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Antes de hablar de las adaptaciones hormonales, es necesario entrar en contexto conociendo un poco más de este concepto. De acuerdo a su composición y el tipo de receptor con el que interactúan, existen dos clases principales de hormonas: las peptídicas y las esteroideas. Otra clasificación parecida que hace referencia exclusiva a su naturaleza química las divide en; aminas (adrenalina, hormonas tiroideas, melatonina), esteroides (hormonas sexuales, glucocorticoides) y un tercer grupo formado por peptídicas y proteínicas.

En general, las hormonas peptídicas son sintetizadas directamente, bien como tales hormonas activas o bien como parte de una proteína más grande e inactiva, prohormona, de la que surgen las hormonas por proteolisis. Las hormonas proteicas interactúan con receptores hormonales de la superficie celular de los tejidos diana. Debido a la unión con receptores, las hormonas peptídicas comienzan una cadena de segundos mensajeros, los cuales activan la expresión genética y el metabolismo celular, y procesos de crecimiento celular.

En cambio, las hormonas esteroideas se sintetizan a partir de un precursor lipídico como es el colesterol, y actúan por vía de receptores intracitoplasmáticos o intranucleares. El resultado final de la liberación de este tipo de hormonas es la modificación en la concentración de proteínas, modificando la actividad metabólica de la célula diana.

Hormona del crecimiento (hGH)

La hGH es una hormona que aumenta el crecimiento del esqueleto, músculo, tejido conectivo, y promueve el mayor crecimiento de las vísceras. Para ello, estimula la división celular, la síntesis de ADN y de proteínas en aquellos tejidos en los que actúa. La hGH interactúa con receptores glucoproteicos específicos sobre las células hepáticas, estimulando la producción y la liberación de somatomedinas.

Estas regulan el crecimiento lineal del esqueleto y promueven acciones de tipo insulínico sobre el músculo y el tejido adiposo. La hGH también tiene acción estimulante directa sobre el crecimiento y la división celular de otros tejidos, así como la capacidad para provocar la diferenciación celular de células preadiposas en adipositos, y de mioblastos en células musculares.

La concentración plasmática de la hormona del crecimiento aumenta durante el ejercicio en función de la potencia relativa del mismo. En ejercicios aeróbicos aumenta un 145-166 % sobre el valor basal, teniendo una relación directa con la intensidad del ejercicio. Con ejercicios de fuerza (70-85% del máximo) también aumenta la hGH, pero cuando se realizan muchas repeticiones con menos carga (fuerza resistencia) no parecen existir cambios. La evolución puede invertirse cuando el ejercicio se efectúa a una potencia próxima o superior a la máxima.

Para una intensidad dada, la concentración de hGH en el plasma se eleva progresivamente con la duración del ejercicio, pero menos en el sujeto entrenado que en el sedentario. La respuesta en la fase de recuperación no está clara, y existen diversas publicaciones en sentidos diferentes: unos autores encuentran que permanecen elevados y otros indican una caída instantánea después del ejercicio. En general, tras el cese de un ejercicio submáximo, la concentración plasmática de la hormona del crecimiento disminuye regularmente para llegar al valor de su nivel basal después de una hora.

Hormona antidiurética (ADH)

La ADH, hormona neurohipofisaria, desempeña un papel fundamental en la regulación homeostática del volumen y osmolalidad de los líquidos corporales. La capacidad que tienen los riñones para concentrar la orina es determinante para el mantenimiento del balance hídrico, el cual está regulado mediante un sistema que regula la ingesta de agua (mediante la sed), y el control de la excreción de agua mediante la activación de la ADH. La ADH incrementa la permeabilidad al agua del túbulo colector del riñón. En ausencia de vasopresina la permeabilidad del túnulo es muy baja y no se reabsorbe agua, por lo que se diluye la orina y aumenta su volumen.

El aumento de la permeabilidad del túbulo renal se produce por el aumento de los canales de agua. En definitiva, la inhibición de la ADH conlleva un aumento en la eliminación urinaria. La actividad de la renina plasmática aumenta con el ejercicio, con la potencia y la duración del mismo. En el ejercicio máximo, la concentración de renina puede ser 3 o 4 veces superior a su valor en reposo.

La aldosterona también aumenta con el ejercicio, pero lo más frecuente es que su valor sea relativamente más bajo que el de la renina. Por ejemplo, después de un ejercicio de 2 h 30 min a 60 % de la potencia máxima aeróbica, se ha observado una concentración plasmática de aldosterona cuatro veces menos elevada que la de la renina, aunque este hecho no puede generalizarse.

La hormona antidiurética aumenta también con la intensidad del ejercicio llegando a ser 4 o 6 veces el de reposo, cuando se obtiene la potencia aeróbica máxima. El plazo de vuelta a la normalidad de estas concentraciones hormonales es variable y además es dependiente de la intensidad y de la duración del ejercicio.

Hormonas tiroideas

La acción más relevante de las hormonas tiroideas es aumentar el gasto metabólico, y el uso de sustratos, enzimas y la secreción de hormonas relacionadas. Además, incrementan el consumo de oxígeno cardíaco, en el músculo esquelético, el hígado, el riñón y el aparato gastrointestinal. Su acción se manifiesta claramente en el metabolismo de los macronutrientes, pero esta acción no es particular. Depende de la situación previa de la persona y de la dosis empleada.

La mayor utilidad es incrementar la síntesis de proteínas, pudiendo tener un papel anabólico o catabólico. Sobre el metabolismo de los carbohidratos existe una sinergia entre las acciones tiroidea y adrenérgica, pero también entre la tiroxina y la insulina para facilitar la síntesis de glucógeno y la utilización de glucosa en la célula muscular y el adipocito.

El ejercicio tiene un efecto muy variable sobre la concentración de tiroxina (T4), la hormona principal producida en la tiroides. En general se produce elevación de la concentración en el plasma después de 30 minutos del comienzo del ejercicio. Este no es proporcional a la intensidad, es decir, no sobrepasa aquella que cabría esperar por el hecho de la hemoconcentración originada por el ejercicio.

Durante ejercicios de intensidad creciente, y en particular con una potencia correspondiente al 75 % del VO2 max que ha llevado incluso al agotamiento en algo más de una hora, no se ha observado ninguna modificación de las concentraciones de T3 y T4. Para ejercicios de similar potencia, la concentración de T3 es más elevada después de un régimen hiperglucídico que después de un régimen hiperlipídico, ya que no es suficiente para que las concentraciones plasmáticas de TSH y T4 varíen. Estas variaciones de T3 y T4 no reflejan las importantes modificaciones de la secreción tiroidea por el ejercicio.

Hormonas pancreáticas

La porción endocrina del páncreas está compuesta por los llamados “islotes pancreáticos” en los que destacan cuatro tipos de células endocrinas: “células B” (β), que constituyen el mayor número (65%) y son las productoras de la insulina; “células A” (α) que son las productoras de glucagón; “células D” (δ), encargadas de secretar la somatostatina; y “células PP”; que segregan el llamado Polipéptido Pancreático.

Las variaciones de concentración de las hormonas pancreáticas juegan un papel importante durante el ejercicio sub máximo de larga duración. La concentración plasmática de insulina disminuye durante el ejercicio en función inversa de la potencia, cuando esta es sub máxima. Por el contrario, aumenta cuando está próxima o es superior a la potencia máxima aeróbica, pudiendo alcanzar entonces 3 veces su valor de reposo.

Adaptaciones hormonales controladas

El proceso hormonal no siempre resulta de manera óptima, y estos casos resultan en problemas delicados de salud. Por esta razón los profesionales de diversas áreas se dedican a estas áreas en específico, dando respuesta a este problema de salud social. En TECH Universidad Tecnológica puede encontrarse la Facultad de Ciencias del Deporte, enfocada en la salud y el bienestar en la vida humana.

Dentro de esta facultad es posible hallar especializaciones tales como la Maestría en Prevención y Readaptación de Lesiones Deportivas y la Maestría en Entrenamiento y Programación de la Fuerza para el Rendimiento Deportivo. Sin embargo, ninguno de estos programas se acerca tanto a la temática del presente artículo tanto como la Maestría en Nutrición Deportiva para Poblaciones Especiales. En este programa el profesional estará acompañado por expertos del campo, y logrará esta meta intelectual en cuestión de solo un año.

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