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Las bases e indicaciones de la medicina integrativa representan un modelo internacional de cambio en la forma de hacer práctica médica. Es la respuesta ante nuevas cuestiones planteadas por los cambios sociales y epidemiológicos. Mismas que han llevado a un incremento de la esperanza de vida de la población, no solo en los países desarrollados sino también en todo el mundo. Ha supuesto que cohortes enteras de población tengan la posibilidad de alcanzar edades que a sus antepasados les parecieran imposibles.
Siempre hubo ancianos longevos, pero lo que se destaca en el presente, es que grandes volúmenes de esas cohortes alcanzan en conjunto edades avanzadas. Esta circunstancia, nueva en la historia de la humanidad y siendo una clara ventaja, lleva no obstante, aparejado un problema; se vive más, pero los parámetros de calidad de vida no acompañan.
Se vive más, pero se vive con las dificultades que representan las enfermedades y sus complicaciones añadidas en los últimos años de la vida. Asistió a un cambio epidemiológico, se ha pasado de poner el acento en los cuadros agudos a una cronificación de la sociedad. Las enfermedades crónicas toman el mando, en incidencia y prevalencia.
En enfermedades agudas este modelo médico convencional es muy eficaz. En dar soluciones a situaciones de urgencias, en la cirugía, en cuadros críticos donde la inmediatez y el conocimiento técnico es esencial; pero fracasa en las enfermedades crónicas. El 70% de los mayores de 65 años tiene al menos una enfermedad crónica en España, con una media de cuatro enfermedades crónicas por persona. Esto según han informado diversos expertos con motivo del X Congreso Nacional de Atención Sanitaria al Paciente Crónico, organizado por la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).
El contexto en la actualidad
Por otra parte, la OMS afirma en su web, en el apartado que dedica a la Alianza Mundial para la seguridad de la paciente fundada en 2004 (formada, en parte por médicos españoles expertos en seguridad del paciente), que; «Cada año decenas de millones de pacientes de todo el mundo sufren daño o fallecen como consecuencia de una atención sanitaria no segura.
Comprender las características y la magnitud del problema en hospitales y centros de atención primaria es el primer paso hacia la mejora de la seguridad del paciente. Esta iatrogenia asociada al progreso de la Medicina es uno de los problemas que preocupa a la Medicina Integrativa. En ella, puede aportar soluciones para minimizarla.
Con esta tendencia de progresivo envejecimiento de la población española, se calcula que en el año 2029 en España residirán 11,3 millones de personas mayores de 64 años y alcanzarán los 15,8 millones en 2064,. Esto con las consecuencias de porcentuales de incremento de la cronicidad que estas cifras conllevan. El cambio ha sido intenso y rápido. Un sencillo análisis de las pirámides demográficas permite observar como las bases (nacimientos y jóvenes) comienzan a ser más débiles que sus cúspides (ancianos). Se enfrentan a una población envejecida.
Una figura que desde el plano geométrico no puede sostenerse y que, desde el punto de vista social, económico y médico tampoco lo hace. En España, las enfermedades crónicas motivan el 80% de las consultas de Atención Primaria, el 60% de ingresos hospitalarios y el 85% de los pacientes ingresados en Medicina Interna. Esto suponiendo la primera causa de gasto sanitario en el país.
¿Qué piden los pacientes? El motor de la medicina integrativa
El modelo médico ha estado tradicionalmente basado en el poder del rol. Mismo que significaba en todas las sociedades el papel del “curador” (chamán, hombre medicina, sanador, médico). Un papel hegemónico con un rol de poder. Un conocimiento propio y exclusivo que, además, se circunscribe a un aspecto esencial de las necesidades humanas: evitar el dolor, evitar las enfermedades y evitar la muerte. Era una posición de poder y una relación unilateral, hegemónica y piramidal. El médico diagnosticaba, daba un remedio y la mezcla de la naturaleza, su saber y la buena o mala suerte hacían el resto.
No se cuestionaba nada. El conocimiento siempre ha representado un poder, aunque fuera un conocimiento escaso y cuestionable, era la verdad oficial. Ante el médico todas las personas son iguales, sean reyes o mendigos, al desnudarse y permitir tocar, palpar, inspeccionar el cuerpo para encontrar el mal y su causa. “El mito de la perfección de los profesionales sanitarios está tan arraigado en la sociedad, que desplazarlo requerirá un esfuerzo de humildad frente a la vanidad, de serenidad frente a la crispación, tan considerable y desde tantos ángulos, que se perfila como una de las tareas más difíciles.
Son demasiados siglos de creencia cotidiana en la infalibilidad, y el necesario aprendizaje de los errores no se puede llevar a cabo sin la previa asunción de su existencia”. Hoy las personas, ya no son “pacientes”, son cada vez más seres dotados de conocimiento, tienen educación y sobre todo acceso a un universo de información que representa internet. Internet ha supuesto uno de los instrumentos más revolucionario en el sistema de relación médico/profesional de la salud-paciente. Para la medicina, en sus relaciones con los pacientes, este acceso a la información puede ser a veces más una causa de dolor de cabeza que un beneficio.
El paciente como eje central
Los pacientes, los ciudadanos que se les había dicho que en su carta de derechos fundamentales estaba la “seguridad en su salud” comienzan a demandar no solo conocimiento por parte de sus profesionales sino un modelo de relación no piramidal, más horizontal, donde quieren participar o co-participar en la toma de decisiones de algo que les afecta de manera especial: su salud y/o la de sus allegados.
Piden explicaciones, generan debate y presentan y ofrecen dudas. Solicitan además no una relación burocratizada, sino cercana, humana, una visión de su ser global porque han entendido que son algo más que cuerpos físicos y que su psique, sus emociones, sus relaciones interpersonales son fuente de salud y vida y también origen de numerosos procesos de enfermedad.
Quieren ser escuchados y escuchar, quieren explicaciones realistas. Y quieren que, si no se tienen todos los datos y hay incertidumbre, se sea sincero y se les comunique. Quieren no solo médicos competentes y una medicina de alto conocimiento sino también y sobre todo una medicina que los escuche. Y además piden que el médico no solo sea un prescriptor de medicamentos o de pruebas.
Así mismo, se ha asolado a los pacientes con la tecnología, se ha sustituido el arte médico (fruto de una amplia combinación de conocimiento global, experiencia personal e intuición, eso que en su momento se denominó “ojo clínico”) por un modelo que pretende ser biomatemático y que amenaza al final del camino con sustituir al “ser humano médico” por un algoritmo, para que se enfrente al “ser humano enfermo”. Y si este escenario era el que han recorrido los pacientes, los ciudadanos, la clase médica como institución y los médicos y otros profesionales anexos en particular, han recorrido no un camino paralelo, sino divergente en amplios espacios.
Las técnicas tradicionales
Dentro de las diversas metodologías que maneja un profesional de la salud, existen muchas que han sido dejadas atrás en la historia. Sin embargo, un selecto grupo de esta área ha continuado teniendo en cuenta esta diversidad de prácticas, aplicándolas de manera efectiva en cualquier enfermedad. Estos profesionales se capacitan constantemente, adquiriendo nuevos conocimientos en cada oportunidad que se presenta.
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