo central que participa en las respuestas emocionales tanto a nivel comportamental, como neurovegetativo, como hormonal al enviar la información que recibe desde los núcleos basal, basal accesorio y lateral. Este núcleo es la parte más importante del cerebro en la expresión emocional derivada de estímulos aversivos.
La respuesta emocional condicionada
La amígdala tiene un papel destacado en la respuesta emocional condicionada, que es el aprendizaje emocional más básico que existe, donde un estímulo neutro se asocia con un estímulo que despierta una reacción emocional. Cuando esto sucede con regularidad se produce una respuesta automática. Se ha visto que este tipo de aprendizaje emocional se da tanto en animales, como en personas. Un ejemplo claro se aprecia en el condicionamiento del miedo ante señales de amenaza o peligro. En el ser humano la mayoría de miedos se adquieren por trasmisión social.
No es necesario que se haya vivenciado el estímulo doloroso, se puede adquirir este miedo al ver cómo otra persona vive el estímulo doloroso o simplemente al ver la reacción de la otra, ante la presencia del estímulo (sin que se llegue a producir la interacción con este). Igualmente, se producen respuestas condicionadas al miedo simplemente a partir de la instrucción. Este sistema cerebral de defensa concreto funciona de la siguiente manera. Se activa ante estímulos sensoriales, que alcanzan primero el núcleo lateral de la amígdala y posteriormente el núcleo central, a través de dos vías:
- La vía directa procede de los núcleos talámicos. Detecta aquellos estímulos aversivos sin hacer un análisis preciso, lo que permite una reacción muy rápida ante estímulos amenazantes. Esta vía permite incluso la identificación de estímulos aversivos por debajo del umbral de conciencia. Esto es posible porque la información procedente del tálamo llega antes a la amígdala que la procedente de la corteza y es el mecanismo que se activa ante las fobias.
- La vía indirecta requiere de un análisis más preciso, por lo tanto, la reacción también requiere de más tiempo y se ejecuta con más información.
La amígdala y los procesos emocionales: proceso emocional en la amígdala
El proceso emocional general que se da en la estructura amigdalar se produce de la siguiente manera: La amígdala procesa una parte de sus efectos a través del hipotálamo. Regula su actividad, suscitando las respuestas tanto hormonales, como vegetativas. Los impulsos de la amígdala también se dirigen a la sustancia gris central y al cerebro anterior, lo que pone en marcha los sistemas activadores del cerebro. Esto permite ampliar el nivel de vigilancia y favorecer el análisis de los estímulos potencialmente amenazadores.
En este cometido se destaca el papel del locus coeruleus (como se ha visto, una de las áreas de tronco encefálico), donde se libera la mayor cantidad de noradrenalina en el cerebro anterior. Este neurotransmisor reorienta la atención hacia estímulos relevantes, puesto que aumenta el nivel del despertar (o arousal). Así mismo, refuerza la reacción emocional rápida de la amígdala y el hipotálamo.
La amígdala también es la encargada de preparar la respuesta motora al actuar sobre el tronco cerebral, lo que puede provocar, por un lado, actos reflejos como la parálisis, el sobresalto o la defensa y, por otro lado, la expresión emocional facial, sobre todo cuando se trata de emociones negativas.
Por ello, aunque la amígdala parece desempeñar un papel más extenso en la emoción negativa, también está implicada en la emoción positiva. Existen varias investigaciones en esta línea, en una de ellas se examinaron los correlatos neurales de la emoción positiva y negativa, centrándose en la amígdala. Los participantes vieron fotografías positivas y negativas, así como fotografías neutras interesantes y poco interesantes.
Autocontrol y atención
Otra información de gran relevancia a aportar es la relación entre el autocontrol y la función cognitiva de la atención. El autocontrol surge de una buena gestión emocional y pasa por el aprendizaje emocional que se relaciona, entre otras estructuras cerebrales, con la amígdala al tener cierta capacidad plástica. Esta capacidad de autocontrol, aparte de todos los beneficios que supone a nivel personal y social, tiene incidencia en otros aspectos relacionados también con una función cognitiva concreta: la atención, ya que esta (dos de sus tres redes) comparte los circuitos cerebrales con los del autocontrol.
Posner y Rothbart explican dónde, cuándo y cómo el cerebro realiza funciones que son necesarias para el aprendizaje, como atender a la información o regular la interacción de la emoción con la cognición. La atención se materializa en tres redes que conforman los mecanismos atencionales del cerebro humano. Dos de ellas tienen un papel clave en la gestión emocional y son las siguientes:
- En primer lugar, está la red atencional de vigilancia o alerta que se desarrolla en primeros meses de edad y se activa ante la novedad. Está asociada a las estructuras cerebrales del tálamo y las áreas frontales del cerebro.
- La segunda es la red atencional posterior u orientativa que se desarrolla durante el primer año de vida. Su nombre es debido a que es ella la que permite la orientación, es decir, permite atender a los estímulos indicados.
- Por último, está la red atencional anterior o ejecutiva que se desarrolla entre los 3 y 7 años. Resulta clave en el proceso de aprendizaje, puesto que está directamente relacionada con el autocontrol, la resolución de problemas y la capacidad de seguimiento las explicaciones de otras personas.
Control emocional
Las emociones son una experiencia que impacta en la vida del ser humano desde su nacimiento y en cada una de las etapas de su crecimiento. Por esta razón se hace crucial que el individuo tenga pleno control sobre las mismas, aunque en ocasiones esto resulte complejo. Para estos casos se debe entrar a analizar y estudiar los diversos factores que pueden afectar este proceso. Para ello, existe la ayuda profesional, que en muchos casos parte desde el educador.
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