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Cuando se aborda la situación de la Hispania Antigua o la Edad de Piedra, se incluye desde la aparición de los primeros escritos hasta la caída de la civilización romana, en el siglo V d.c. Esto es así porque se presupone que con la aparición de los primeros textos, la complejidad social, la organización económica y las instituciones de poder aumentan. La nueva estructura social cambia el concepto de ciudadanía en la Historia de España, lo cual será desarrollado a lo largo del artículo.

Tartessos

Históricamente se ha dispuesto de información sobre la cultura tartésica gracias a los escritos de Hesíodo, Polibio, Estrabón, Rufo Festo Avieno o incluso en la Biblia. De todo ello, más los resultados de las excavaciones arqueológicas, se sabe a grandes rasgos que en la cuenca del Guadalquivir se desarrolla una cultura que tiene sus orígenes allá por los siglos IX y VIII a.C. Va a ser una importantísima civilización urbana. Así pues, tanto por este detalle como por la aparición de documentos escritos, se circunscribe esta civilización a la Historia.

Sus estructuras económicas pivotan en torno a la agricultura, la ganadería y la minería y metalurgia por influencia de los fenicios. Pero, además, se observa la aparición de actividades comerciales. Su sociedad estaba muy jerarquizada y, al frente de la misma, se hallaba una rica oligarquía. Coronándola existía una monarquía, por lo que se generaba una cierta burocracia que tenía que controlarse a través de un sistema de escritura.

Las estructuras políticas se concretan en la citada monarquía más o menos unificada por las demandas de estructura territorial unificadora que demandan los fenicios. De hecho, las fuentes hablan, entre otros, de un tal Argantonio. La civilización tartéssica cae cuando se funda Massalia por los focenses. Así la vía del estaño se desvía generando una fuerte crisis económica y política que se materializa en la aparición de núcleos independientes. Otra de las causas de su desaparición es la entrada de un nuevo metal y de una civilización con él: el hierro.

Colonizaciones

Por lo que respecta a las colonizaciones, se trata de asentamientos de pueblos de procedencia foránea que se establecen prioritariamente en el Este y el Sur de la Península Ibérica. Por lo que respecta a las causas, éstas son fundamentalmente económicas. Concretamente se trata del interés comercial que suscitan los productos agrícolas, ganaderos y las tierras que se encuentran en el territorio peninsular.

En cuanto a las consecuencias, se puede comentar que para los autóctonos que recibieron el influjo de los colonizadores foráneos, estos contactos supusieron la introducción de técnicas de elaboración del vino y del aceite, cultivos nuevos como la vid y el olivo, el uso del hierro y tecnología como la salinera, la cerámica horneada, el torno, la moneda y la escritura. Además contribuyeron a un aumento de la superficie cultivada, al desarrollo de la ganadería y a la explotación minera a mayor escala que anteriormente. Como es evidente, estos contactos introdujeron a las zonas de la Península Ibérica en las que se desarrollaron, en los circuitos comerciales y culturales mediterráneos.

Fenicios

Los fenicios contactan con la Península desde el 1.100 a.C. con la fundación de Gadir. Otras colonias fenicias fueron Malaca y Sexi (actual Almuñécar, en Granada), Ebussus (Ibiza) o en Guardamar (costa alicantina).

Las causas de la llegada de estos contingentes se encuentran tanto en la presión del Imperio Asirio sobre Tiro y otras ciudades fenicias, como por los incentivos comerciales que ofrecían los territorios peninsulares. En este sentido, se debe recordar que los fenicios, en su expansión por el Mediterráneo, no sólo fundan Gadir, Malaca, Sexi, Ebussus, etc, sino otras de mayor importancia como Cartago en la costa africana.

Griegos

Las colonias griegas se ubican temporalmente entre el VIII y el VI a.C. Es decir, en la etapa que coincide con el período arcaico, que es el momento en el que se desarrollan más la colonización o expansión griega. Entre las colonias griegas destacan Rode, Hemeroskopion, Alonis (en Santa Pola) Akra Leuké y Emporion. Ésta última destaca por su doble asentamiento: una Palaiápolis en una pequeña isla, y una Neápolis en el continente.

Las causas de la llegada de pueblos helenos se encuentran tanto en el crecimiento demográfico de las polis griegas, como en la presión que la nobleza de las polis ejerce sobre las clases populares. También contribuye su predisposición hacia el ansia de aventura y de establecimiento de relaciones comerciales. Además, la crisis social creada en algunas polis al enriquecerse el sector popular gracias al comercio y disputar el poder político a las aristocracias tradicionales. Como consecuencia, los griegos que llegan a la Península son los más aventureros, pero también los más arrojados. No sólo porque se han enfrentado a los peligros del mar, sino porque no han aceptado la jerarquía tradicional que existe en muchas de las polis griegas en el período arcaico. Estas se justifican en parte por la vinculación a la divinidad.

Cartagineses

Cartago era una colonia de origen fenicio que se estableció en el Norte de África alrededor del IX a.C. por exiliados de Tiro. Así pues, se trata de una de las consecuencias de la expansión fenicia por el Mediterráneo. Al principio se interesa por la Península por su exceso de población. Más tarde, por intereses comerciales. La competencia que supone para la entonces emergente Roma desemboca en la I Guerra Púnica. Concluye con la victoria romana y con el Tratado del Ebro de 226 por el que Roma y Cartago se reparten sus áreas de influencia en la Península.

La ruptura de este tratado por Aníbal Barca y su asalto a la ciudad romana de Sagunto, desemboca en la II Guerra Púnica. Sus consecuencias serán muy importantes para la Península Ibérica. Sin embargo, cabe destacar que no está claro lo firmado en el Tratado del Ebro en cuanto a los límites reales de áreas de influencia, o el papel jugado por Sagunto. Lo que sí está claro, es que este fue el inicio de la primera fase de la conquista de la Península por Roma.

Pueblos romanos

Norte: Culturas de Origen Celta

El Norte peninsular desde el primer milenio a.C. aproximadamente se puebla por contingentes de población de origen indoeuropeo que se articulan en torno a dos grandes culturas y en varias oleadas. Entre el 725 y el 450 a.C. se desarrolla lo que se conoce como Cultura de Hallstatt. Se conoce por poblados cuyos topónimos acaban en los sufijos –dunum y –acum. El rito funerario es la inhumación, el estudio de cuyos restos permite pensar en una cierta diversificación social. Se sabe también que eran pueblos guerreros que vivían en poblados fortificados.

Los Iberos

El área tradicionalmente conocida como íbera engloba a todo un conglomerado de pueblos que presentan ciertas características comunes. Entre ellas cabe citar:

  • Estructura económica. La economía del área íbera fue la que recibió un mayor influjo de las colonizaciones. Por ello, la más abierta a las innovaciones foráneas se basó en los siguientes sectores económicos: agricultura, ganadería, caza, pesca, artesanía y comercio.
  • Poblamiento. En cuanto a los poblados se observan varios tipos.
  • Sociedad. Se trata de una sociedad tribal y muy jerarquizada que se dispone en torno a una monarquía seguida de una fuerte aristocracia (como se constata en los pilares-estela), una clase media de artesanos y comerciantes y una clase baja de campesinos. Sus funciones son la alimentación del conjunto de la sociedad y tareas militares.
  • Cultura. Entre los aspectos culturales se pueden comentar la existencia de dialectos de una lengua preindoeuropea y de una escritura compuesta de un conjunto de signos que designan letras y también sílabas.
  • Religión. El mundo de las creencias entre los pueblos íberos se materializa en el rito de la incineración. Se trata de enterramientos que van desde los más sencillos al Nordeste hasta los más complejos al Sur. Así se constata la existencia de pilares-estela y fosas que albergan urnas para los segmentos más bajos de la sociedad y sepulcros turriformes que son más escasos y para los que se necesitan mayores recursos, así como una serie de artistas especializados.
  • Manifestaciones artísticas. Entre ellas destaca el arte funerario y el no funerario. En el primero de ellos se encuentra las importantes necrópolis y recipientes para las cenizas producto de la incineración. En el segundo caso la toréutica y figuras de diferentes partes del cuerpo.

Dominación romana

La dominación de la península por parte de Roma y su paralela romanización se desarrollan en torno a varias etapas que están muy relacionadas con la historia interna de la ciudad. La primera de ellas sería la Segunda Guerra Púnica, la segunda las llamadas Guerras Celtíberas y Lusitanas y la tercera las Guerras Cántabras.

Origen de la llegada

Roma se establece en la península Ibérica como consecuencia de la I Guerra Púnica y sus alianzas con las colonias griegas. Este citado conflicto bélico entre Cartago, ciudad de origen fenicio establecida en el Norte de África, y Roma, concluye con la derrota de la primera. Se ve sometida a una paz en la que ha de pagar una serie de tributos de guerra. Para ello, trata de extraer del territorio peninsular los metales preciosos necesarios para estos pagos.

A finales del III a.C. se firma el Tratado del Ebro (226 a.C.) por el cual las dos ciudades se distribuyen las distintas zonas de influencia en el territorio peninsular. Sin embargo, este Tratado parece que es conculcado por Aníbal Barca, general cartaginés que toma Sagunto en el 219 a.C. Cruza el dicho río Ebro en el 218 a.C. Esta violación de lo pactado provocará el desembarco de Cneo Escipión en la Península y el estallido del segundo conflicto entre romanos y púnicos.

Etapas de la conquista y romanización

Primera etapa: desde 210 a.C. a 154 a.C.

En ella, los hechos más importantes son el enfrentamiento entre Publio Cornelio Escipión y Asdrúbal Barca y Magón. Esto acaba con la derrota de éstos últimos. Logra la toma de Cartago Nova en 209 a.C. y de Cádiz en 205 a.C. También de la división del territorio peninsular entonces bajo poder romano (desde Andalucía al Ebro) en dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior.

Segunda etapa: de 155 a.C. a 123 a.C.

Este momento se caracteriza por la ocupación de las islas Baleares y por las guerras contra los Lusitanos y contra los Celtíberos. En la zona que después se llamó Lusitania, se combatió muy duramente contra un caudillo nativo, Viriato. Él mantuvo en jaque a las legiones romanas gracias al desarrollo de la guerra de guerrillas. Se detuvo hasta que fue asesinado por dos lugartenientes suyos comprados por Roma. Las guerras contra los celtíberos se desarrollaron en el territorio controlado por estas tribus. Su episodio más destacado fue la resistencia planteada por la ciudad de Numancia, que tras sufrir un terrible asedio se rindió.

El último capítulo es la toma de las Islas Baleares por Quinto Cecilio Metelo. También hay que comentar las guerras civiles en el seno de la República romana entre el partido aristócrata (Metelo y Pompeyo) y el partido popular (César y Sartorio). Estos conflictos civiles se extendieron también por el territorio peninsular, lo cual induce a pensar hasta qué punto la extensión de las formas de vida romanas (la romanización) era intensa en Hispania. Sin embargo, aún quedaban zonas por conquistar: el Norte.

Tercer momento: las Guerras Cántabras. Del 29 a.C. al 19 a.C.

Como se ha comentado ya, el Norte montañoso aún estaba sin dominar. De hecho, no fue hasta la época de Augusto cuando se consiguió entrar en ese territorio. Sin embargo, si bien es cierto que se logró la victoria militar, no lo es tanto que se lograse la efectiva dominación y la incorporación real de esa zona a la vida romana. Por ello se puede afirmar que su romanización, si no escasa, sí fue menos intensa que en otras zonas del territorio peninsular.

La romanización

La Romanización es el proceso de aculturación en todos los órdenes de la civilización y de la superposición de las diferentes estructuras y superestructuras romanas en un territorio tras su conquista militar. En el caso de la península Ibérica, la zona más romanizada fue el litoral mediterráneo. La romanización se manifiesta, por tanto, en la asunción de los mismos modelos administrativos, culturales, sociales y económicos que Roma.

Administración

El sistema ideado por Roma de dividir los territorios conquistados en provincias también se aplica al caso peninsular. De esta manera, en el 197 a.C. se divide en Citerior (la más cercana, el Este) y Ulterior (el territorio conquistado más alejado, el Oeste). En el 27 a.C. se amplía la Citerior y se crea la Lusitania, que estarán bajo el dominio directo del Emperador. La Ulterior Baetica está controlada por el Senado. En el 294 d.C. el Emperador Diocleciano elimina las diferencias entre provincias senatoriales e imperiales y crea cinco provincias: la Gallaecia, la Tarraconensis, la cartaginense, la Baetica y la Lusitania. Al frente coloca un pretor auxiliado por un questor.

Cada provincia, a su vez, se divide en conventos jurídicos. Estos, a su vez, se subdividen en civitates, entre las que hay que diferenciar entre libres (ausentes de toda obligación de pago de tributos), colonias (cuyo origen está en la concesión de tierras a los legionarios que se licencian) y las stipendiarias, que deben pagar tributos. Las ciudades están dirigidas por un orden decurionum o consejo formado por miembros de la aristocracia local. Y los magistrados se eligen entre los ciudadanos romanos mayores de 22 años unas veces y de 25 otras.

Sociedad

La sociedad romana es una formación social que se estructura socialmente sobre una base esclavista. Es decir, se trata de una formación político-social que se sustenta en la existencia de una mano de obra gratuita de origen esclavo que es el grupo social que produce.

Sobre él se encuentran los ciudadanos romanos. Como ciudadanos romanos se entiende a aquellos miembros de la sociedad romana que, habiendo nacido o no en la ciudad de Roma, disfrutan de los derechos contemplados por la legislación romana, aunque también están obligados a cumplir sus preceptos. Como ciudadanos, se puede encontrar a aquellos que han sido engendrados por un padre que es ciudadano romano. Este reconoce a su sucesor como tal, así como aquellos adoptados para que la familia del pater no se extinga o para conseguir llegar a cargos importantes en la sociedad romana.

Economía

Etapa republicana

La estructura económica en este caso sigue un modelo colonial. Es decir, se exportan minerales, cereales y aceite (materias primas). También se importan productos de lujo (manufacturados). Evidentemente la balanza comercial arroja un saldo negativo. Con el tiempo y el desarrollo de la romanización, este esquema se altera y se desarrollarán plenamente las formas romanas. De esta manera:

  • Agricultura: se extiende el uso del arado romano y la trilogía mediterránea.
  • Ganadería. Destaca la cría de caballos y de ganado ovino y porcino. Ahora bien, siempre desde una perspectiva extensiva, aunque se observa que se asocia la ganadería a la agricultura.
  • Pesca y salazones. Destacan ciertas salsas como el garum.
  • Minería. Se desarrolla principalmente en el Sur y en el Este de la Península Ibérica, en productos como el oro, la plata, el cobre y el hierro. En su práctica hay que destacar el empleo de técnicas como los acueductos y las bombas y tornillos de Arquímedes.
  • Artesanía. En este sector son de gran importancia las producciones de cerámica y de telas de lujo. No obstante, se comprueba la existencia de otro tipo de productos que se exportan por todo el área de dominio romano gracias a la existencia de una densa red de transportes.
  • Comercio y transporte. En este apartado son de singular importancia obras públicas como la Vía Augusta por la costa mediterránea. Así mismo, la Vía de la Plata por el occidente peninsular.

Fin de la presencia romana en Hispania

Desde el siglo III, se asiste a una fuerte crisis económica que genera un incremento de los impuestos. De esta manera, la población con pocos recursos se verá abocada a huir al campo y colocarse bajo la protección de un terrateniente rural. Irá incrementando sus dominios con las ventas de los campesinos de menor capacidad adquisitiva, para hacer frente a la subida de impuestos. Esto, unido a la inseguridad de los nuevos tiempos, creará unos nuevos vínculos sociales basados en la dependencia. Así se asiste a la instauración del colonato, que desembocará en el régimen feudovasallático.

Invasiones de los pueblos germánicos

En el 409 d.C. se asiste a la invasión de unos pueblos bárbaros que llevan un tiempo presionando en el limes. Ante la debilidad del imperio, esta vez consiguen traspasar. Se trata de los suevos, los vándalos y los alanos.

Para conseguir frenarlos, el Imperio llega a pactar con otros pueblos bárbaros, los visigodos (la rama occidental de los godos), que, establecidos en la Galia, ayuden a Roma contra los invasores de Hispania a cambio de tierras. Sin embargo, en el 507 son derrotados en Vouillé por los francos, otro pueblo bárbaro que les desplaza y se asienta en el espacio geográfico galo. De esta manera, huyen a un territorio que ya conocen, la Península Ibérica, donde se asientan de forma definitiva e instauran un reino cuya capital es Toledo.

Historia de España

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