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El pensamiento y la acción son rasgos que se presentan en la vida de los seres racionales. Evidencian de qué manera ponen en relación diversos conceptos tales como pensamiento, acción, práctica social, etc., y otros conceptos de didáctica filosófica que forman parte de un núcleo comprensivo que configura la naturaleza normativa de la racionalidad.

¿Se suele saber lo que piensan los demás?

El pensamiento no es un fenómeno que se oculte en alguna parte. No está dentro de la cabeza de las personas o en algún lugar privado al que solo tenga acceso el propietario de dicho pensamiento. Se suele preguntar si es posible leer la mente de otros, y se piensa que esto supone un tipo de poder que solo poseen los telépatas. La buena noticia es que no se necesita disponer de ningún poder especial para llevar a cabo esta tarea.

Si un sujeto ingresa a un restaurante, lo mejor que puede hacer el camarero para saber qué desea el sujeto es preguntarle. A menos que el sujeto le haya informado previamente a alguien cuáles son sus intenciones, la única manera de saber qué es lo que el sujeto ordenará para su almuerzo es preguntarle. Por cierto, muchas veces se ingresa a un restaurante sin haber decidido qué se va a ordenar para el almuerzo y se decide luego de haber consultado el menú. En general, cuando se trata de averiguar qué es lo que un sujeto desea, lo mejor que se puede hacer es preguntarle. Sin embargo, esto no significa que siempre que un sujeto expresa su deseo esté comunicando algo que ya sabía previamente. Muchas veces, expresar un deseo se parece a tomar una decisión.

Lo que otros saben de cada uno

Así como se puede saber muchas cosas de los demás, también los demás pueden llegar a saber mucho acerca de cada uno. Si bien es cierto que cuando los demás pretenden averiguar qué es lo que los otros creen o desean, en cierto momento lo mejor que pueden hacer es preguntar. Esto sugiere fuertemente que para averiguar lo que alguien piensa, -cree, desea, intenta, etc- lo mejor que se puede hacer es preguntarle. Por tanto, lo que alguien piensa parece ser un asunto absolutamente privado y de acceso solo para el propio sujeto de cuyos pensamientos se habla.

Sin embargo, esto no es siempre así. Hay diferentes maneras de saber qué es lo que los demás piensan sin tener que preguntarles. Por el momento, solo debería decirse que saber lo que una persona piensa en un momento es bastante análogo a averiguar lo que significa una palabra o una expresión en un contexto dado.

La pregunta que aquí se formula es si se puede ocultar para siempre a los demás lo que se piensa. ¿Acaso pueden los demás llegar a saber todo acerca los pensamientos propios? Para responder a estas preguntas, nuevamente se necesita poner en claro los conceptos y saber qué significa pensar; qué es tener pensamientos. Quizás la primera pregunta que se debería formular es qué relación hay entre lo que se piensa con lo que se hace. Es decir, qué relación hay entre aquello supuestamente oculto con aquello que está a la vista de todos.

¿Se puede saber lo que se piensa?

Gustaría decir, en primer lugar, que no siempre que se habla de saber; se habla de conocimiento. Por ejemplo, se sabe que los seres son personas, que son racionales, que no son cosas, pero no se dice que esto es algo que se ha llegado a conocer. Se ha dicho que se puede saber lo que una persona piensa –cree, desea, intenta, etc- preguntándole qué es lo que cree, desea o intenta, etc, pero lo que se pregunta también es cómo llega una persona a saber lo que piensa.

Durante mucho tiempo se creyó que la mente es un lugar privado, interno, al que solo tienen acceso los propios pensantes. De esta manera, cuando un sujeto comunica a otros lo que piensa, debe previamente consultar los contenidos de su mente. La imagen completa de esta concepción de la mente como un espacio interior asumía que lo que hay en la mente puede ser, de alguna manera, percibido al igual que se perciben los objetos y las situaciones del mundo exterior. Obviamente que lo que aquí hace las veces del perceptor sería difícil de explicar en este modelo, pero la idea es que la mente es una especie de teatro en el que las imágenes recogidas en el mundo exterior desfilarían ante el espectador, el propio sujeto que luego podría comunicar sus percepciones a los demás.

Lo interno y lo externo

La idea de que la realidad se divide entre lo interno y lo externo es propio de una concepción epistemológica que intenta explicar cómo se relacionan la mente y el mundo. El punto de partida para esta idea es, sin dudas, la idea de que la mente y el mundo no pertenecen a una misma dimensión. Mientras el mundo pertenece a la dimensión física o material, la mente pertenecería a una dimensión propia, la dimensión mental. Pero esto no es todo lo que se ha dicho. A esta imagen se le suman otras caracterizaciones como, por ejemplo, la idea de que lo mental y lo físico son a la vez privado y púbico, interno y externo.

Se ha hablado de la mente y el mundo, y de cómo se ha pensado esa relación en el pasado, pero no se ha dicho demasiado acerca de cómo se podría pensar esa relación actualmente. Cuando hoy se habla de mente y de mundo no se puede dejar de hablar también de la comunidad. Esto es porque la comunidad es condición necesaria para poder dar cuenta de aquellos dos conceptos. Estos días sería una tarea prácticamente imposible dar cuenta de lo mental y de aquello que se considera lo real sin hablar de la naturaleza de las instituciones, de la construcción de espacios normativos.

La idea de lo privado

El hecho de que normalmente se deba preguntarle a cada quien por su propio pensamiento para saber qué es lo que tiene en mente, ha hecho creer que debe haber un espacio interior, un espacio privado al que solo cada quien tiene acceso. De esta manera, cada sujeto llega a saber perfectamente lo que piensa consultando los contenidos de su propia mente. Como es obvio, la seguridad con que uno expresa su propio pensamiento sería resultado de la percepción directa de aquellos contenidos. Es decir, una percepción no mediada por los sentidos, como la que se obtiene del mundo exterior.

En el propio sentido común se conservan algunas de aquellas viejas ideas acerca del espacio interior y privado. Por tanto, se sigue pensando, por ejemplo, que las verdaderas intenciones de un sujeto pueden mantenerse ocultas hasta tanto el propio sujeto se decida a revelarlas. De esta manera, se llega a creer que hay algo de las personas -su verdadero pensamiento, sus verdaderas emociones- que puede permanecer ocultos, inaccesibles a los demás.

Didáctica de pensamiento filosófico

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