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Las civilizaciones que se asentaron en Mesopotamia son el germen de la cultura Occidental. Marcaron el inicio de los principios económicos, sociales y políticos de las futuras sociedades y sirvieron de enlace entre la sociedad asiática y la mediterránea. Es necesario el estudio de sus legados históricos (poco entendibles en ni en nuestra cultura ni en nuestras leyes) por medio de las ciencias políticas y la geografía para poder comprendernos mejor a nosotros mismos.

Geografía mesopotámica

Mesopotamia, cuyo significado es “la tierra entre ríos”, abarcó el espacio histórico y geográfico del Próximo Oriente que se encuentra entre los ríos Tigris y Éufrates. De ahí su nombre, aunque su extensión llegó más allá de las franjas limítrofes de ambos ríos, al norte en Anatolia, al oeste la costa mediterránea, al este los montes Zagros y la frontera de Persia y al sur los márgenes superiores del Golfo Pérsico.

Actualmente conformaría las regiones que pertenecen a Irán, Irak, Siria y parte de Turquía. Así mismo, las poblaciones históricas que formaron parte de Mesopotamia se extendieron hacia la cordillera del Tauro, en Turquía, y la costa mediterránea cananea (actuales Israel, Palestina, Jordania, parte de Siria y Líbano).

La importancia de ambos ríos para el desarrollo de las sociedades que se asentaron en su entorno, fue indispensable. El Éufrates se expande por la llanura y su curso resulta tranquilo con orillas bajas. Permite ciertas crecidas que ocupan extensiones amplias de terreno, mientras que el Tigris presenta una cuenca mayor y recauda cantidades hídricas de afluentes provenientes de los Zagros. Ambos ríos tienen un régimen irregular, abundantes en los últimos meses de primavera. Además cuentan con ciertos problemas de salinización, lo que debió resultar complicado para los pueblos antiguos y su agricultura. Tenían que recurrir al abandono de estos campos y la ocupación de otros nuevos. Este último aspecto resultaría importante respecto a la expansión.

Los pueblos más al sur estarían en contacto con el Golfo Pérsico y el tráfico marítimo derivado, permitiendo contactos comerciales y acceso directo al mar. Es importante recordar que toda Mesopotamia, desde el Neolítico, estuvo en zona de tránsito comercial entre el Mediterráneo y el Valle del Indo. Así esta zona se convirtió en estratégica como de confluencia económica y poblacional. Sería espacio de las rutas caravaneras, que se mantendrán a lo largo de muchos siglos y escenario de contacto entre la sociedad oriental y la occidental.

Primeras civilizaciones

En todo este entorno a lo largo de varios siglos, los cuales corresponden a la denominada Historia Antigua, surgieron y se desarrollaron diferentes culturas y pueblos como: Asiria, Babilonia, Acadia o Sumeria. Estas civilizaciones son consideradas las primeras de la historia, con gran influencia en el Mediterráneo y Occidente. A lo largo de estas tierras surgieron las primeras ciudades, los primeros códigos jurídicos, la escritura o los templos. Sin olvidar las referencias ancestrales y míticas que se plasmarán con posterioridad en la Biblia.

Los primeros asentamientos consolidados se establecieron en el periodo de tránsito entre Paleolítico y Neolítico con la conocida “revolución neolítica”. Fue un momento en el cual se produjeron las transformaciones de cazadores-recolectores, hacia agricultores y ganaderos, en las regiones de la cordillera del Tauro y la costa cananea, que se trasladaron y expandieron hacia el interior.

Evolución de los pueblos

Entre el 9300 y el 7000 a.C., se desarrollan ampliamente las zonas periféricas a Mesopotamia (Montes Zagros, Tauro y Líbano), con una amplia extensión de las primeras comunidades agrícolas. Se destacaban los grandes complejos culturales que incluyeron un desarrollo cerámico importante.

Precisamente estas áreas forman el conocido “Creciente Fértil”: regiones que por sus condiciones climáticas (pluviosidad), permiten una vida óptica. Aunque el desarrollo de la civilización urbana se dará en los grandes valles fluviales como son el Nilo y Tigris-Éufrates.

En torno al 6000-5000 a.C., desde los yacimientos más antiguos del Neolítico al norte, se extiende el fenómeno hacia las zonas de llanura y la región sur de Mesopotamia. Ahí se desarrolló la agricultura y la ganadería, permitiendo en toda el área el establecimiento de sociedades rurales que poco a poco avanzaron hasta la conformación de ciudades. Estas sociedades pudieron incrementarse y evolucionar gracias al sedentarismo y el riego derivado de los ríos Tigris y Éufrates.

Avances tecnológicos

Los avances tecnológicos iniciados en el Neolítico se introdujeron en las regiones interiores de Mesopotamia. Este proceso terminará por generar las importantes agrupaciones de población que generarán las fases más avanzadas del Neolítico con las culturas de:

  • Hassuna (5500-5000 a.C.), con casas en tapial rectangulares, varias habitaciones y enterramientos en su interior. Contaba con pequeños discos con rayas incisas que pueden ser los antecedentes de los sellos cilíndricos.
  • Samarra (5600-5300 a.C.), con cerámicas muy decoradas (geométrica, zoomorfa o antropomorfa) y la práctica primitiva de irrigación. También casas de adobe y enlucidas con yeso.
  • Tell Halaf (5500-4500 a.C), que se extendió desde el Mediterráneo hasta los Zagros. Presentan espacios muy evolucionados como calles con pavimentos de guijarro y arquitectura compleja (cubiertas adinteladas y abovedadas, casas circulares, etc.), junto a cerámica elaborada (fina, policromía, y motivos decorativos diversos).

Asentamientos poblacionales

A finales del VII milenio, en la región sur de Mesopotamia, encontramos pequeños asentamientos poblacionales (fase Tell Ouli), que poco a poco irán aumentando. A finales del VI milenio darán lugar a las cuatro grandes culturas y periodos protohistóricos, cuyos nombres son recogidos de los principales lugares de documentación de dichas culturas.

El primero de ellos es Eridu (5300-4400 a.C.), compartiendo tiempo con Tell Halaf y Samarra. Recibe influencias cerámicas y destaca por presentar la primera arquitectura religiosa, un santuario alrededor del cual se desarrolla todo el asentamiento y que terminará siendo el de la divinidad sumeria Enki.

El segundo corresponde el famoso de El-Obeid (4800-3750 a.C.), el cual presentó importantes avances técnico. Consiguió una rápida expansión al norte y al este. Sus habitantes presentan un alto nivel de vida gracias, entre otras razones, a la explotación de las tierras fértiles de su hábitat.

Desarrollo cultural

En continuidad al periodo de El-Obeid, seguirá el de Uruk (3750-3200), quien ofrece una evolución y desarrollo cultural extraordinario para el mundo mesopotámico. Hay un incremento poblacional y, en consecuencia, los poblados se convierten en auténticas ciudades (planos ortogonales, arquitectura doméstica y religiosa compleja). Respecto a la arquitectura religiosa, destacarán los templos superpuestos (como el templo de Caliza).

El crecimiento poblacional llevó a una mejora en los recursos alimenticios con una mejor y mayor explotación de cultivo y producción. También mejoraron las obras hidráulicas o la introducción del arado por la azada. Hay mejoras en todos los campos: metalurgia (fundidos y aleaciones), cerámica (torno de alfarero), arte (la glíptica o sellos cilíndricos) y sobre todo la invención de la escritura, con los primeros testimonios documentados entre el 3400-3300 a.C.

A mitad de la fase de Uruk se inicia la historia con dos hechos fundamentales: el nacimiento de la civilización urbana y la escritura. El largo proceso urbano, iniciado con los asentamientos agrícolas, culmina con la consolidación de algunos de ellos y el sometimiento de otros. La ciudad se convierte no solo en escenario económico (avances agrícolas, infraestructuras hidráulicas y de riego, mejora de vida e incremento demográfico o la ocupación de espacios básicos de comunicaciones y transporte), sino también en lugar destacado a nivel social y organizativo. Junto a los avances enumerados hay una separación de funciones. Esto es debido a un desarrollo de trabajos técnicos especializados, entre otros motivos al excedente agrícola que permite la ocupación en otros asuntos, la concentración de núcleos amplios urbanos frente a dispersión rural, aumento de trabajos artesanales y comercio, así como funcionarios, sacerdotes y guerreros. La jerarquía geográfica se complementa con la social y económica.

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