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El concepto de pensamiento estratégico abarca mucho más de lo que a simple vista puede resaltar. Los profesionales de las áreas de mercadeo se encargan de infundir este pensamiento en las diferentes áreas de la empresa. Este resulta vital para la empresa, ya que mediante esta política en la empresa se logran resultados de mejora más efectivos.
Estrategia y pensamiento estratégico
Conforme a su definición, toda estrategia conlleva siempre el despliegue de un proceso. Este tiene por objeto poder tomar en cada momento la decisión óptima para alcanzar un determinado objetivo. Toda estrategia sugiere, por tanto, un tipo de pensamiento que debe plasmarse en una serie de acciones deliberadas y coordinadas que conduzcan a un fin.
En el ámbito específico de las organizaciones, este pensamiento estratégico permite en cada situación comprender qué ocurre, por qué ocurre y cuáles serán las consecuencias e implicaciones de lo ocurrido, por lo que resulta un elemento crucial para el éxito de las mismas, que facilita la resolución de problemas operativos, la explotación idónea de los recursos existentes, la búsqueda de nuevas oportunidades y la mejora de la competitividad.
De acuerdo con Morrisey (1996), el pensamiento estratégico es una coordinación de méritos creativos aunados en una misma perspectiva común que permite a una organización avanzar hacia el futuro de manera satisfactoria, concretándose en:
- Una visión clara y consistente del porvenir de la organización
- Un plan estratégico que incorpore valores, misión, visión y estrategias.
- Una toma de decisiones.
El pensamiento estratégico es complejo y dinámico, de modo análogo al contexto en el que operan hoy las organizaciones. Un contexto globalizado y en continua transformación, ante el cual el pensamiento estratégico se presenta como un instrumento que facilita mecanismos, procedimientos y acciones para que las organizaciones puedan alcanzar sus objetivos.
Las dimensiones del pensamiento estratégico
El pensamiento estratégico presenta múltiples dimensiones, cada una de las cuales incide en un aspecto concreto del todo complejo que representa cada organización, desempeñando un papel determinado y añadiendo valor a la misma. A continuación, se destacan algunas de estas dimensiones.
Cultura organizacional
La “cultura organizacional” es definida habitualmente como aquel conjunto de creencias, significados y hábitos de pensamiento que son naturalizados y asumidos por los miembros de una organización, convirtiéndose en el horizonte simbólico que facilita la orientación de las conductas y las prácticas que lleva a cabo la organización. Esta dimensión se manifiesta a través de distintos componentes, de los cuales cabe destacar:
- Carácter proactivo: implica la capacidad de anticipación a los cambios en el entorno organizacional, identificando las necesidades futuras. Es requisito indispensable para lograr un conocimiento global de la organización.
- Visión global: implica la capacidad de comprender la realidad de la organización como un todo y de actuar sobre sus principales elementos.
- Sistema de valores: implica una definición clara de los valores, reglas y creencias.
- Adaptación a los cambios: implica la adecuación de las organizaciones a las transformaciones relacionadas con los constantes cambios que se suceden en el entorno.
En suma, el pensamiento estratégico, desde la perspectiva de cultura organizacional, viene a ser una suerte de estado de conciencia que permite afrontar situaciones difíciles del presente y prepararse para el futuro. Tal estado de conciencia habrá de corresponderse con una actitud gerencial estratégica que persiga adelantarse a los acontecimientos, como condición necesaria para comprender y conocer la organización de manera global.
Procesos estratégicos
El pensamiento estratégico se presenta también desde la dimensión de los procesos, sugiriendo la aplicación consciente y deliberada de una serie de decisiones coordinadas. La planificación, la organización, la dirección y el control son los cuatro vértices de esta dimensión. El primero de ellos se define como el análisis interno y externo que tiene por objeto determinar las condiciones de la organización y su contexto, a partir del cual es posible definir las decisiones y acciones.
La organización, por su parte, es el proceso a través del cual una organización despliega sus recursos y estructura sus actividades, mientras que la dirección refiere al conjunto de actividades encaminadas a guiar, motivar, influir y generar liderazgo. Finalmente, el control estratégico se entiende como un proceso de supervisión y evaluación de las estrategias que tiene como finalidad detectar en qué medida estas continúan siendo válidas, garantizando así, los resultados esperados.
Por ello, se puede afirmar que el control es una función de tipo administrativo que resulta crucial en todos los niveles de la organización.
Pensamiento estratégico y dirección estratégica
Conviene saber diferenciar el proceso de pensamiento estratégico de la propia dirección y planificación estratégica. En general, se entiende el “pensamiento estratégico” como una capacidad que hace posible optimizar todos los recursos de una organización, mientras que la “dirección estratégica” indica el modelo o plan de acción que debe seguir esa organización. Así pues, la “dirección estratégica” es el resultado del propio pensamiento y la plasmación de las ideas estratégicas.
En este sentido, como lo sostiene Fairholm & Card (2009), el pensamiento y la dirección resultan dos elementos que confluyen en un mismo objetivo; el primero señala dónde está la organización y hacia dónde quiere ir, identificando sus debilidades, fortalezas, oportunidades y amenazas, mientras que el segundo debe determinar cómo se materializará la situación futura deseada.
Rasgos distintivos de la dirección estratégica
Dada la complejidad que implica definir con precisión el término “estrategia”, seguidamente se presentan y describen aquellos rasgos distintivos que se suelen vincular al mismo y, por extensión, al concepto de «dirección estratégica”. De manera que, toda estrategia:
- Orienta la dirección de una organización a largo plazo.
- Determina el alcance del conjunto de actividades de una organización. En este sentido, la estrategia debe poder fijar las áreas de actividad más propicias para la organización. Asimismo, la estrategia ha de ser capaz de señalar con precisión los límites operativos de la organización; ya sean geográficos, logísticos, relativos a la producción, o de cualquier otro tipo.
- Persigue la ventaja competitiva de la organización. A través de la dirección estratégica se busca, en general, lograr cierta ventaja respecto a la competencia. Es posible entender de distintos modos la idea de ventaja dependiendo de la naturaleza propia de la organización.
- Aspira a lograr el acomodo de una organización a un entorno organizacional determinado. En este sentido, la estrategia busca un adecuado posicionamiento de la organización en un mercado concreto.
- Analiza la creación de oportunidades para la organización por medio de la adquisición y gestión de recursos, y el fortalecimiento de las competencias. La dirección estratégica toma en este punto el enfoque de recursos y capacidades, a fin de conseguir ventaja competitiva y/o nuevas oportunidades.
- Toma en consideración valores y expectativas, tanto internos como externos a la organización. En este sentido, la dirección estratégica puede marcar, por ejemplo, la conveniencia de actuar de un modo expansivo o más bien conservador. Desde luego, dependiendo del poder que tengan los distintos agentes dentro de la organización, sus valores y expectativas, tendrán mayor o menor influencia sobre el desarrollo de la estrategia de la misma.
La dirección estratégica empresarial dentro de la organización
Esta técnica resulta vital para las empresas y sus políticas de trabajadores internas. La personificación de los diferentes colaboradores siempre resultará en algo positivo. El hecho de que diferentes áreas piensen en pro de la organización produce un efecto que se transmite entre los mismos.
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