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En las inmediaciones del periodismo de tribunales, pero con perfiles propios, sobre todo a partir del conocido caso “Watergate” en Estados Unidos; aparece el periodismo de investigación. El rasgo definidor de este periodismo es la posición activa del periodista ante el hecho noticiable. En esta modalidad de nuevo cuño, que es relativamente moderna, el periodista no describe el hecho que se ha encontrado en la calle, sino que sale en su búsqueda. En esta especialidad del periodismo, el profesional de información tiene un papel muy activo, investiga y descubre lo que luego se convierte en noticia.
Es investigador primero y, más tarde, informador. Para llegar al hecho noticiable, el periodista-investigador relaciona datos, se entrevista con personajes cercanos, descubre lo que estaba “oculto”. No obtiene los datos en una rueda de prensa, y su trabajo es fruto de entrevistas y de consultas de documentación. En alguna medida, el informador abandona su campo profesional e invade momentáneamente un escenario más propio de un policía o del juez investigador de unos hechos.
También, en esta modalidad, han aparecido formas de abuso y comportamientos indefendibles desde las reglas más elementales de deontología profesional. Sin embargo, obviando las desviaciones ajenas al buen hacer profesional, el periodismo de investigación ha cumplido una función social de innegable trascendencia. En aquellos casos o hechos criminales que, ya sea por su génesis o por sus protagonistas, contaban con la pasividad o permisividad de los aparatos policiales o judiciales del Estado en cualquier país del mundo.
Puede afirmarse, por ello, que es una forma de periodismo que ha reducido ámbitos de impunidad. Precisamente estas circunstancias les atribuye, en gran parte, su prestigio y legitimidad. El periodista en la práctica se convierte en policía o juez cuando estos no actúan. De esa forma, pone en evidencia su pasividad.
La investigación en el tribunal
En su relación con los tribunales, el periodista ahora no es un mero cronista. Su noticia se convierte en denuncia que sirve de espoleta de la actuación policial y judicial. El periodista ha conocido la existencia de un delito, antes que nadie, y esa situación genera un haz de problemas y conflictos pendientes de resolver. Es esta especialidad periodística donde el profesional de la información se puede ver con más posibilidades ante los tribunales por una querella o denuncia.
El periodismo de investigación abre líneas de estudio inéditas y también genera riesgos y peligros. El periodista se convierte en instrumento en manos de grupos políticos, económicos o grupos de presión antagonistas. El peligro, en sentido general, es que el periodista asuma funciones que socialmente no lo corresponden. Como ocurre con la información judicial en el periodismo de investigación, el papel que juegan los medios de comunicación no se limita a ser un mero intermediario entre la opinión pública y los diferentes poderes, ya sean públicos o privados.
La investigación periodística tiene como objetivo prioritario la denuncia social de un hecho o situaciones que afectan al público. Si se compara con el periodismo de tribunales, la investigación de hechos denunciados que afectan a la opinión pública y que son investigados por el periodista judicial, no deja de ser un trabajo de investigación.
En la actualidad, los periodistas de investigación tienen una cita en los tribunales de justicia o en su entorno porque hay noticias que se investigan a partir de una denuncia de un fiscal o de la denuncia de un ciudadano. Caminan a la vez en el mismo sentido, tanto en el periodismo de tribunales como en el de investigación, que se funden y confunden en determinadas ocasiones.
Definición del concepto
A continuación se exponen varias definiciones de periodistas de investigación españoles sobre esta especialidad, citadas por Klein (2001): “’es periodismo puro’ (Eduardo Martín de Pozuelo), «es periodismo en estado puro» (Francisco Mercado) o «cualquier labor periodística debería ser de investigación» (Ramón Tijeras)” (Klein, 2001, p. 2). Desde luego, el periodismo alcanza su mayor grado de calidad y profesionalidad con el periodismo de investigación.
Sus noticias y sobre todo sus reportajes hacen remover cualquier poder establecido, desde una monarquía hasta la corrupción política. Solamente el periodismo de investigación logra iluminar las zonas oscuras de la sociedad, conquistar el conocimiento a propósito de algo y reducir la incertidumbre, el periodismo de investigación es la esperanza frente la injusticia.
Otra característica, como en el periodismo judicial, es el trabajo con documentación. Esta suele ser su único apoyo, acompañado de testimonios de abogados, fiscales, jueces o denunciantes o denunciados que en principio no hacen declaraciones y quieren permanecer en el anonimato, si es posible. En el periodismo de investigación, por tanto, el profesional de la información adopta una posición activa frente a un determinado acontecimiento y, desde su propio ámbito de actuación, se lanza a la búsqueda de datos, colaborando en su pleno esclarecimiento.
Cuando el objeto investigado por el informador ya está en manos de los tribunales, el periodista informa lo que ocurre en los tribunales, pero mantiene sus propias fuentes fuera del mismo. En estos casos, aparecen numerosas cuestiones, no suficientemente estudiadas aún. Unas son referidas a los límites de la información derivados del deber de colaboración con la administración de justicia. Otras, por la frecuente colisión con el deber del secreto profesional.
Otras fuentes de información
Existe también la posibilidad de generar los llamados “juicios paralelos”, sustrayendo a los tribunales su facultad exclusiva de juzgar a los ciudadanos con riesgo de privar al ciudadano implicado del derecho a un juicio justo. Al comenzar la década de los setenta, se produjo un gran acontecimiento que iba a enseñar a la opinión pública mundial en qué consistía el periodismo de investigación.
Por primera vez en la historia, una investigación periodística comienza con el descubrimiento de una trama de espionaje político y termina con la dimisión de todo un presidente de los Estados Unidos de América. El “Watergate” y sus dos artífices, dos jóvenes periodistas del diario The Washington Post, comenzaba de la siguiente manera: 17 de junio de 1972, un sábado por la mañana. Hora: las nueve. Demasiado temprano para telefonear. Woodward tomó el receptor de manera vacilante y acabó de despertarse. El redactor-jefe local del Washington Post estaba al otro lado de la línea.
Cinco hombres habían sido detenidos esa madrugada cuando trataban de penetrar ilegalmente en el Cuartel General del Partido Demócrata. Llevaban consigo un completo equipo fotográfico y una serie de instrumentos electrónicos. ¿Podía presentarse para hacerse cargo del asunto? (Bernstein y Woodward, 1974, párr. 1). Con la transición política a finales de los años setenta y sobre todo con la democracia, se inicia, en España, el periodismo de investigación que ha tenido varias fases hasta la actualidad.
Al principio, solo unos pocos y arriesgados periodistas jóvenes intentaron destapar y contar en los medios de comunicación corrupciones o fraudes. Se publicaban sobre todo estas informaciones en la prensa y el modelo imitado era el de los escándalos que se hace en los periódicos de Estados Unidos. Hasta que la investigación no había llegado hasta el final no se “sacaba” la noticia.
El especialista en periodismo judicial
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