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El surgimiento y desarrollo del cáncer son fenómenos complejos explicados de diferentes formas a lo largo de la evolución del conocimiento científico. Varias teorías han sido sugeridas al respecto y los aspectos epidemiológicos, bioquímicos, genéticos y moleculares se combinan para dar respuesta al problema. Aquí se revisarán algunas de estas teorías de la etiopatogenia y biología del cáncer. Se ofrecerá de forma resumida la idea compartida actualmente de la carcinogénesis como un proceso de pasos múltiples. Es allí donde las alteraciones de índole molecular y, en especial, las relacionadas con el ciclo celular, son cada vez más importantes.
Teorías etiopatogénicas
En referencia a sucesivas y diferentes aperturas del conocimiento, durante los últimos 50 años los investigadores en oncología experimental fueron protagonistas de cinco cambios de teorías del cáncer con cinco correspondientes paradigmas. Se definieron como:
- La teoría viral
- Teoría del oncogén
- La teoría de genes supresores de tumor
- Teoría génica
- La teoría de la inflamación o del microambiente
Sin embargo, a pesar de tanto esfuerzo y de la consiguiente acumulación de tantos, hasta hoy no hay una explicación fidedigna. Ninguna, acerca de cómo se transforma una célula y cómo se origina un tumor
Teoría viral
En 1911, Peyton Rous descubrió que se podía trasplantar un sarcoma de ave a otra ave con extractos acelulares del tumor. Su origen se atribuyó a un virus que hoy lleva su nombre, Rous sarcoma virus. Este experimento fue recibido con incredulidad, pero 55 años más tarde recibió el Premio Nobel. Se consideraba que el cáncer, por carecer de contagiosidad, no podía tener una causa infecciosa.
En 1936, este escepticismo continuó con Bittner cuando descubrió la transmisión del cáncer de mama de una cepa de ratón a otra a través del amamantamiento. Se le denominó factor leche, evitando la palabra virus para el agente que hoy es nada menos que el mouse mammary tumor virus (MMTV). Su estudio y extrapolación a la mujer siguen vigentes.
Durante la década del 50, la actitud de los investigadores fue gradualmente cambiando frente al cúmulo de evidencias a favor de la inducción viral de la leucemia, esta vez en ratones. En 1951, de una leucemia espontánea, Gross pudo aislar un virus que lleva su nombre. Luego, a partir de distintos sarcomas y carcinomas murinos se aislaron los virus Graffi, Friend, Moloney, Ehrlich y sarcoma o leucemia 1802, etc.
Se postuló entonces una etiología infecciosa del cáncer a través de un virus exógeno. Sin embargo, tal explicación infecciosa tambaleó frente al descubrimiento en 1959 de que, en el ratón, los rayos X eran también capaces de inducir una leucemia. De esta se aisló el virus de Kaplan o radiation leukemia virus (RadLV). Para dar cabida a este dato discordante, en 1969, Huebner y Todaro postularon una teoría del oncogén según la cual el genoma celular contenía un oncogén potencialmente responsable de la transformación neoplásica. Mismo que era transmitido por la línea germinal y podía ser activado por diversos agentes carcinogénicos.
Teoría del oncogén
Se fueron descubriendo virus causantes de sarcomas y leucemias a lo largo de la escala zoológica, y empezó una intensa búsqueda del oncovirus humano. Misma que potenciada por el National Cancer Act firmado por Nixon en 1971 y por el lema de Sabin: un cáncer, un virus, una vacuna. El resultado fue un enorme esfuerzo en experimentos apoyados por cuantiosos subsidios que llevaron a una secuencia de descubrimientos importantes.
Si bien era evidente que los oncovirus no eran exógenos (ya que eran inducidos por rayos X), su función como virus endógenos recién se aclaró en 1970. Esto cuando Temin y Baltimore demostraron que el virus de Rous (virus ARN) se copiaba del ADN mediante la transcriptasa inversa (en contra del dogma: ADN, ARN, proteína), incorporándose así al genoma celular en forma de provirus. Esta teoría se afirmó dando lugar al nacimiento de la retrovirología.
En 1975, al recibir el Premio Nobel por ese descubrimiento, Temin profetizaba que con base en la proteína codificada por el provirus de Rous; la preparación de su correspondiente anticuerpo, se podría llegar a vacunar contra el cáncer; sin embargo, pese a que esa proteína, la pp60, fue luego encontrada, esa predicción no pudo ser confirmada.
La razón la dieron Bishop y Varmus al demostrar en 1980 que el oncogén del virus de Rous pertenecía al genoma celular y que el retrovirus no era nada más que el vector capaz de transportarlo de un sitio a otro del genoma. Por ese descubrimiento ganaron el Premio Nobel en 1989. Se habló entonces de retrotransposones (ADN a ARN a ADN) y de transposones (ADN a ADN). Esta demostración le significó el Premio Nobel en 1983 a Barbara McClintock, más de treinta años después de su hallazgo.
Teoría de los genes supresores
Los oncogenes tendrían un efecto positivo o estimulador de la proliferación neoplásica y, en muchas circunstancias, también una importante participación en el ciclo celular normal. A partir de 1984, llamó la atención que tumores hereditarios como el retinoblastoma. Además del tumor de Wilms y otros, estuvieran asociados a la falta o inactivación de los dos alelos de un gen determinado.
A estos genes ausentes o inactivados se los considera como anti oncogenes o genes supresores de tumor, postulándose un freno que mantendría la célula en el estado normal, con la consiguiente expansión clonal neoplásica. Este concepto de anti oncogén se vio apoyado por experimentos muy anteriores, inexplicables en su momento: el hecho que la fusión de una célula normal con una neoplásica diera origen a un híbrido normal, lo que sugería que a la célula transformada le faltaba algo. Poco a poco fue creciendo la lista de anti oncogenes hasta ser casi más numerosa que la de los oncogenes, simulando un sistema génico homeostático.
Teoría génica
Al descubrir tantos oncogenes diferentes asociados a tumores, por un lado, y al acumularse cada vez más genes supresores de tumor, por el otro, surgió una nueva teoría que englobaba ambos fenómenos. Esta teoría génica considera que un cáncer surge como consecuencia de una cascada de eventos en el ADN genómico que involucra tanto activación de oncogenes como deleción de genes supresores de tumor lo que, por ejemplo, convertiría paso a paso a un pólipo en adenoma colorrectal y luego en un carcinoma, y así hasta la aparición de metástasis. Se llega así a la noción de que la transformación neoplásica es consecuencia de una serie de eventos mutagénicos, configurándose así la teoría génica del cáncer.
Teoría inflamatoria
No hay que perder de vista que la transformación neoplásica de una célula no significa el desarrollo de un tumor. Lo más probable es que esa célula mutada sea eliminada por el sistema que corrige los errores de ADN. Pero, si es que sobrevive y llega a formar un clon transformado, también puede permanecer en estado de tumor dormido durante mucho tiempo, siempre que el sistema inmunológico no se entere de su presencia.
De hecho, son numerosos los tumores de próstata y otros que se descubren en autopsias normales. Vale decir que hace falta una estimulación inflamatoria del microambiente para despertar el clon neoplásico y provocar su proliferación. Tal inflamación constituye una estimulación del sistema inmune, alterándose la matriz extracelular y así, paso a paso, el intercambio entre las células del microambiente que forman el estroma (linfocitos, macrófagos, células dendríticas, etc.). Todas estas reacciones eventualmente conducen al desarrollo de nuevos vasos sanguíneos esenciales para el desarrollo del tumor.
En la relación tumor-huésped, el sistema inmunológico tiene una función bivalente. Por un lado, es necesaria su estimulación para la iniciación, promoción y neovascularización tumoral. Por el otro, la vigilancia inmunológica establecería un balance homeostático entre aceptación y rechazo, con varios factores a favor y otros en contra de la proliferación tumoral.
La oncología y su trascendencia en la humanidad
El cáncer ha resultado una enfermedad destructiva en las vidas humanas. Con el pasar de los años, se ha estudiado esta enfermedad y, aunque no se ha hallado una cura, la mortalidad de esta ha disminuido. Los síntomas a su vez hoy en día resultan más controlables que hace 10 años, donde el contraer esta enfermedad significaba, no más que la muerte. Los profesionales y especialistas de estos campos han sido los principales responsables de tan positivo avance en la humanidad.
Para TECH Universidad Tecnológica no hay nada más grato que encontrar a sus egresados como los mejores especialistas del mundo. Por ello, cada uno de los programas que pone a disponibilidad ha sido creado de manera cuidadosa por manos profesionales en el campo. En su Facultad de Enfermería, por ejemplo, se pueden hallar programas como el Máster en Vacunas en Enfermería y el Máster en Enfermería Legal y Forense.
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