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El misterio, como realidad que cualifica, permite comprender al hombre religioso como aquel para quien el conjunto de cuanto hay aparece a la luz de la presencia de una realidad absolutamente superior, no reducible a una cosa más del mundo y por encima del mundo, o completamente trascendente y que, sin embargo, de ser así, afecta al ser del nombre en su centro mismo y de una manera plena y definitiva (García y García, 1989).

No todas las religiones llaman Dios a esta realidad; el budismo primitivo, por ejemplo, deja “en hueco” el lugar de este ser, en señal de su superioridad infinita, no dándole ningún nombre. Algunos fenomenólogos de la religión utilizan por esto, en vez de Dios, el término Misterio (García y García, 1989). La presencia del Misterio marca, en cierto modo, el significado de todo el resto de la realidad.

Lo sagrado no es precisamente un trozo del mundo distinto de lo profano, sino todo el mundo que antes era profano. Esto fue vivido contando con la presencia iluminadora del Misterio. Aun entonces, lo habitual es que el hombre religioso reconozca actividades y objetos menos interiores al ámbito sagrado que otros, porque lo sagrado es solo propiamente el terreno de lo definitivo, de lo estrictamente necesario, de lo más serio.

Es el lugar de la relación con el Misterio y de ella depende en último término todo. Esto es lo que se identifica con la trascendencia. La trascendencia se refiere a ir más allá de algún límite, también llamada dimensión trascendental. Generalmente el límite es el espacio-tiempo, lo que se suele considerar como mundo o universo físico.

Mediaciones manifestaciones del Misterio: Las hierofanías, espacios y tiempos sagrados.

La trascendencia del Misterio impide por principio que pueda ser abarcado por el hombre o que pueda presentarse a este totalmente encerrado en los límites de un fragmento del mundo. Solo cabe hablar de él descubriendo su efecto en la existencia (García y García, 1989). El hombre religioso experimenta el Misterio. Hay huellas literarias de este fenómeno desde Sumer y Egipto hasta hoy.

El Misterio sobrecoge y aterra por su inmensidad. Aún más, por ser lo totalmente otro, lo absolutamente otro respecto del mundo y del hombre, y este siente ante él, vertiginosamente, que apenas si posee, en su comparación, realidad ninguna. Se ve a sí mismo como nada ante una majestad infinita (García y García, 1989). Uno de los elementos más interesantes de la descripción de la experiencia del hombre religioso es que comprende que la relación que se ha establecido entre el Misterio y él no ha podido surgir de su iniciativa, sino de la decisión del Misterio mismo.

El Todopoderoso se inclina hacia el sujeto, desde su trascendencia, porque así lo quiere. Este es el origen de la caracterización del Misterio como Dios personal: el Absoluto posee, de algún modo, voluntad y amor (García y García, 1989). Ante el encuentro con el Misterio caben dos actitudes: la actitud mágica y la actitud religiosa. Hoy no se ve la esencia de la magia donde la situaba Frazer, sino, precisamente, en el intento de poner el Misterio al servicio del hombre (García y García, 1989).

La actitud religiosa consiste, en cambio, en el reconocimiento del Misterio como tal, lo cual significa, fundamentalmente, situar el centro de la existencia no en sí mismo, sino en el Absolutamente Otro (García y García, 1989).

La religión en la sociedad

Es esencial a la religión que el esfuerzo hacia Dios o el Misterio no inicie solamente por el reconocimiento de no valer metafísicamente en comparación con el Ser Supremo sino, más bien, cuando se toma conciencia de la imperfección moral, del propio mal moral, en la presencia del Santo. Así, la salvación es vista como la liberación del mal, ante todo moral, en el que se empieza a estar.

Por ejemplo, el concepto cristiano de pecado consiste en la situación de partida, que es estar ubicado uno mismo en el centro de la realidad. Como se desprende de la descripción de la experiencia del Misterio tremendo y fascinante, la religión nunca piensa la salvación como fruto exclusivo del esfuerzo del hombre, sino, en último término, como don o gracia (García y García, 1989).

Finalmente, todas las religiones reconocen que, dado que el hombre se ve a sí mismo siempre en la naturaleza, en la realidad y en la historia, el encuentro del Misterio con él solo es posible si el Misterio lo hace de algún modo presente en la naturaleza o en la historia. A la vez, el hombre no puede adoptar la actitud religiosa si no la expresa en, al menos, cualquiera de los medios en que siempre vive (el espacio, el tiempo, la sociedad, la palabra, la acción, el pensamiento) (García y García, 1989). Hierofanía quiere decir en griego “manifestación de lo santo”.

Las hierofanías son los seres dentro del mundo a través de los cuales se ha encontrado el Misterio con el hombre o, desde el otro lado de la relación, ha visto el hombre la presencia de Dios. Quizás todo haya sido alguna vez hierofanía para algún sujeto o algún pueblo (García y García, 1989).

Significados comunes a todas las religiones y notas particulares del judaísmo, islam. Hinduismo y budismo

El misterio

Un misterio es aquello que no se puede explicar, comprender o descubrir. Se trata de algo reservado, secreto o recóndito. Las personas tienden a interesarse en los misterios como algo inaccesible, ya que en caso de ser revelado, perdería su atractivo (Pérez y Gardey, 2009). Esto quiere decir que, cuando un misterio es explicado, pierde su condición de misterioso.

Los misterios, como en el ejemplo mencionado, suelen generar distintas teorías, muchas veces alejadas de la ciencia. Cuando las explicaciones no pueden explicarse mediante el método científico, los misterios son considerados como triviales por los científicos (Pérez, y Gardey, 2009). Para la religión, un misterio es aquello inaccesible a la razón y que, por lo tanto, debe ser objeto de fe. Misterio también es una pieza dramática que desarrolla las tradiciones cristianas o las escenas reflejadas en la Biblia. El género nació en la Edad Media y presentaba personajes como ángeles, demonios y el propio Dios.

Las obras de misterio eran aprobadas por el clero y se utilizaban para difundir los preceptos religiosos (Pérez, y Gardey, 2009). El Misterio Santo se revela como la Presencia, en lo más íntimo del sujeto, de la más radical Trascendencia. Los tres términos de la expresión: presencia, intimidad, trascendencia, son asimismo esenciales, igualmente imprescindibles y estrechamente interrelacionados.

Esto significa que ninguno puede entenderse correctamente sin la referencia a los otros dos. Aunque la claridad de la exposición exija desarrollar el contenido de los tres de forma sucesiva (Velasco, 2004). La palabra “trascendencia” contiene un esquema espacial, cuyo contenido es indispensable para captar el significado del término, pero que debe ser superado si se quiere que ese significado sea aplicable a la realidad a la que se refiere. Compuesto del prefijo trans y del verbo scandere, “trascendencia” evoca un doble movimiento de travesía y de ascensión.

La educación católica en la modernidad

Aplicar la educación religiosa en las escuelas modernas puede llegar a ser un problema. Sin embargo, el profesional en educación se enfrentará a estos campos a menudo, esto teniendo presente los modelos educativos de la actualidad. Por ello, este perfil profesional debe tener en cuenta la capacitación constante como su opción más adecuada para hacer más efectivas sus labores.

En TECH Universidad Tecnológica actualmente se desarrollan programas educativos enfocados en el éxito laboral. Caso ejemplo de ello es su Facultad de Educación, donde se pueden hallar posgrados tales como el Máster en Neuroeducación y Educación Física y el Máster en Inteligencia Emocional para docentes. Sin embargo, para aquellos profesionales que buscan enfocar sus esfuerzos intelectuales en el área de la religión, su mejor elección será el Máster en Educación Católica.

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