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Comprender las dimensiones del tiempo histórico es fundamental en la enseñanza de la Historia, pues son elementos básicos de la disciplina. El tiempo histórico se determina en torno a la cuestión de la duración y de la sucesión de eventos. Ahora bien, se debe tener la referencia del momento presente, a partir del cual los diferentes autores han establecido su particular filosofía de la Historia. En este artículo nos adentraremos en las distintas magnitudes y medidas del tiempo histórico.
Duración del tiempo histórico
La duración es una medida subjetiva. Para convertirla en universal, que es el planteamiento último que permite analizar los procesos de cambio y permanencia, se deben consensuar determinados elementos que conviertan al tiempo en algo objetivo y uniforme, esto es, se precisan las formas de datación y los acontecimientos que marcan las etapas. Es decir, esta uniformidad requiere del recurso de la cronología como elemento esencial, aunque no único, con el que opera el historiador hoy en día.
Es cierto que esta perspectiva sobre la cronología se utilizó en los siglos XVI, XVII, XVIII y los siguientes como elemento consustancial a la Ciencia Histórica, así como con el historicismo y la vuelta a la narrativa de Hayden White. Sin embargo, al parecer, es insuficiente. En opinión del autor, el estudioso de la Historia debe introducir otros elementos que permitan que la disciplina se acerque al concepto de Ciencia, al abstraerse y utilizar categorías conceptuales.
Como consecuencia, se considera la cronología como un instrumento auxiliar de la Ciencia Histórica porque se limita a ordenar en el tiempo acontecimientos, personajes, obras, hechos, etc., de este modo el historiador actual debe interesarse por la simultaneidad o la sucesión de hechos, hecho que le permite establecer relaciones de sincronía y diacronía e implantar y valorar históricamente las semejanzas y diferencias entre unos procesos y otros, e igualmente entre unas categorías abstractas y otras.
Concepto de tiempo histórico
De todo lo anterior se deduce que el tiempo histórico es lo que permite a cada individuo, sociedad o civilización vislumbrar un horizonte temporal donde el presente puede aprehender a través de la comprensión real de su pasado como ser humano, de tal forma que posibilite la concepción de su actividad y la de las demás personas que viven en sociedad como un proceso que, según determinadas escuelas historiográficas, es conflictivo y dialéctico, y presenta continuidades históricas.
Categorías temporales
Por tanto, la temporalidad implicada en las dimensiones del tiempo histórico se desarrolla en torno a tres dimensiones: la primera de ellas es la duración, que se articula en torno a categorías temporales. En este caso cabría citar los diferentes ritmos de tiempo anteriormente aludidos, es decir, el tiempo corto, que se vincula al hecho puntual y a la narración cuando se ubica en una recta de desarrollo temporal. El recurso correspondiente es la tarea propia del periodista, o incluso, del periodista histórico.
La segunda categoría temporal es el tiempo medio. Se basa en períodos más prolongados en los que se refleja la evolución y desarrollo de las coyunturas y, evidentemente, disponen de duración relativa. Con la coyuntura aparece el concepto de movimiento entendido como modificaciones de una situación estática.
Coyuntura económica
Dentro de las coyunturas se pueden encontrar la económica. En este caso se refiere a la repetición de las fluctuaciones económicas con base a la sucesión de ciclos. Estos ciclos pueden tener duración cotidiana, de duración superior al año (ciclo Kitchin, para períodos de tres años, o ciclo Jutglar, para períodos de 7 a 10 años) y con consecuencias claramente perceptibles en la sociedad, observándose momentos de expansión, crisis, depresión y recuperación.
La tercera y última se refiere a los movimientos de larga duración. Estos movimientos, que son los que operan dentro de la coyuntura económica, se pueden dividir en varios tipos de ciclos. Entre ellos están los ciclos Kondratieff, que marcarían las oscilaciones a lo largo de lapsos de 50 a 60 años, con una fase ascendente y una descendente; las tendencias seculares o ciclos de Trend, indicativo de un siglo al alza o a la baja; y, por último, el interciclo, que marcaría la fluctuación intermedia entre un ciclo Jutglar y un ciclo Kondratieff, que duraría entre 10 y 20 años y está orientado al alza o a la baja.
Estructuras
Respecto del tiempo largo, encontramos larga duración de las estructuras. Es el caso de modelos como el feudal, el capitalista, la construcción del Estado liberal, etc. Aquí se debe definir la estructura como una relación larga y consolidad entre realidades y masas sociales. Estas relaciones tardan mucho en modificarse, por lo que el ritmo temporal al que se mueven es, esencialmente, largo. En este sentido, Cardoso y Brignoli definen estructura como la interdependencia entre el todo y las partes. Esta interdependencia no genera situaciones estáticas, sino que, al contrario, como estas relaciones entre cada parte entre sí y entre ellas con el todo van cambiando, la estructura general también cambia, de forma que, cuando estas relaciones son lo suficientemente intensas, a largo plazo pueden conseguir que la estructura cambie, pero siempre en un tiempo largo.
Periodización
Por último, es importante hablar de la periodización o división del tiempo en períodos. En este punto se debe tener en cuenta que la forma de división del tiempo es producto de un consenso, y responde a cuestiones ideológicas e historiográficas. Ahora bien, aunque se trate de una cuestión conflictiva, la forma de periodizar se puede subdividir en varias clasificaciones.
Así pues, según Kula, existen las periodizaciones simples, que sirven para aproximarse a un aspecto concreto o tiempo corto, y que son propias de las operaciones concretas en la enseñanza. En segundo lugar, estarían las periodizaciones objetivas, que articularían períodos cuya diferenciación se basa en un proceso histórico. Estas periodizaciones, más complejas, requieren del recurso de las operaciones formales, del establecimiento de categorías y de la abstracción.
En este sentido, en el marco de las dimensiones del tiempo histórico, según Topolsky, las periodizaciones objetivas se pueden subdividir en cíclicas, direccionales o irregulares. Las periodizaciones objetivas cíclicas se refieren a largos períodos y a la historia de unidades territoriales de amplias dimensiones. Ejercerían un movimiento pendular y responderían a la idea del eterno retorno o de periodizaciones circulares, como era la propia del mundo griego antiguo o las propuestas organicistas de Spengler o la historia de las civilizaciones de Toynbee.
Las periodizaciones objetivas direccionales tienen un origen definido y un final, y proponen la idea del tiempo constante en la historia humana y respondería a la periodización propia del cristianismo, del islamismo, etc. En cuanto a las periodizaciones objetivas irregulares, cabe comentar que resultan de la relación entre los períodos y los hechos históricos específicos. Este tipo de periodizaciones muestran un amplio abanico de posibilidades ya que se definen dependiendo del factor que consideren como motor del cambio, lo cual indica un elemento muy relacionado con la ideología.
El tiempo histórico como factor de enseñanza
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