La mente del niño tiene un elemento clave y diferenciador de la mente del adolescente. Ese elemento clave se halla en la maduración de su sistema nervioso central, sobre todo a nivel del lóbulo frontal orbital (LFO), que comienza a mielinizarse (madurez ontogenética cerebral) a los pocos meses de nacer, pero no es hasta los seis-siete años cuando está lo suficientemente mielinizado como para poder reestructurar de manera autónoma y reflexiva el impulso emocional. Lo interesante es que, hasta los 21 años, por término medio, el LFO no conseguirá su total mielinización, por lo que hasta ese momento el drive emocional puede acarrear muchos problemas en el comportamiento, si no se tiene un adulto que haga de lóbulo frontal orbital del niño o que contenga al del adolescente.

Como es natural, se hace referencia solo al proceso de maduración del ser humano, sin incluir situaciones traumáticas, carencias afectivas y de cuidado, genética con la que se nace y otra serie de elementos que explican la dificultad que tiene el niño y el adolescente en regular y gestionar los avatares de la vida en cuanto a relación con los otros y consigo mismo, de aquí que la enfermedad del niño y del adolescente, tenga su propia idiosincrasia respecto a la del adulto.

Se ha preguntado a cientos de niños entre 8 y 13 años, ¿qué es en lo primero que piensas nada más despertarte por la mañana? Más del 90 % indicaron que, en sus padres, hermanos, profesores o amigos, y luego en un porcentaje inferior, en lo que quieren desayunar, en sus dibujos animados favoritos, en lo que tienen que hacer. La mente humana durante la época infantil esta tremendamente relacionada con el vínculo, con los vínculos, por lo tanto, es importante imaginar lo que puede suceder si en ese despertar se encuentra con insultos, amenazas, llantos, o directamente castigos físicos.

En la práctica profesional hay una muy especial sensibilidad hacia el uso sexista del lenguaje. No pretendo discriminar o masculinizar los contenidos, aunque sé que es un tema habitual de debate en el mundo profesional y académico. He leído a colegas que para evitarlo utilizan la llamativa @, truncando de forma
radical la ortografía; en otros casos he encontrado la barra espaciadora (los/las niños/as); otros intercalan niñas y niños, colocan a ambos siempre (niños y niñas), incluso hace poco vi cómo se ponía una x como si las letras fueran el problema (niñ(x)) lo cual me parece un exceso para con el lenguaje. Pido disculpas, la única razón por la que no he utilizado alguna de estas formas
es por mi dificultad para comprenderme cuando escribo, y la sensación que tengo cuando leo algunas de estas opciones tipográficas, es que pierdo el sentido de lo que estoy leyendo. Mi afán al escribir es que el lector
comprenda lo que digo, no hago en mi vida ninguna diferencia entre niñas y niños, pero para escribir, disculpar una vez más, prefiero el genérico tradicional.


La trama psíquica infantil es el escenario donde se van a producir los sucesos que irán esculpiendo a la persona hacia la salud o el enfermar. Al tener tan pocas defensas, ya que viven en estas edades bajo la tutela de quien les cuida y educa (y será horrible que esto no sea así), esta trama se puede impregnar pronto y de forma sencilla, siendo un terreno frágil, cambiante y con un material de una extraordinaria capacidad para empaparse e ir moldeándose según lo que ocurre en estos primeros momentos de la vida.

Los aprendizajes del niño, sobre todo del bebé, están determinados drásticamente por la situación existencial de aquel que le cuida. Cuando un bebe por primera vez tiene contacto con un nuevo estimulo, por ejemplo un
gato, lo que sentirá en esa situación estará totalmente condicionado a lo que siente su madre, su padre o el adulto que en ese momento le está cuidando. Así es como se produce el aprendizaje en estas edades. El aprendizaje en los tres primeros años de vida ocurre adhiriendo una emoción básica al estímulo nuevo,
estableciendo una memoria en la que el cerebro del niño, como si fueran cartas de familia, conecta el estímulo a una plataforma de acción propia de la emoción básica que se ha adherido, es decir, si con la aparición del gato, el adulto siente miedo, y él bebe adhiere el gato al miedo, la plataforma de acción, siempre que aparezca de nuevo el gato será la de querer huir o escapar (plataformas de
acción del miedo) habitualmente llorando y queriendo ser protegido por el adulto. Si el adulto lo que expresa y siente es admiración, él bebe sentirá la necesidad de admirar al gato, con una emoción que le produce tranquilidad y simplemente lo contemplara.


Una vez grabadas estas memorias, reitero memoria es “estimulo-emoción sentida”, quedan en sus almacenes de memoria (Hipocampo) miles de grabaciones donde no solo está la situación vivida ante el estímulo, también
se encuentra lo que hay que sentir hacia ese estimulo. Si se quisiera cambiar una memoria en los tres primeros años de vida, tendría que haber una nueva respuesta emocional del adulto mantenida en el tiempo y por ello desgravar la memoria pasada, adjuntando en la nueva memoria una emoción distinta al estímulo. Esta manera de desaprender y aprender es natural en estos primeros
años de vida, después es un poco más difícil, aunque es el motor de la intervención psicologia que el sujeto desaprenda lo que le hace sufrir y aprenda algo más adaptable. Y es así como se va esculpiendo la forma de ser del bebe, a través de las memorias que va grabando, ya que, si por ejemplo un bebe tiene la emoción de miedo muy activada ante muchos estímulos, y la emoción de
curiosidad muy poco activada, se encuentra un rasgo de personalidad que se denomina “miedoso”, ya que es la forma como las personas se emocionan lo que las define con estas categorías descriptivas que después se van etiquetando en él bebe como: “es inquieto”, “no para”, “es muy bueno”, “es un cielo”, “es muy simpático”.

Es necesario a partir de este punto que se pueda valorar la enfermedad psicológica infantojuvenil como la expresión de un conflicto, teniendo en cuenta que en el conflicto se encuentran unos deseos o necesidades básicas no realizados (carencia), y en el conflicto psíquico unos esquemas emocionales que circunscriben los deseos carenciales, y que conllevan un desequilibrio en la motivación, cognición y sistema emocional del sujeto.

El conflicto se manifiesta a través de la enfermedad o los síntomas, por lo que no debe ser tratada sin más la manifestación, ya que “la enfermedad psicológica infantojuvenil es una aliada”, “es el aviso de lo que no funciona bien en estamentos más profundos”, de tal forma que la curación sintomática de una manifestación conduce a una emigración en otro canal, o puede incluso producir el caos definitivo en el sistema completo.

El síntoma como expresión

El resultado de los elementos positivos y negativos del esquema emocional referencial del sujeto se impregna en un constructo que se llama autoconcepto, que no es otra cosa que la imagen y la representación que tiene de sí el sujeto.

Cuando el autoconcepto está sumergido en situaciones de peligro y de caos suficientemente amenazadoras, y ha producido en el sistema de supervivencia conflictos, traumatismos y frustraciones que superan el umbral de permisibilidad del sujeto, todos estos conflictos, traumatismos y frustraciones se van a manifestar por distintos canales según las características neurológicas, endocrinas, inmunológicas y psíquicas de éste.

¿Es necesario realizar todos los deseos?

Ya se ha definido y delimitado lo que es para la psicoterapia de tiempo limitado es el deseo. No obstante, hay que advertir que en numerosas ocasiones el ser humano recibe impulsos de deseos o necesidades que no son posibles en ese momento, ya que pueden resultar dañinos para él, o para aquellos que le rodean.

¿Qué produce esta no realización del deseo no oportuno o dañino? ¿Es una fuente de conflicto? Si el sujeto ha recibido la confianza básica, puede demorar los deseos poco propicios para ese momento, o que chocan con la ética o la moral con la que ha sido instruido.

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