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Dentro de las diferentes actividades que realizamos día a día encontramos el deporte. Es importante destacar que una vida saludable parte desde una correcta dieta acompañada de ejercicio físico suficiente. Esto último requiere de una previa preparación, y es ahí donde entran los tipos de adaptaciones vasculares. Estos deben ser supervisados por un profesional de la nutrición deportiva en lo posible, ya que su exigencia no es igual en todos los organismos.

Se ha observado que el entrenamiento de resistencia aeróbica está íntimamente relacionado con el incremento de la capacidad vasodilatadora del endotelio, la cual es casi máxima después de solo 5 semanas de entrenamiento. Lo más probable es que esta adaptación sea consecuencia de la formación de nuevos capilares sanguíneos (angiogénesis). Estos aumentan la densidad capilar y el diámetro de las arterias en el tejido muscular esquelético que se ha adaptado al ejercicio.

Este fenómeno de adaptación capilar va en línea con los cambios bioquímicos y metabólicos. Se producen durante el ejercicio físico en aquellos deportes con alto componente aeróbico. Para incrementar el aporte de sangre a los músculos, el gasto cardiaco debe aumentar. Lo hace paralelamente a los incrementos de la potencia en el esfuerzo desarrollado.

La relación es directamente proporcional para ejercicios sub máximos aunque conforme el esfuerzo aumenta, el gasto tiende a estabilizarse porque alcanza una meseta que no puede superar. En los ejercicios de intensidad muy elevada el gasto cardiaco puede incluso llegar a descender. Esto obliga a la detención de la actividad por la aparición de fatiga.

Gasto cardiaco

Los componentes que lo definen (frecuencia cardíaca y volumen sistólico) explican que la adaptación de gasto cardiaco al ejercicio depende de la evolución de ambas variables. Además es distinta según la intensidad del esfuerzo.

Durante el trascurso ejercicio físico, el volumen sistólico aumenta de forma paralela a cómo lo hace la intensidad del ejercicio. Todo ello hasta alcanzar una especie de meseta, la cual coincide con el nivel de esfuerzo sub máximo. Este se encuentra entre el 40 % y el 60 % del consumo máximo de oxígeno (VO2 máx.).

El volumen sistólico es similar al valor del volumen tele diastólico. Cuando finaliza la sístole la sangre de los ventrículos casi se ha expulsado por completo. Este aumento se produce debido a dos hechos; por un lado, a la mayor actividad del sistema nervioso simpático así como las catecolaminas circulantes que desempeñan un efecto inotrópico positivo. Esto incrementa la contractilidad del miocito; por otro, a la aplicación de la ley de Frank- Starling.

Durante la práctica de ejercicio, el incremento del flujo sanguíneo hacia el corazón desde los tejidos periféricos (lo que se conoce como retorno venoso) deriva en el estiramiento de las fibras musculares. Esto condiciona así que la contracción sea más potente que la que observada en situación de reposo.

El corazón operaría como una goma elástica la cual, cuanto más se estira, más energía desprende al soltarse. Obviamente, este hecho ocurre dentro de unos límites que permita a la goma estirarse sin que se rompa. Cuando se alcanza la meseta, el volumen sistólico se mantiene hasta grados de trabajo máximo. Desde este punto puede disminuir porque el tiempo de llenado ventricular se encuentra reducido. Esto reduce el volumen de sangre que puede ser expulsado del ventrículo tras la posterior sístole.

Tipos de adaptaciones vasculares: frecuencia cardiaca

La frecuencia cardiaca obedece a la acción del nódulo senoauricular (marcapasos biológico del cuerpo humano), regulado por el sistema nervioso vegetativo. En los ejercicios de intensidad sub máxima, el gasto cardíaco se incrementa sobre todo a costa del volumen sistólico. Este a partir de cierta intensidad tiende a estabilizarse.

De modo que el incremento del gasto calórico se produce por la elevación de la frecuencia cardíaca. Es proporcional al esfuerzo hecho en el rango comprendido entre las 100 y las 170 pulsaciones por minuto; mientras que después la frecuencia cardíaca ya no guarda una relación lineal con el trabajo realizado. Una persona sedentaria que inicia una actividad física aumenta su frecuencia cardíaca de forma paulatina. Todo ello sucede sin alcanzar un estado de equilibrio, por lo que si llega a valores máximos, se va obligada a para el ejercicio.

Por el contrario, una persona entrenada en la realización de trabajos sub máximos, alcanza la frecuencia cardíaca máxima con rapidez, estableciéndose un equilibrio en el que se iguala tanto el aporte como los requerimientos de oxígeno. Si la carga de trabajo se incrementa, volverá a incrementar la frecuencia cardíaca de forma paralela hasta llegar de nuevo al equilibrio.

Cuando finaliza el ejercicio la frecuencia cardíaca desciende rápidamente en los primeros minutos, y de forma más lenta en los momentos posteriores hasta retornar a los valores iniciales. Esta evolución se asemeja a la que tiene lugar en otros aspectos que se ven afectados por el ejercicio físico como son la tensión arterial, o la ventilación pulmonar, entre otros.

Aumento de la frecuencia cardiaca

No obstante, el aumento de la frecuencia no puede ser indefinido. La taquicardia que se observa durante la práctica deportiva hace que la duración del ciclo cardiaco disminuya, sobre todo a expensas del tiempo del llenado ventricular. Aunque el tiempo de eyección no se modifica, a frecuencias muy elevadas, el tiempo de llenado ventricular podría disminuir, siendo insuficiente para compensar un gasto cardiaco adecuado a las necesidades fisiológicas.

Por ello, la contribución de la taquicardia al incremento del gasto cardíaco será efectiva siempre que no se modifique el tiempo de llenado ventricular, lo que se produce a partir de las 200 pulsaciones por minuto aproximadamente en función de la preparación de deportista. Por otra parte, un deportista entrenado suele presentar bradicardia (40-50 pulsaciones por minuto), así como un aumento del volumen sistólico en reposo, lo que se asocia con un acusado descenso de la presión arterial.

Una persona en buena forma física enlaza rápidamente el estado de bradicardia en reposo con la frecuencia cardíaca máxima, logrando antes el punto estable que se comentaba anteriormente el cual se encuentra en un nivel más bajo que él una persona sedentaria. Este hecho aporta una mayor reserva circulatoria en la persona deportista, lo que le permite prolongar el esfuerzo y conseguir la recuperación en un menor tiempo.

Tipos de adaptaciones vasculares: presión arterial

Las adaptaciones de la presión arterial son también fundamentales para lograr un adecuado aporte sanguíneo a la musculatura esquelética, lo que a su vez está condicionado por el gasto cardiaco, la volemia y las resistencias vasculares periféricas.

La liberación de catecolaminas que se produce de manera previa al ejercicio supone un mayor retorno venoso y el aumento del gasto cardiaco, lo que deriva a su vez a un incremento de la presión arterial. Durante un ejercicio físico dinámico de intensidad creciente, todos los valores relacionados con la presión arterial aumentan, aunque algunos parámetros como la presión diastólica o mínima, o la presión arterial media sufren cambios mucho menos acusados que los que se observan en la presión arterial sistólica o máxima.

En ejercicios que sean suficientemente intensos y prolongados, la presión arterial (tras alcanzar sus valores máximos) disminuye normalmente debido a una reducción de la fuerza contráctil del corazón y a la dilatación de las arterias, provocado principalmente por la acumulación de lactato. La vasodilatación que se produce a nivel muscular en respuesta al ejercicio (mediada por los receptores β adrenérgicos), disminuye las resistencias periféricas y deriva en el mantenimiento o descenso de la presión diastólica.

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