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Kant fue uno de los filósofos más reconocidos de la historia. Se han destacado, entre sus obras más famosas, los volúmenes que realizó sobre las críticas a la razón pura, la razón práctica y al juicio. En esta última se asientan las condiciones del estudio de la estética y su vinculación definitiva como rama o especialización dentro de la filosofía.
La belleza desinteresada
Kant ofrece dos definiciones acerca del gusto. Por un lado afirma que el gusto es la facultad de juzgar lo bello. Por otro lado, ofrece una definición más elaborada que dará la primera pista importante acerca de su teoría estética: el gusto es la facultad de juzgar un objeto en relación con la libre conformidad a leyes de la imaginación.
Funciones lógicas
A partir de las funciones lógicas de juzgar (cantidad, cualidad, relación y modalidad), Kant irá deduciendo una serie de definiciones que darán lugar al concepto de belleza en general. Estas definiciones constituirán las condiciones de posibilidad de todo juicio de gusto y las condiciones formales que tienen que ser cumplidas por todo objeto bello.
A partir de las cuatro funciones lógicas, Kant distinguirá entre un polo subjetivo y un polo objetivo de la belleza. Desde el punto de vista subjetivo, la belleza se muestra como el fruto de la complacencia desinteresada en la que no existe ninguna adecuación a un fin. La belleza no responde a la representación de un fin, sino que se da a sí misma, a priori, despojada de todo elemento exterior.
Hay, pues, un hilo argumental en la exposición kantiana que va desde la categoría de cualidad a la categoría de relación. Los resultados de esta argumentación hacen concluir que el juicio de gusto es contemplativo. Se trata de un punto de vista en el que lo único que importa es la forma de sentir la belleza, el mero sentimiento subjetivo.
Juicio de la belleza
Uno de los objetivos de la investigación kantiana acerca del juicio de gusto es acotar cómo se conforma este juicio y qué categorías se ven involucradas. No es suficiente estudiar cómo es posible la contemplación de lo bello: es necesario saber qué categorías intervienen en dicha constitución. Esto es saber cómo es posible el concepto de belleza desde la esfera de los que juzgan. En este sentido, desde el punto de vista de la cualidad, Kant afirma que lo bello es la única satisfacción desinteresada y libre pues no hay interés alguno, ni de los sentidos ni de la razón, que arranque el aplauso.
Cuando en el juicio se involucra un interés orientado hacia una satisfacción concreta en el objeto o en su representación, entonces se está ante un tipo de sentimiento que no se puede relacionar con la belleza. La belleza está despojada de este interés. Esto es, tiene como condición el desinterés. Todos elaboran juicios motivados por diversos intereses que los atraviesan y sienten placer en la contemplación de un objeto o su representación. Este tipo de placer interesado no corresponde con la esencia de lo bello que está definiendo Kant.
El deseo en la belleza
Sufre una metábasis, es decir, confunde la facultad de desear con la facultad de juzgar. La facultad de desear está vinculada necesariamente con el interés. Sin embargo, la esencia de lo bello no puede estar ligada al deseo, pues bello podría ser cualquier objeto o su representación deseada.
El juicio de gusto no está interesado en la realidad o irrealidad del objeto. Por ejemplo, no interesa si el paisaje representado en un cuadro de Friedrich existe como tal. Tampoco importa si la escultura de un soldado de Praxíteles existió o quién fue, pues un objeto bello no tiene ninguna necesidad de existir. Sin embargo, el interés proviene de una satisfacción que se enlaza con una determinada existencia de un objeto o su representación. El interés está relacionado con el deseo de poseer un objeto determinado.
La satisfacción y lo bueno
En lo agradable falta un elemento esencial: lo que se ha denominado la distancia estética. El placer de lo agradable es inmediato. Se siente o no se siente sin ulterior ni necesaria reflexión, pero, para Kant, el placer asociado a lo bello es un placer mediato, intelectual y reflexivo. No es el resultado del mero impacto de los estímulos exteriores sobre los órganos de los sentidos, sino de la respuesta intelectual que este impacto produce.
A diferencia de lo agradable, que place por medio de los sentidos, lo bueno place por medio de la razón y el concepto. El ser humano muestra un interés por lo bueno, pues de él depende su más alta cota que es la felicidad. Hay, por tanto, en la búsqueda de lo bueno, un aspecto interesado. En este sentido, lo bello también se diferencia de lo bueno.
El ser humano no goza de libertad cuando pretende lo bueno, según Kant. Aunque busca su felicidad, está constreñido al ámbito mediado del conocimiento de las acciones que conducen hacia ese fin anhelado. El juicio moral está motivado por el interés de alcanzar la felicidad y para ello debe adecuarse a las leyes. Lo bueno es un juicio de valor que está estrictamente vinculado con lo que es apreciado o lo que es aprobado. En cierto modo, es todo aquello cuyo valor objetivo está asentado. El concepto de lo bueno interesa universalmente y es la aspiración más razonable del ser humano, pues de este conocimiento depende su felicidad.
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