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En este artículo evaluamos las cinco dimensiones que se distinguen en esta formulación teórica de inteligencia emocional: el factor intrapersonal e interpersonal, la adaptabilidad, el manejo del estrés interpersonal y el humor en general
La respuesta de estrés interpersonal en sí misma no es nociva. Al contrario, se trata de una reacción adaptativa que ha permitido la supervivencia de la especie. Es muy útil, se podría decir que vital, para dar respuesta a situaciones de amenaza.
Sin embargo, cuando esta reacción aparece de forma muy frecuente, intensa o duradera, puede producir un desgaste de los recursos y puede llevar a la aparición de problemas de diversa índole (por ejemplo, deterioro del rendimiento, malestar físico y emocional, facilitación de enfermedades…), que se denominan de manera genérica patologías asociadas al estrés interpersonal.
Estas patologías surgen en varias circunstancias, en concreto cuando:
- La persona se expone a gran número de situaciones amenazantes o a situaciones anormalmente intensas o duraderas. Suelen ser situaciones que implican novedad, incertidumbre, ambigüedad… Dependen de las condiciones de vida del sujeto, pero también de su propia incapacidad para solventar la situación, que hace que una situación dada se mantenga y prolongue en el tiempo.
- La persona “rumia” o hace interpretaciones erróneas acerca de las situaciones a las que se enfrenta, de modo que:
- Identifica como amenazantes situaciones que no lo son.
- Identifica un grado de amenaza desproporcionado a la situación.
- Tarda en identificar una situación como estresante.
- Considera que no se poseen estrategias para hacerla frente.
- La persona se activa fisiológicamente, lo cual suele resultar inútil en muchos casos en las sociedades modernas, en las que gran parte de las situaciones requieren una respuesta física poco intensa (por ejemplo, pisar el freno o utilizar el teclado del ordenador, no escapar de un león o cazar). Esto supone que gran parte de los recursos movilizados no se utilizan, lo que añade al desgaste producido por su movilización, el peligro de que estos productos no utilizados se acumulen en determinadas zonas del organismo pudiendo deteriorar su actuación.
- La persona emite respuestas inadecuadas en la situación:
- Bien porque el sujeto no dispone en su repertorio de estrategias para hacer frente a la situación.
- Bien porque aun disponiendo de las estrategias, no las pone en marcha en el momento adecuado, ya que no reconoce los indicios ambientales que indican cuándo ha de ponerlas en marcha.
- Bien porque esas estrategias son inhibidas por respuestas emocionales.
- Bien porque existen obstáculos para la emisión de esas conductas.
Todos estos factores no son independientes, sino que, por el contrario, están estrechamente interrelacionados, pudiendo potenciarse o mitigarse mutuamente. Así, por ejemplo, el hecho de que una persona no disponga de estrategias de afrontamiento adecuadas puede hacer que se vea sometida a más situaciones estresantes, o simplemente que la misma situación se mantenga
mucho más tiempo.
Por todo ello, realmente cuando el estrés se convierte en distrés suele suceder que el sujeto se encuentra en dos situaciones:
- Esta ante acontecimientos nuevos, que han sucedido súbitamente, por sorpresa, o que no eran esperados.
- El sujeto no se siente capacitado para resolver o enfrentarse a la situación. Este no ser capaz, es tanto subjetivo como objetivo, es decir, personas que tienen capacidades suficientes para enfrentarse a la situación, ellas, se sienten o se colocan en una incapacidad. Por lo tanto, no es que no sean capaces, es que se sienten incapaces.
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