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El trastorno de ansiedad generalizada se caracteriza por excesiva ansiedad y preocupaciones por las cosas del día a día que el paciente no puede controlar. Clínicamente se presentan signos somáticos de ansiedad y otros síntomas que pueden ser tratados desde la psicología para, asimismo, generar la correcta formulación de fármacos al paciente en cuestión.

Benzodiacepinas

Aunque las benzodiacepinas son un tratamiento eficaz, pues los síntomas principales son los de la ansiedad, dada la frecuente comorbilidad con un trastorno afectivo sería preferible utilizar antidepresivos. Además no se pueden soslayar los potenciales problemas de abuso y tolerancia a sus efectos. El objetivo fundamental es el control de la ansiedad y la desaparición de las preocupaciones.

Las benzodiacepinas, efectivamente, disminuyen el nivel de ansiedad, facilitan la relajación muscular, disminuyen el nivel de alerta y tienen efecto sedativo. Son eficaces durante semanas e incluso meses, pero tratamientos prolongados pueden causar tolerancia, dependencia y síntomas de abstinencia tras la retirada.

Por otro lado, las alteraciones de la marcha, la somnolencia excesiva y las alteraciones de la memoria son los efectos secundarios más comunes, más frecuentes cuanto mayor es el tiempo de uso. También carecen de efectos sobre los síntomas psíquicos del cuadro. Es decir, no afectan a la tendencia a la preocupación, a la rumiación y al cuestionamiento de las relaciones con los demás.

Azaspironas

Representan una alternativa tan eficaz como las benzodiacepinas, pero por ejercer su acción ansiolítica a través de los receptores 5-HT1A en lugar de los receptores GABA, no presentan los problemas de tolerancia, adicción, dependencia física y abuso. Además carecen de efectos sedativos, atáxicos y sobre la memoria.

Algunos estudios señalan que sí tienen acción sobre los componentes psíquicos de la ansiedad y, en aquellos casos de comorbilidad con un trastorno afectivo, se encuentra cierta actividad antidepresiva.

El mayor inconveniente reside en el retraso del inicio de la acción: si con las benzodiacepinas este se produce de forma inmediata, las azaspironas necesitan de tres a cuatro semanas para ser eficaces. Por otro lado, hay que iniciar el tratamiento con dosis más bajas (15 mg/día) hasta alcanzar las dosis terapéuticas (60 mg/día). A estas dosis, además, los efectos secundarios pueden ser molestos.

ATC

La imipramina y la trazodona parecen ser los más eficaces. Son los de mayor actividad de inhibición de recaptación de serotonina. En comparación con las benzodiacepinas, son igualmente eficaces tras dos semanas de tratamiento. Tienen la ventaja de que estos controlan, sin duda, el componente psíquico de la ansiedad, las rumiaciones y las obsesiones. Tras 6 semanas de administración, los estudios muestran que son más ventajosos que las benzodiacepinas. Trazodona y amitriptilina tienen, además, efecto sedante, por lo que disminuyen notablemente el estado de hipervigilancia.

Sus ventajas son mayores cuando hay comorbilidad con un estado depresivo. No hay posibilidad de abuso, ni riesgo de tolerancia ni dependencia física, ni se desarrollan estados de abstinencia tras la retirada del tratamiento. Sin embargo, el perfil de los efectos secundarios es más molesto debido a su actividad anticolinérgica y antihistamínica.

ISRS

La paroxetina y escitalopram son los más evaluados. Ambos mejoran la ansiedad a las 6-8 semanas, especialmente el componente psíquico, y mejoraron la interacción social de los enfermos (disminuyó el grado de irritabilidad social característico de los pacientes con TAG). Son también muy útiles cuando hay depresión comórbida.

La venlafaxina y duloxetina se han mostrado eficaces también en el tratamiento del TAG, así como en otros trastornos de ansiedad. Su empleo está autorizado tanto por la EMEA como por la FDA.

En ambos casos se encuentra una mejoría de la ansiedad psíquica (especialmente en la rumiación de las preocupaciones) a partir de la segunda semana de tratamiento y en el componente físico a partir de la octava semana, a dosis similares a las empleadas en el tratamiento de la depresión (75-225 mg/día). Son especialmente útiles en el caso de depresión comórbida. La eficacia se mantiene en periodos de más de 6 meses de tratamiento, incluida la mejora en la interacción social de los enfermos, con dosis de 150 mg/día.

ISRN

Son seguros en caso de sobredosis y su perfil de efectos secundarios es tolerable, salvo la disfunción sexual, la elevación de la tensión arterial en algunos sujetos y la tendencia a la ganancia de peso. No hay riesgo de abuso, ni tolerancia ni dependencia y tras la suspensión del tratamiento de forma progresiva no reaparece el cuadro sintomático.

Psicofarmacología

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